Janet tiene un futuro prometedor, pero su padre la fastidia a que ya debe casarse. Como ella se niega rotundamente, la obliga a aceptar un trabajo en la ciudad. Así es como termina cuidando de un hombre ciego llamado Nicolás. Este hombre es hijo de un mafioso.
Será que, el haber ido en contra de los deseos de su familia, ¿Podría significar el inicio de su felicidad?
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HABLAR SIN MIEDO
Para la hora de secarnos, nuestras emociones ya estaban calmadas. Bueno, en realidad eran las emociones de él, las que estaban más alteradas por querer conquistarme. ¡Ahora si era un hecho que Nicolás quería conmigo!
Y no me daba miedo decirlo. Una parte de mí si estaba colgando y babeando por él. ¡También me gustaba! Pero no le iba a poner fáciles las cosas. Mi abuelita solía decirme que debía hacerme la difícil antes de aceptar a un hombre en mi vida.
Aunque muchas de mis compañeras seguían la costumbre del pueblo, yo siempre supe que antes de enamorarme, quería lograr hacer cosas que me hicieran ser feliz. ¿Cómo que cosas? Eso era una sorpresa porque ni yo misma sabia con exactitud qué es lo que quería, pero sentía esa necesidad de lograr algo increíble.
Supongo que por eso mi papá no me apoyaba. ¡Y le daba mucho coraje cuando le llevaba la contraria! Tantas golpizas que me dio por querer ser diferente a sus ideales. A veces me sentía como si fuera una propiedad o un objeto. Que por ser mujer debía acatarme a lo que un hombre debiera decidir para mí, que solo iba servir para ser madre y para cuidar de un hogar. ¿Terminar casada con un borracho? ¿Con un flojo? ¿Un albañil? ¿Vivir en casa de mis suegros hasta lograr tener un hogar propio? ¿Ser la esclava de quehaceres domésticos impuestos por un hombre que no me haría feliz? ¿Embarazarme tres veces? ¿Engordar sin haber disfrutado de cada etapa de mi vida? ¡Nada de eso es lo que yo quería para mí!
¿Qué diferencia existía entre lo que yo quería y Nicolás? ¿Realmente podríamos ser felices juntos? ¿Por qué elegirme a mí? Tantas ideas me revoloteaban en la cabeza y sentía enamoramiento por ese hombre. ¿Qué podría necesitar él aparte de mi cariño? ¿Qué sea su novia? ¿Su esposa? ¿Su sirvienta? ¿Su mujer?
Al menos él ya había vivido sus romances marchitos. ¡Yo apenas estaba por averiguar si él sería capaz de hacerme florecer sin sufrir!
...🌺🌺🌺...
A la hora de la cena, Iker había traído pollo frito. ¡El mayordomo ya había vuelto a casa! Sobre la mesa estaban los recipientes donde el pollo estaba empaquetado. Tenían unas letras KFC por todos lados. ¡Y el pollo frito era delicioso!
—Así que todo está bien en el norte. ¿Pasaste a Tamaulipas, a casa de mi padre?
Mientras escuchaba la conversación de ellos dos, supe cosas que desconocía por completo. ¡El negocio de Nicolás era enorme! Y desde que su padre falleció, Nico ha tenido que hacerse cargo de todo. Pero a pesar de ser narcos, yo nunca escuche que hablaran de droga o cosas ilegales.
—Sí. Sus primos le mandan saludos —respondía el mayordomo.
Una parte de mí se sentía super irritada a causa de escuchar como Iker le hablaba de usted a Nicolás. Pero bueno, después de todo, se trataba de su jefe.
—¿Cómo está mi abuelo? —Preguntó el jefe.
—Está bien. Le llevaron las colmenas para las naranjas.
—¡Perfecto!
Termine de comer una pierna de pollo. ¡Delicioso!
—¿Está listo para su operación?
—Me he estado mentalizando. El no ver es una cosa que me mata.
