Espíritus Olvidados

Había llegado el momento de entrar a la escuela. En mi mochila me cargué un nerviosismo muy grande que pesaba más que cualquiera de mis libros. 

Estaba acostumbrado a pasar desapercibido pero en aquellos instantes sentí como si todos me hubieran porque yo era el protagonista de una historia, una en la que llevaba una gran responsabilidad. Eso me aterraba.

Entré y vi que todo estaba normal como siempre. Pasé por la dirección y está vez no estaban sus padres ni nadie en ella. Me dió la espina de entrar y buscar algo más pero había mucha gente pasando por ahí así que me abstuve. 

Intenté pensar en algún sitio clave en todo el terreno que comprendía la escuela. En esos momentos comencé a ver diferente el instituto. No lo veía como el típico lugar donde iba a aburrirme con varias aulas y salones. Esta vez era como el terreno del enemigo, una construcción con varias pistas que necesitaba encontrar para poner en peligro a su dueña.

Comencé a recorrer los pasillos de una manera distinta al común. Pasé por los baños que estaban al otro extremo de mi edificio y ahí vi algo que me aterró. Cerca de las tasas había un espejo muy largo que dividía los baños de mujeres y hombres. Cuando pasé por ahí, en ese espejo pude ver claramente el rostro de un niño que pasaba por ahí.

En ese momento me detuve y me acerqué nuevamente ahí para corroborar lo que había visto pero ya no había nada, era un espejo normal que me mostraba y el paisaje que se alcanzaba aún a ver. 

Estaba apunto de irme nuevamente para retomar mi camino pero el niño se asomó por el espejo otra vez.

Según yo era un niño aunque mi percepción podía haberme engañado nuevamente y confundir un espíritu con otro. Su aspecto era deteriorado como al inicio el de mi amigo. Sus ojos estaban sumidos como dos grandes hoyos. Tenía grandes ojeras de color negro y un toque de morado mientras que sus labios estaban como mordidos a un nivel muy grande.Tenían sangre y ya no estaban completos como si un gusano se los hubiera comido. En su cabeza podía verse una división hecha por el cabello, del lado derecho no tenía e incluso se le veía el cráneo en muy mal estado. Del lado izquierdo si había cabello pero estaba maltratado y seco como el de un indigente que lleva varios días sin bañarse. Su rostro y en general todo su cuerpo estaba chupado, delgado al borde de convertirse solo en huesos. Lo más escalofriante que tenía era su boca con esos dientes grandes y amarillos, dientes que incluso estaban rotos en algunas secciones pudiendo ver parte de su garganta.

Todo esto lo pude ver a detalle porque se quedó ahí mucho tiempo. A pesar de tenerme en frente no parecía que me podía ver. Era más como si tuviera la mirada perdida sin saber a dónde ir 

—¿Quién eres?—Le pregunté con la confianza que me había dado mi experiencia anterior. 

Comenzaba a creer en esa cosas un poco más y pensé que podía estar relacionado con el caso de mi amigo así que no perdí el tiempo consumiéndome por el miedo.

El espíritu parecía verme y entender mis palabras pero no me respondía nada en absoluto. Solo se me quedaba viendo moviendo su cabeza de un lado a otro y eso daba muchos escalofríos. Sacaba su lengua que era muy larga y la movía por toda su boca hasta tocar sus ojos y bajar nuevamente hasta el cuello. Hizo círculos de está forma una y otra vez hasta que el vidrio comenzó a empañarse de verdad. Con el valor impregnado en el espejo asomó su dedo el cual era igual de largo que la lengua y comenzó a escribir estas letras: “Saúl”

Entendí que ese era su nombre y que estaba respondiendo a mi pregunta.

—¿Qué haces aquí?—Continúe con el cuestionario. El espíritu hizo más vapor para poder escribir el mensaje. “Me trajeron aquí, soy un esclavo del demonio”

Después de decir esto sus ojos comenzaron a dar vueltas una y otra vez como si de un reloj se tratara pero moviendo la manecillas a una velocidad increíble. 

—¿Quién te llevó ahí?, ¿Eres un espíritu atrapado?, ¿Cómo puedo ayudarte?—Me excedí en el número de preguntas y en el cómo las hacía pero estaba ansioso por saberlo todo que me dejé llevar.

El espíritu no respondió nada como era de esperarse, en su lugar solo me hizo señas hacía el edificio que estaba justo a un lado. Esa área no pertenecía a ningún salón, era más como oficinas y cosas así. El espíritu me hizo voltear hacia allá pero cuando regresé a mirar el espejo nuevamente, se había ido y no apreció más.