Leonardo Salvatore, un empresario italiano/español de 35 años, ha dedicado su vida al trabajo y a salvaguardar el prestigio de su apellido. Con dos hijos a su cargo, su concepto del amor se limita a la protección paternal, sin haber experimentado el amor romántico. Todo cambia cuando conoce a Althea.
Althea Salazar, una colombiana de 20 años en busca de un nuevo comienzo en España para escapar de un pasado doloroso, encuentra trabajo como niñera de los hijos de Salvatore. A pesar de sus reticencias a involucrarse emocionalmente, Althea se siente atraída por Leonardo, quien parece ser su tipo ideal.
¿Podrá su amor superar todo? ¿O el enamoramiento se acabará y se rendirán?
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Parte 13 (+18)
Althea
Nunca antes había tenido una conversación tan sincera y profunda con alguien. Cada palabra que intercambiábamos era como un puente que nos conectaba aún más, revelando capas de nuestras vidas que rara vez mostrábamos a otros.
—¿Y tu familia? —me preguntó, y su voz resonó en la habitación, cargada de curiosidad y empatía.
—Soy la hermana mayor. Siempre he sido la que, de alguna manera, buscaba solucionar las cosas —le respondí, con una sonrisa nostálgica al recordar los días en los que mi papel de hermana mayor me llevaba a resolver problemas familiares—. Amo a mis hermanos y a mis padres, pero, te confieso, he sentido una gran presión desde joven. Cometí algunos errores en el camino.
—¿Como cuáles? —preguntó, interesado en conocer más sobre mi vida.
—Bueno, me enamoré de alguien que no debía. Fui como un trofeo para él —dije, sintiendo cómo los recuerdos de aquellos días resurgían en mi mente—. Mi primera vez fue con él. Acababa de cumplir 18 años, y él me aseguró que seríamos pareja, que seríamos grandes novios, pero que primero debía acostarme con él.
—¿Lo hiciste? —preguntó con una expresión de comprensión mezclada con curiosidad.
—Sí, lo hice. Solo una vez. Pero al día siguiente, me dejó de lado por completo. Al principio, pensé que tal vez había sido por la diferencia de edad; él tenía 29 años y yo apenas 18. Pero luego comprendí que eso no era una justificación válida —expliqué, recordando el dolor que esa experiencia me causó—. Continué con mi vida, enfocándome en mis estudios universitarios. Decidí estudiar comunicación social, con la esperanza de convertirme en periodista.
—¿Te fue bien en la universidad? —preguntó, interesado en conocer más sobre mi vida académica.
—Sí, me fue bastante bien. A los 19 años, conocí a alguien más. Esta vez, sentí una conexión real. Nos reíamos juntos, nos divertíamos mucho. Pero decidimos llevar las cosas con calma. Sin embargo, después de un tiempo, me di cuenta de que no quería ser vista solo como un objeto sex*al. Así que decidí alejarme —compartí, reflexionando sobre mi búsqueda de relaciones significativas.
—¿Y luego qué pasó? —preguntó, intrigado por mi historia.
—Unos meses más tarde, conocí a otra persona. Pensé que podría ser diferente, que esta vez sería la correcta. Pero estaba equivocada. Porque solo me utilizo nuevamente y no le basto con eso, lo dijo a toda la universidad declarando que era un gran trofeo, que me había "comido"—conté, sintiendo cómo las emociones se agolpaban en mi pecho al recordar aquellos días difíciles.
—¿Y tienes miedo de que regresen esas malas experiencias? —preguntó, con una mirada llena de comprensión y simpatía.
—No, no creo que vuelvan. Creo que cada uno de ellos ya ha obtenido lo que quería de mí. Ahora estoy decidida a construir una nueva vida aquí, en Italia —respondí, con determinación en mi voz.
—No todos son así, ¿sabes? —dijo él, con una expresión de consuelo en su rostro.
—¿Cómo tú? —pregunté, mirándolo directamente a los ojos, con la esperanza de encontrar en él la respuesta que tanto anhelaba.
—Sí —respondió él, con una sonrisa cálida y reconfortante—. Siempre estoy aquí para ti.