—Supongo que sí. Lo bueno es que después de esta operación, todo cambiará.
Nicolás asintió. Note que estaba viéndome de reojo.
—Mañana quiero salir a pasear.
—¿A dónde quiere que lo lleve?
—Conduciré yo. No es necesario que me acompañes.
—¿Quiere la escolta detrás de usted?
—Estaría bien. Pero no quiero que llamemos mucho la atención.
¿A dónde planeaba ir? ¿Llamar mucho la atención?
—Por supuesto. Les diré a los muchachos. Ernesto seguirá por aquí durante algunos días. ¿Quiere que lo reasignen?
Pareció meditar.
—No. Déjalo que esté aquí. Veré en qué nos puede ser útil.
Asintió. Iker retomó la comida de su plato.
—Mañana te llevaré a conocer la ciudad —Nicolás se dirigió a mí.
Me sorprendió lo que dijo.
—¿Cómo? —Mi tono era incrédulo.
—Te llevaré a pasear. ¿Te parece bien la idea?
¿Esto era parte de su plan para poder conquistarme?
—Supongo que…
—Quiero despejar mi mente por última vez antes de que me operen. ¡Quiero tener recuerdos visuales que me den ánimo mientras mis ojos se curan en la oscuridad! Quiero tenerte en mi mente.
¡Sus palabras me causaron felicidad!
—Podrían ir al centro de la ciudad. He escuchado que venden unas banderillas muy sabrosas. Creo que les llaman momias —informó Iker.
Hice contacto visual con el mayordomo y supe que él también sabía sobre los sentimientos de Nicolás hacía mí. Asintió complacido.
¿Qué cosas sabían todos y yo no?
...🌺🌺🌺...
Caminando por el zócalo de la ciudad, muchas cosas pasaban por mi mente. Nicolás y yo estábamos tomados de la mano, no había incomodidad en algo así y el clima era muy agradable.
—¿Qué te ha parecido nuestro recorrido? —Preguntó él.
Suspire.
—Ha sido muy padre. El centro de la ciudad parece muy antiguo.
Asintió.
—¿Quieres que vayamos a La Victoria?
—¿Qué es eso?
Sonrió.
—Vamos, te llevaré para que conozcas.
Nos tomó varios minutos poder llegar a La Victoria. Caminamos por una calle donde no pasaban autos. Había árboles enormes, mucha gente iba y venía, esto era muy concurrido. Recordé los fines de semana en el municipio, cuando la gente solía ir a turistear por el zócalo y el mercado.
En el centro de la ciudad había muchas iglesias y la arquitectura era increíble.
Cuando entramos a La Victoria, me sorprendió saber que en realidad era un centro comercial en una construcción antigua.
—Hemos venido aquí para probar las momias. Ni siquiera yo que vivo en Puebla desde hace varios años las he probado.
Las famosas momias eran en realidad, una banderilla grande cubierta con tocino y si querías, le podían poner salsa macha. ¡Delicioso!
—¡No inventes! Sabe bien buena —pronuncie después de saborear el primer bocado.
—¿Le pusiste más salsa picante?
—Sí. ¿Y tú?
—También. Pero, aunque como picante, veo que tú comes más —señaló mi cono de papas fritas nadando en salsa.
Sonreí.
—Soy una chica de pueblo, como picante desde muy chica.
Di otra mordida a mi banderilla. Mastique. El sabor graso del tocino con la salsa era lo mejor.
—¿Te gusta estar conmigo? —Preguntó.
—Sí. ¿Y a ti?
—¡A mí me encanta tu compañía!
Me ruborice un poco. Sonreí. Quise mirarle directamente a los ojos.
—¡Tú eres muy guapo!
Enarcó sus cejas.
—¿Así?
—Eres un hombre muy atractivo. Tienes unos ojos hermosos y cuando sonríes, me siento muy bien.
—Que sincera estás siendo.
—Decidí que quiero hablarte sin miedo.
