Un mundo de magia donde cinco alumnas tendrán el honor de aprender del brujo más poder de todos los tiempos.
Pero no todo será dulce... el destino del mundo dependerá de ellas.
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Una bella luz
Luz llegó a su casa después del mal momento vivido. Al entrar, inmediatamente se sintió en confort, vió todos los símbolos de protección que sus padres tenían en casa, no solo eran adornos, también evitaba que los habitantes no deseados entrarán. Su quietud aumentó cuando su padre la recibió.
—¿Cómo le fue a mi maravillosa brujita?—Usó un tono muy amable y de inmediato la abrazó.
—Todo estuvo muy bien.—Dijo ella mientras correspondía el abrazo y se dejaba consentir.—El maestro Ajaw dice que vamos progresando mucho.
—Debe ser genial aprender de un brujo legendario.—Le respondió con una sonrisa.—Aprende lo más que puedas.
Luz le sonrió y agradeció con un abrazo más todo el apoyo que le daba. Le hizo saber lo afortunada que se sentía por tenerlo y a su madre. Su padre correspondió el abrazo y le dió un gran beso.
—Ve a saludar a tu mamá, la comida estará lista en poco tiempo.
La casa era muy grande y acogedora. La energía que destilaban las personas que ahí vivían era muy pura y pacífica. Al contagiar a su hogar, este daba una sensación de tranquilidad. Las visitas siempre se sentían agusto ahí.
La casa era habitada por cinco personas, el padre de Luz, su madre y sus abuelos maternos, aunque estos últimos viajaban mucho. En ocasiones también contaban con personas que les ayudaban con la limpieza, así que la casa raramente se sentía sola.
La jóven bruja subió las escaleras para llegar a la sección de las habitaciones. Ahí es donde se madre se encontraba.
La señora, de nombre María Luisa, era una mujer muy tranquila y creyente de la magia pues años atrás la había practicado. Desafortunadamente contrajo una enfermedad tan potente que no la magia ni la medicina podían detener. Tenía la necesidad de pasar el mayor tiempo acostada, recuperándose. La enfermedad afectaba principalmente sus vías respiratorias, así que cualquier agitación la ponía mal.
—Mamá, he llegado.—Dijo Luz al entrar.—¿Cómo estás?
—Hola preciosa, yo estoy muy bien y ¿Tú?—El tono que usaba con su hija era tan lindo que cualquiera se llenaba de ternura.
—Me fue muy bien.—Se arrojó a la cama para abrazarla.—Te tengo una noticia, el maestro Ajaw me habló de un hechizo de sensación…
—Hija, ya te dije que no pierdas el tiempo en eso.—Le dijo mientras acariciaba su cabello.—Tienes una oportunidad única de aprender, úsala para potencializar tus dones, no para perder el tiempo en curas.
—No es perder el tiempo.—Subió el tono de voz.—Usar mis dones para ayudarte no es perder el tiempo.
—Muchos magos y brujas han intentando.—La miró a los ojos.—Nadie lo logró. Lo mío es inevitable pero me siento muy feliz de verte cumplir tu sueño. No necesito más.
Luz soltó algunas lágrimas, pero lo hizo con discreción ya que no le gustaba mostrarse así con su madre. Quería contagiar de la energía más alegre que pudiera. Pero era inevitable no sentir impotencia.
La jóven bruja salió de la habitación, continuó sus actividades del día esperando avanzar más en su entrenamiento para dominar el hechizo que ayudaría a su madre. Ya que no era fácil, se necesitaba mucha experiencia y poder, pero ella sabía que podía, Ajaw le había metido esa idea.
Cuando la noche llegó, ella se disponía a irse a dormir esperando que el tiempo avanzara rápido para ir a la escuela, aún tenía mucho por aprender. Justo cuando iba a entrar a la habitación, escuchó toser fuertemente a su madre, era una crisis que ya le había sucedido pero en las últimas semanas se hacían más frecuentes. Eso solo quería decir que la enfermedad estaba avanzando a la etapa final.
Su padre estaba cuidando a su madre, no la dejó ni un solo momento. Eso motivó a Luz quien se dispuso a realizar el hechizo. Sabía que tenía muchas cosas por aprender, pero sintió la necesidad de hacer algo por su madre, así que lo iba a intentar.
Corrió por los elementos que necesitaba. Algunos eran básicos como veladoras y agua, otros más complejos como ciertas plantas que había reunido días antes. Había polvos mágicos, tinturas, amuletos, algunos símbolos y por supuesto las palabras que recitaria para el ritual.
Una vez reunido todo, se dirigió a su habitación para realizarlo.
Siguió los pasos que el maestro Ajaw le había dado. Tenía todos los elementos, al menos los físicos pues los espirituales aún no. El ritual consistía en invocar al Swer, el espíritu del águila blanca quien era el encargado de la sanción. Pero para lograrlo, tenía que vibrar en la misma frecuencia que ese ser además de reunir la energía necesaria para poder anclarla al plano físico. Una vez logrado, tenían que combinarse con ese ser, ir al cuerpo del paciente y reemplazar la enfermedad con energía nueva. Tenía que lograr una conexión, vibración elevada y tener un gran poder para controlar un espíritu así y que el ritual saliera bien. Algo que no cualquiera podría lograr.
La disposición de la joven bruja era ejemplar. Tenía la confianza de lograrlo.
Comenzó el ritual y sus ojos cambiaron a color blanco, lo que significaba que estaba en muy buena sintonía para invocar al espíritu. Desafortunadamente no bastó para lograr los demás pasos, tuvo que abrir los ojos para volver a intentar.
Realizó el proceso tres veces pero en ninguna pudo conseguir el objetivo.
Cayó al piso para reflexionar. Se sentía debilitada y decepcionada por no conseguirlo. Sus ojos se cerraban debido al cansancio, estaba a punto de dormirse. De pronto, escuchó una voz en su mente que decía “tú puedes”
Al mismo tiempo la imagen de Ajaw se presentó. Era como si estuviera haciendo contacto con ella.
En ese momento Luz reaccionó y se llenó de valor y energía para intentarlo una vez más.
El proceso se le hizo mucho más sencillo, como si lo hubiera hecho muchas veces antes. Fluyó tan natural que lo logró en poco tiempo.
Al finalizar, pudo mezclarse con el espíritu del águila blanca, se convirtieron en una luz muy brillante en forma de ese animal. Volaron hasta la habitación de su madre y ahí hicieron el proceso. El águila de luz entró al cuerpo enfermo y quitó el daño, después salió y abrió un portal del techo de la casa. A través del portal entró una lluvia de color verde, esta entró al cuerpo renovado y lo nutrió.
Después de unos segundos el portal se cerró y el águila de luz se desvaneció dejando en su lugar el cuerpo de la joven bruja. Estaba aún en trance, pero pudo abrir los ojos y formular las palabras para preguntar “¿Cómo te sientes mamá?”
El padre de Luz había observado todo. Tomó a su hija entre brazos para llevarla a su habitación, sabía que necesitaba descansar. Justo antes de salir su madre le pudo decir… “Me siento muy bien, estoy curada gracias a ti” Después de decir eso sonrió y se quedó profundamente dormida.