Nos quedamos en silencio por un momento, pero fue un silencio reconfortante, lleno de comprensión y apoyo mutuo. Y en ese instante, supe que, con él a mi lado, podría enfrentar cualquier desafío que la vida me pusiera por delante.
De inmediato descarté esa idea, era mi jefe, no podía pensar de esa forma de él. Estaba claro que Leonardo era un hombre increíble, que me movía el útero por ser tan buen padre y hombre, pero eso no significa que se fije en alguien que tiene una posición muy inferior a él.
Al día siguiente ambos seguimos nuestros caminos, él con su trabajo y yo con el mío.
—¡Al! ¿A qué horas vamos a llamar a la abuela?
—Más tarde, primero debes terminar la tarea que te di —Le respondo mientras cambio el pañal de Pablo que estaba balbuceando mientras se reía.
—¿No lo puedo hacer más tarde? —Baja la cabeza para hacer su función mientras yo niego con la cabeza. Cuando termino de organizar a Pablo, lo acomodo en mis brazos y estoy dispuesta a salir de la habitación, me choco con alguien, pero no lo suficiente fuerte como para caer de bruces.
—Lo siento —Digo, primero debía asegurarme de que Pablo estuviera bien.
—Maldita perra —Siento un fuerte empujón que me hace chocar contra la pared, me agarra del brazo y vuelvo a estamparme contra la pared. Mi cabeza choca y hago una gran fuerza para tener cuidado con Pablo, que al sentir el movimiento tan brusco, comienza a llorar fuertemente.
—¿Dave? —Pregunto asustada, estaba ejerciendo mucha fuerza en mi brazo, tenía miedo, ¿qué demonios estaba haciendo?
—Sei una puttana (Eres una puta) —Me agarra del brazo y me vuelve a estampar contra la pared, mi cabeza choca y hago una gran fuerza para proteger bien al bebé que estaba en mis brazos. Acaricia mi mejilla, pero luego me jala el cabello.
—¿Qué estás diciendo?
—Solo me rechazaste por Salvatore —Una sonrisa burlona mientras deja mi brazo y eso me hace mover para proteger bien al bebé que estaba en mis brazos. Acaricia mi mejilla, pero luego me jala el cabello —Eres una tonta, simplemente serás una más, tendrás el mismo destino que ella.
Por el golpe que le había dado a Pablo, se había calmado un poco, pero no lo suficiente, seguía sollozando.
—Déjame bajar a Pablo, después tú y yo podemos hablar de esto —Trato de hablar tranquilamente, pero jala mi cabello contra él y luego me vuelve a estampar contra la pared, esta vez mi cabeza da directamente.
Jodida mierda, ¿hablaban de que Colombia era insegura? Eran unos tontos, estaban locos aquí también, Dios mío.
—Maldita perra, solo te importa quedar bien ante él —Me valía tres hectáreas de mierda en este preciso momento Leonardo, solo me importaba el bienestar de Pablo.
—El bebé no tiene la culpa de nada, por favor —Suplico, por unos breves segundos mira a Pablo, y lo agarra con asco para dejarlo en la cuna, se queda sentado mirando mientras chupa su dedo pulgar.
—Eso me gusta de ti, que eres tan maternal, serás una grandiosa madre —Jala mi cabello nuevamente y me hace acercar mi rostro al suyo, pero por instinto me alejo y me agarra con fuerza para besarme —. Lástima que no podrás ser mi mujer —Lleva su mano a mi cuello y suelto un chillido que alarma a Pablo, que empieza a llorar, siento las manos de Dave, van ejerciendo cada vez más fuerza.
Empiezo a moverme con fuerza, tratando de soltarme de su agarre, pero no soy capaz, golpes en la puerta llamándome, pero no soy capaz de contestar, trato de empujar a Dave, pero es mucho más fuerte que yo, de mis ojos empiezan a salir lágrimas.
Pienso en todos esos hombres que había conocido, debí sentir como mi instinto me dijo que debía alejarme de este, que no podía darle tantas libertades conmigo. Me culpo de todo, el ruido a mi alrededor de los gritos de Pablo, la puerta siendo golpeada, recuerdo a mis hermanos y a mis padres, todos esos momentos lindos que pasé y recuerdo las palabras de mi abuela que siempre debía cuidarme. Perdón abuelita.