Arrugó su entrecejo.
—¿Antes me tenías miedo?
—No. Me refiero a que hay cosas que antes no imagine que podría hablar contigo, sobre todo, de cosas románticas y así.
—¿Cosas románticas?
—Las que dices sentir por mí —sonreí y moví mis cejas de forma pícara.
Mordió su banderilla y una mancha de salsa le quedó en la comisura de sus labios. ¡Mis pensamientos se volvieron atrevidos! Decidí sorprenderlo. Subí mi mano hasta él y con mi pulgar, limpié su piel. ¡Mi tacto lo dejó pasmado!
—¿Tú…?
—Tenías un poco de salsa —sonreí.
—Ah.
—¿Te puse nervioso?
Confirmó.
—¿Quieres caminar un poco?
Había varios negocios en La Victoria. Pasamos a una librería y me llamo mucho la atención un libro con una portada anaranjada y floreada con dos siluetas. ¡Las Flores que me Diste!
—¿Te gusta ese libro? —Me preguntó él.
—No lo he terminado de leer. Lo dejé inconcluso.
—¿Te gustaría leerlo de forma completa?
Su pregunta me trajo recuerdos. Como en casa no se me permitía estar libre, en los recesos de clase solía ir a la biblioteca a leer. Las Flores que Me diste estaba en un librero de libros nuevos cerca del escritorio del profesor y allí, entre libros y letras, mi mundo era menos estresante que la realidad en casa.
—Sí.
—Llévatelo.
Él me lo compró.
¿De verdad estábamos caminando juntos? Me sentí como la chica más linda de la tierra. Comiendo papas fritas en un cono, llevando un libro en mi bolso pequeño y sonriendo a causa de estar caminando al lado de un hombre muy guapo. ¡Esto era increíble! Si en el pueblo anduviera caminando así, todos esparcirían el rumor de que ya tengo novio aun sin ser nada todavía.
—¿Te quieres tomar una foto allí dentro? —Señaló en dirección a un quiosco de forja.
El diseño era muy bonito. Era de color verde y tenía cristal en el techo.
—Claro.
Cuando entre al quiosco, mi atención se fue a examinar los vitrales del techo y cuando mire el suelo, una rosa de los vientos resguardaba unas coordenadas en una placa metálica dorada. ¡Hermoso!
—Mamá decía que antes se vendían flores en este lugar.
—¿Cómo que se vendían?
—Este era un mercado tradicional donde la gente venía a comprar el recaudo y el quiosco era la parte más bella. ¿Lo puedes creer? Justo aquí se vendían las flores más hermosas de la ciudad.
Sonreí. Use mí imaginación para ver las flores por todos lados. Seguramente se vería más hermoso con muchas flores y los clientes comprando para regalarlas a sus seres queridos. ¿Por qué comprar flores? ¿Por qué darlas como regalo? ¡Era un bonito detalle! Una muestra de que los sentimientos pueden florecer cuando se camina al lado de la persona correcta.
—Debió ser una época bonita.
Asintió.
—Tomemos una selfie —sacó su celular y enfocó en nosotros.
Tomo varias.
—¿Puedo ver cómo salimos?
Me ofreció su celular. Examine la fotografía y me gustó el resultado.
—¡Salimos bien!
Cuando hice contacto visual con él, no pude evitar sentirme chiveada. ¿Cómo era posible este suceso?¡Me ofreció un ramo de flores!
—¿Quieres ser mi novia? —Su pregunta era una realidad que yo no esperaba.
La música de fondo me hizo pensar que este era un momento muy especial. Nicolás esperaba una respuesta y de momento, encontré muchas emociones en mi interior. ¿Qué debía hacer?
Sonreí con mucha alegría y entonces, supe lo que quería. Porque después de pensarlo tanto tiempo, le iba a hablar sin miedo. ¡Ya tenía una respuesta a su propuesta!
—Nicolás, yo… —sentí un golpe en la cabeza y nada más.