Quédate Conmigo

—¿Estas bien? —La sangre del chico desapareció de su rostro y también el alcohol de su cuerpo—¡Dime que estas bien, maldita sea!

—Si, estoy bien. Solo quiero que me acompañes a ver a alguien.

Ella no sabía lo que estaba haciendo ya que su mente la estaba traicionando lo suficiente. Aquella escena donde su hijo se encontraba cubierto de sangre era suficiente para mantenerla aquí, en el lugar prohibido

Cuando el chico la miro supo que algo estaba mal, sus ojos esmeralda parecían perdidos y su pelo se encontraba despeinado algo no propio de ella, sus labios sólo se formaban en una delgada línea que mantenía el llanto de la chica en su lugar.

El sin decir nada más tomo su chaqueta y bajo al estacionamiento, se subió a la camioneta de Morgana. Después de un minuto y medio de camino, la chica habló.

—¿Conoces el bar Las medias de seda, en California?

Edgar se quedó mirando hacia el camino, aún no entendía la desesperación en sus palabras y ni en la forma en la que manejaba, aquella Morgana era una mujer completamente diferente de la que conocía.

—Si, se encuentra en la avenida doce ¿Sucede algo?

Morgana trago saliva y apretó con fuerza el volante, estaba a punto de revelarle la verdad y tenía miedo, debía de haberlo hecho acompañada.

—Hace seis años, vole a California en búsqueda de un candidato perfecto para tener a mi hijo.

Edgar guardo silencio, no estaba entendiendo sus palabras, quizá aquello era un sueño que el propio alcohol hacía para olvidarla. Morgana tenía una familia feliz, Ronald era un esposo ejemplar ¿Porque iba a buscar a otro hombre?

Entonces las piezas del rompecabezas de su cabeza cayeron en su lugar recordando aquella noche, a Morgana seduciendolo en la mesa e invitándolo a un lugar privado, la mujer de sus más grandes sueños era aquella mujer que deseaba a pesar del tiempo.

Per entonces recordó las palabras que ambos habían entablado en la habitación, el plan, todo.

Edgar se hundió más en el asiento y vio por primera vez el GPS donde se dirigían, el hospital.

—¿De que estas hablando, Morgana? ¿Porque nos dirigimos al hospital?

El corazón de Edgar se detuvo un momento y latió con fuerza, algo dentro de él le daba la suficiente razón de que aquello era una simple locura de su propia imaginación. Pero cuando vio las lágrimas de Morgana se dio cuenta que en realidad hablaba más seria de lo que jamás la había visto.

—Ronald no podía darme un hijo—se limpio las lágrimas con el dorso de su mano—Yo necesitaba un bebé para que mis padres me dieran la empresa. Ese fue el objetivo principal que yo me había casado con Ronald, quería heredar la empresa pero por ser mujer jamás pude, tenía que hacerlo.

—Entonces estas diciendo que me seduciste en California ¿Para tener un hijo?

Ni siquiera el creía aquellas palabras que decía en voz alta. Todo era parte de su mente estaba claro, nadie podía hacer aquel macabro plan para obtener beneficios monetarios. Era una completa locura.

Morgana, la mujer que amaba no podía hacer eso. Ella era todo lo contrario a lo que ahora mismo salía de su boca.

—Cuando te conocí, supe que eras el candidato perfecto para ser el padre de Jacob, eras guapo, alto y tenías varias copas que me permitiría hacer todo lo que quisiera contigo.

Edgar estaba a punto de explotar pero enseguida vio el estacionamiento, sus pulmones se inflaron lo suficiente y la calidad del aire del auto se estaba volviendo mala. El no podía ser padre, hasta hace unos días, sus pensamientos de tener una mujer y un hijo eran vagas y ahora, tenía un niño de cinco años con la mujer que había creado un macabro plan.

¡La mujer que amaba, había tenido un hijo suyo y ni siquiera se lo consultó!

Entonces la última pieza del rompecabezas cayó en su mente y se dio cuenta que el comportamiento de Morgana era lo suficiente para jamás permitirle al niño conocerlo. El nerviosismo, la actitud al principio y la omisión de información lo llevaban a aquel punto que no le dejaba ningun pensamiento coherente sobre su mente.

—Yo... yo lo siento, Edgar. Crei que...

—¿Que creíste? ¿Que Jacob no merecía saber la verdad? ¿O que yo no era una pieza suficiente en tu pequeño y retorcido rompecabezas? Porque déjame decirte que lo que hiciste es algo que jamás te perdonaré.—El trago saliva y miro hacia otro lado, no podía permitir debilitarse por ella— Y créeme que mi hijo, volverá conmigo y jamás te verá.

Aquellas palabras fueron como cuchillos para Morgana, no quería permitírselo pero cada palabra sentía que era lo que ella se merecía. No podía esperar menos de lo que había logrado, pero aún, su pequeño cuerpo tenía la esperanza que Edgar la perdonara por jugar con el de aquella manera.

—¿Donde está el niño, Morgana? Quiero ver a mi hijo por primera vez en mi maldita vida. ¿O que, me lo vas a prohibir? Porque si gustas puedo hablar a mi maldito abogado y destruirte. No me tientes.

Sabia Edgar que estaba siendo lo suficiente duro con ella para demostrarle el shock que actualmente estaba llenando su cuerpo. ¡Tenia un hijo! Habían decidido por él, habían tomado cinco años de la vida de un niño que llevaba su sangre.

Un niño que hasta ahora no podía conocerlo por la estupidez de dos personas.

—Tienes exactamente cinco segundos para decirme dónde está el niño...

Morgana guardo la compostura que estaba por destruirla al punto de chocar, las luces neones del Hospital se veían a lo lejos y supo que su destino estaba siendo inevitable. Ella iba a perder a su hijo para siempre y eso jamás se lo iba a perdonar a si misma.

—Jacob fue herido de bala esta tarde por el amante de Ronald.

El no creía que su cuerpo podía desestabilizar más, hasta que la mujer pronunció aquellas palabras que jamás creyó escuchar. Su hijo, el niño que no conocía, se encontraba en un hospital herido.

—¿Entonces si a nuestro hijo no lo hubieran herido, ni siquiera me hubieras dicho?

La mujer quedó en silencio y estacionó la camioneta en la entrada, ella guardó la compostura, las lágrimas se derramaba sobre sus mejillas pero su cuerpo se encontraba completamente entumecido, no encontraba una forma de moverse, no quería hacerlo.

Ella quería una vida normal, una donde pudiera elegir a su esposo y al padre de sus hijos, donde pudiera tener cosas normales, pero ya ello era demasiado tarde, había perdido al amor de su vida y a su hijo en una misma noche y todo por decisiones en las que ella fue presionada.

Y su mente sólo decía que ella misma era la culpable de su mismo sufrimiento.

—Llevame a verlo.

—Está en terapia intensiva—Susurro— Necesita sangre y el único que puede dársela eres tú, soy una sangre incompatible para él. El embarazo fue de alto riesgo cuando nació.

El hombre guardo la compostura cuando se imaginó a Morgana embarazada, llevando en su vientre el fruto del amor que ella había procreado con él.

Quiso sacarse aquella imagen de su mente pero su propio amor lo traicionó.

—A mi hijo le daré lo que necesite, Morgana. Pero después de este suceso, te prometo que nos veremos en los juzgados. No puedo permitir que Jacob viva una vida que tu inventaste. Volara a Californa y será legalmente mi hijo.