Cuando Llegaste

Jéssica Coutinho

ALIIVIO es lo que estoy sintiendo, poder contárselo todo y saber que no fui juzgada por mis actitudes fue un gran alivio, es muy bueno tener su amistad.

Ahora estamos todos aquí en la sala, sentados en el suelo mientras disfrutamos de una pizza y charlamos entre risas. Ana corre de un lado a otro con Abby y Giulia.

Túlio: Pero Jess, cuéntame cómo está la empresa de tu padre, confieso que he investigado mucho sobre él.

Jéssica: La empresa de mi padre la lleva mi tío Ibrahim. En el testamento, mi padre dejó escrito que quería que la empresa continuara en la familia, así que decidí no venderla, pero la dejé al cuidado de mi tío Ibrahim. Siempre le gustó la empresa, es un hombre honesto y de buen corazón, todos los meses envía los informes. Mi caso es la cocina, no sé estar mucho tiempo encerrada en una oficina como ustedes. También se dejaron algunas mansiones, una de ellas es un hogar para madres solteras y sin ingresos y otra un orfanato.

Gabriel: Eres increíble, amor.

Abby: Chica, eres luz, de verdad, siendo quien eres y teniendo lo que tienes sigues siendo tan humilde.

Jéssica: Sabes, Abby, no podemos moldearnos al dinero, el dinero es el que tiene que moldearse a nosotros.

Giulia: Estoy de acuerdo. En el mundo de los famosos, hay gente que no tiene nada y ya tiene ínfulas de grandeza.

Hablamos de varias cosas hasta que vi a Roberto callado.

Jéssica: ¿Qué pasa, Beto?

Roberto: No, nada.

Jéssica: Dímelo, somos amigos.

Roberto: Conocí a una persona.

Taila: Eso es bueno.

Roberto: No tanto. La conocí en una fiesta, nos enrollamos y desde entonces no he podido... pero olvídalo. Volví al lugar para intentar encontrarla, pero no la encontré, fueron días así, creo que fui muy precipitado, hasta que un día antes de que Ana fuera ingresada, la encontré en el parque, totalmente diferente a la mujer que conocí en aquella fiesta, sus ojos estaban hundidos, su ropa sucia y parecía estar totalmente bajo los efectos de alguna droga. La llevé al hospital, al mismo en el que estaba Ana, y allí descubrí que era adicta a las drogas después de que su marido y su amiga de la infancia la engañaran a sus espaldas, pero aceptó tratamiento. Hablé con su familia, de gran influencia, pero no sabía que tenían posibilidades económicas, me agradecieron que la encontrara e internaran, pero Manuela siempre quiere estar con los adictos, les dijo a sus padres que quería vivir conmigo y prometió cambiar, pero todo es mentira, cuando salgo a trabajar se escapa para estar con ellos.

Alda: Sé bien por lo que estás pasando, no es fácil vivir con personas con adicciones y es aún peor cuando la persona no hace ningún esfuerzo por mejorar. Por mucho que tú y sus padres se esfuercen, si ella no tiene la voluntad de querer salir, no hay nada que hacer.

Gabriel: Alda tiene razón, llama a sus padres y hablad con ellos para ver si podéis internarla.

Jéssica: Es muy triste, ¿verdad? En plan, ella confiaba en su marido y seguro que también confiaba en su amiga, fueron dos golpes de golpe, tal vez no pudo soportarlo y fue a buscar la solución en lo más fácil. Puedes contar conmigo para lo que necesites.

Cléber: Mi padre era un hombre muy bueno, pero cuando mi madre lo dejó por otro, quedó destrozado y entró en el mundo de las drogas. Mi padre murió de sobredosis. Todas las adicciones son difíciles, pero la de las drogas es la peor, la droga domina a la persona por completo.

Nos quedamos unos minutos más charlando hasta que se hizo tarde y la gente se fue despidiendo.

Gabriel: Roberto, me he cogido vacaciones hasta que resuelvas toda esta situación. Cuando vuelvas, Cléber se las cogerá. No puedo daros vacaciones a los dos a la vez porque sois los hombres que... pero confío.

Los chicos accedieron y todos se fueron, quedándonos solo yo, Gabriel, Ana y Giulia.

Jéssica: ¿Puedo saber qué estáis tramando vosotras dos que me miráis así, todas desconfiadas?

Giulia: Ana y yo vamos a hacer una pijamada, así que va a dormir conmigo en mi habitación, ¿puede?

Nunca he dormido lejos de mi pequeña, aunque sé que es en la misma casa.

Jéssica: Por supuesto que sí, Giulia.

Giulia: Sí, estamos en la misma casa, cualquier cosa me llamas.

Accedí y me dirigí a la habitación, necesitaba una ducha. Primero bañé a Ana y le puse su pijama de unicornio.

Jéssica: Estás preciosa, mi amor. Mira, pórtate bien, ¿vale? Cualquier cosa, dile a la tía Giulia que venga a llamarme.

Ella asintió y enseguida apareció Giulia en la puerta de la habitación con un pijama igual al de Ana.

Jéssica: Ya veo que no vais a dormir tan pronto, ¿verdad?

Giulia: No, vamos a hacer palomitas y a ver una película en la sala de cine y luego nos vamos a dormir.

Accedí porque aún era pronto, fui a la cocina, las ayudé y llevé la merienda a la sala de cine.

El lugar era sencillamente bonito y acogedor.

Jéssica: Me he dado cuenta de que no conozco nada de esta casa, solo el salón, la cocina y el despacho de tu hermano.

Giulia: Deberías hacer un tour después, hay muchas cosas aquí que ni siquiera Gabriel usa.

Asentí y enseguida salí de allí dejando a las dos disfrutando y atiborrándose de golosinas.