Desde Siempre Y Para Siempre

Los días posteriores a mi encuentro con Valeria en la discoteca han sido una montaña rusa emocional. Entre las clases de Medicina, los exámenes que se aproximan, y mis pensamientos constantes sobre ella, me encuentro agotado. La vida universitaria parece girar en torno a una rutina constante de lecturas, prácticas, y análisis de casos clínicos, pero mi mente nunca está del todo presente.

Hoy tengo Anatomía de nuevo. La docente, una mujer estricta pero justa, está explicando la estructura muscular del abdomen. Estoy sentado en mi asiento habitual, con mi cuaderno frente a mí, pero las palabras de la docente apenas se registran en mi cerebro. Solo hago garabatos de diagramas, intentando seguir el ritmo de la clase.

—Recuerden que es fundamental entender cómo estos músculos interactúan entre sí —dice la docente con un tono que exige atención.

Cristian, sentado a mi lado, me lanza una mirada rápida. Sé lo que está pensando, y aunque no dice nada, su silencio habla por sí solo. Está esperando que deje de perderme en mis pensamientos, que vuelva a ser el Alejandro concentrado y brillante que solía ser en clase.

Después de la clase de Anatomía, tenemos un receso antes de nuestra próxima asignatura. Salud Pública, que es una de las materias que más disfruto, al menos en teoría. Sin embargo, incluso en esas clases me cuesta concentrarme últimamente.

Decido salir un momento para despejar mi mente y respirar aire fresco. Cristian me sigue de cerca, y cuando estamos fuera del aula, lo siento venir.

—¿Cómo te sientes? —me pregunta sin rodeos.

Le doy una mirada cansada. —No sé, Cristian. La verdad, no sé qué sentir. Después de lo que pasó en la discoteca… siento que estoy estancado. Como si no pudiera avanzar ni retroceder.

Cristian me observa en silencio por un momento antes de asentir. —Lo que necesitas es un cambio de perspectiva. Has estado encerrado en lo mismo desde hace tiempo. Tal vez lo mejor no es buscar respuestas en Valeria, sino en ti mismo.

Me río un poco, sin humor. —¿Convertirse en un monje budista o algo así?

Él también se ríe. —Algo así. O tal vez simplemente aprender a dejar las cosas como están. Valeria no va a cambiar de un día para otro. Quizás lo mejor es que tomes distancia por un tiempo, te enfoques en ti y en tu carrera. Es una etapa importante, Alex. No puedes dejar que un malentendido de hace años te defina ahora.

Siento un peso en su consejo, uno que sé que es cierto. Pero la teoría y la práctica son dos mundos diferentes. ¿Cómo puedo dejar ir algo que ha sido una parte tan importante de mi vida?

—Lo sé —digo finalmente, aunque no estoy seguro de creerlo por completo.

Nos dirigimos hacia la cafetería del campus, donde usualmente pasamos el rato entre clases. Hoy está más concurrida de lo habitual, y mientras estamos en la fila para pedir algo, veo a Fer en una mesa cercana, con una expresión de satisfacción mientras charla con su teléfono. Probablemente está arreglando algún asunto de la discoteca que tiene con Cristian.

—Fer ya está preparando su próximo plan maestro para la noche —bromeo, señalando a nuestro amigo.

Cristian sonríe, pero no responde de inmediato. Cuando llegamos a la mesa, Fer levanta la vista de su teléfono y nos saluda con una sonrisa traviesa.

—Bueno, chicos, tengo una propuesta para esta noche. ¿Qué tal si nos escapamos de la rutina universitaria un poco? —dice, inclinándose hacia adelante como si estuviera compartiendo un secreto.

—¿Qué tienes en mente? —pregunta Cristian, curioso.

—Una pequeña fiesta en la discoteca. Nada formal, solo algunos conocidos. Nos puede venir bien relajarnos un poco después de tanta tensión académica.

Me quedo en silencio, sin querer comprometerme de inmediato. Las fiestas no han sido lo mío últimamente, especialmente desde que vi a Valeria en la última.

—¿Qué dices, Alex? —me pregunta Fer, notando mi vacilación.

—No lo sé… no estoy seguro si sea lo mejor para mí ahora mismo.

—Vamos, hombre. Te hará bien despejarte. No tienes que pensar en ella todo el tiempo, ¿sabes? —insiste, refiriéndose claramente a Valeria.

Cristian también me mira, como si estuviera de acuerdo. —Tal vez no sea una mala idea. Podrías usar una distracción.

Me siento atrapado entre mis propios pensamientos y la insistencia de mis amigos. Tal vez tienen razón, y una parte de mí quiere distraerse, aunque sea por una noche. Pero al mismo tiempo, no puedo evitar la sensación de que todo esto es solo una forma de evitar enfrentar lo que realmente siento.

—Está bien —respondo finalmente, sintiendo una ligera presión en el pecho—. Pero solo por un rato.

Fer sonríe ampliamente, como si hubiera ganado una pequeña batalla. —¡Perfecto! Va a ser genial, ya verás.

La tarde avanza, y las clases siguen su curso. Salud Pública y Embriología pasan rápidamente, aunque mis pensamientos siguen divididos. Trato de centrarme en las explicaciones, pero siempre regreso a lo mismo: Valeria, la discoteca, esa noche que no puedo olvidar.

Finalmente, después de lo que parece un día interminable, llega la hora de ir a la discoteca. Me siento nervioso, y no puedo evitar pensar en lo que podría pasar. Tal vez Valeria estará allí, o tal vez no. De cualquier manera, sé que necesito aclarar mi mente de una vez por todas.

Cuando llegamos al lugar, todo está listo para la noche. Fer y Cristian se encargaron de los detalles, y la música ya empieza a llenar el ambiente. Hay menos gente de lo habitual, lo que agradezco. No estoy seguro de que hubiera soportado una multitud esta noche.

Me siento en una de las mesas cerca de la barra, observando cómo la gente comienza a llegar. Mis amigos están en su elemento, charlando y riendo con los invitados. Mientras tanto, yo solo espero que esta noche me ofrezca algo de paz.

—¿Otra vez en tus pensamientos, Alex? —dice una voz familiar. Al voltear, veo a Daniela, la amiga de Valeria, mirándome con una sonrisa sarcástica.

No esperaba verla aquí, y mucho menos que se acercara a hablarme. Mis manos se tensan alrededor de mi vaso, y trato de mantener la calma.

—Solo estoy disfrutando la noche —respondo, intentando sonar despreocupado.

Daniela me observa con sus ojos astutos. —Claro, porque tú siempre has sido de los que disfrutan de las fiestas, ¿no?

No sé si está siendo sarcástica o simplemente hablando de manera casual, pero su comentario me irrita. A pesar de todo, decido no responder con la misma moneda.

—¿Y Valeria? —pregunto, sintiendo que es inevitable mencionarla.

Daniela sonríe, como si hubiera estado esperando esa pregunta. —No ha venido. Tiene otras prioridades, parece.

Mi corazón da un vuelco. Parte de mí se siente aliviado de no verla, pero al mismo tiempo, no puedo evitar sentir esa punzada de decepción. Parte de mí quería que estuviera aquí, aunque fuera para hacer las cosas más claras, de una manera u otra.

—Disfruta la noche, Alex —dice Daniela, antes de darme una última mirada y alejarse entre la multitud.

Me quedo sentado, mirando el vacío que dejó su presencia, mientras la música sigue sonando en el fondo. Tal vez esta noche no sea tan diferente después de todo.