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Promesas De Hielo Y Fuego

Promesas De Hielo Y Fuego

Status: En proceso
Genre:Amor tras matrimonio / Traiciones y engaños / Matrimonio arreglado / Amor-odio / Diferencia de edad / Venganza de la protagonista
Popularitas:8.9k
Nilai: 5
nombre de autor: Valentina Claros

En el frío norte de Suecia, Valentina Volkova, una joven rusa de 16 años con ojos de hielo y cabello dorado, se ve obligada a casarse con su padrastro, Bill Lindström, un hombre sueco de 36 años. Marcados por un pasado lleno de secretos y un presente lleno de tensiones, ambos deberán navegar entre el deber, el resentimiento y una conexión que desafía las normas. En un matrimonio tan improbable como inevitable, ¿podrá el amor surgir de las cenizas de la obligación?

NovelToon tiene autorización de Valentina Claros para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

XIII. Det tysta kriget (La guerra silenciosa)

El invierno en Estocolmo seguía mostrando su lado más feroz. Las ventiscas hacían que los días fueran grises y las noches heladas, envolviendo la mansión Lindström en un frío que parecía casi tangible. A pesar de que Valentina había vuelto a la seguridad de su hogar, el ambiente en su interior estaba lejos de ser cálido. El silencio entre ella y Bill se había vuelto una constante, una barrera invisible que ninguno de los dos parecía dispuesto a cruzar. Sin embargo, esa calma superficial estaba llena de tensiones no resueltas, como una tormenta contenida justo antes de estallar.

Valentina pasaba la mayor parte de sus días en su habitación, acompañada únicamente por los terapeutas y médicos que Bill había contratado para supervisar su recuperación. Las sesiones de fisioterapia eran agotadoras, pero necesarias, pues todavía luchaba contra la debilidad que le había dejado la neumonía. Las recomendaciones médicas eran claras: debía evitar el estrés, pero eso parecía imposible cuando cada rincón de la mansión le recordaba la situación en la que estaba atrapada.

Bill, por su parte, se había sumido en su rutina de trabajo, manteniéndose ocupado con llamadas y reuniones en su despacho. Aunque seguía pendiente de su salud, había dejado de insistir en cualquier conversación sobre la boda. Sin embargo, Valentina no podía evitar sentir que esa tregua era temporal, que en cualquier momento él retomaría el control de su vida y ella volvería a sentirse acorralada.

Una noche, mientras el viento aullaba fuera de la mansión, Valentina decidió abandonar la prisión autoimpuesta de su habitación y bajar a la sala principal. La chimenea estaba encendida, llenando el espacio con un calor acogedor que contrastaba con el frío del exterior. Bill estaba allí, sentado en uno de los sofás, con un libro en las manos. La escena era tan inusual que Valentina se detuvo en seco, observándolo desde la entrada.

Él levantó la vista al sentir su presencia y, para su sorpresa, le dedicó una leve sonrisa. Sin decir nada, señaló el sillón frente a él, invitándola a sentarse. Valentina dudó por un momento antes de aceptar, avanzando lentamente hacia él como si temiera que cualquier movimiento brusco pudiera romper la aparente paz entre ellos.

El silencio entre ellos era denso, pero no incómodo. Valentina tomó una manta que estaba doblada sobre el sillón y se cubrió con ella, mirando las llamas danzar en la chimenea. Durante un largo rato, ninguno de los dos dijo una palabra, pero ese silencio compartido parecía tener un significado propio, una especie de tregua tácita que ambos necesitaban.

Finalmente, fue Bill quien rompió el silencio. Cerró el libro y lo dejó a un lado antes de mirarla directamente, con una intensidad que hizo que Valentina se removiera incómoda en su asiento.

—Valentina, he estado pensando en todo esto, en nosotros, en cómo hemos llegado hasta aquí —dijo, su voz baja pero firme.

Ella no respondió de inmediato, limitándose a observarlo con cautela. Sabía que cualquier conversación con él podía ser una trampa, pero también había algo en su tono que la intrigaba.

—Y, ¿qué has decidido? —preguntó finalmente, su voz cargada de escepticismo.

Bill suspiró, pasándose una mano por el cabello, un gesto que Valentina había llegado a reconocer como una señal de que estaba tratando de encontrar las palabras correctas.

—He decidido que no podemos seguir así —admitió, su tono más suave de lo que ella esperaba—. Sé que te he presionado demasiado, que he tomado decisiones sin consultarte, y estoy dispuesto a cambiar eso.

Las palabras de Bill la tomaron por sorpresa. Durante semanas había estado esperando que él volviera a insistir en la boda, que retomara su actitud autoritaria, pero en cambio, parecía estar mostrándole un lado más humano, más vulnerable.

—¿Por qué? —preguntó Valentina, su voz apenas un susurro.

Bill la miró fijamente, como si intentara descifrar algo en su expresión antes de responder.

—Porque quiero que confíes en mí, y sé que no puedo exigir eso si sigo actuando como lo he hecho hasta ahora.

Valentina no sabía qué decir. Parte de ella quería creer en sus palabras, pero otra parte, la parte que todavía estaba herida y desconfiada, le decía que no bajara la guardia.

La conversación terminó ahí, pero esa noche marcó un punto de inflexión. Aunque las tensiones entre ellos seguían presentes, había algo diferente en la dinámica. Bill comenzó a mostrarse más atento, más dispuesto a escuchar, mientras que Valentina, aunque todavía recelosa, empezó a permitirse pequeños momentos de vulnerabilidad.

Sin embargo, esa tregua no era suficiente para borrar el pasado. Valentina todavía se sentía atrapada, incapaz de escapar de las circunstancias que la rodeaban. A menudo se encontraba mirando por la ventana de su habitación, observando los vastos terrenos cubiertos de nieve y soñando con una libertad que parecía inalcanzable.

Una tarde, mientras estaba en su habitación, recibió la visita de su terapeuta emocional, una mujer de mediana edad con una voz calmada y una mirada comprensiva. Durante la sesión, hablaron sobre sus miedos, sobre la presión que sentía y sobre cómo todo eso estaba afectando su recuperación.

La terapeuta le recomendó que encontrara una forma de expresar sus emociones, ya fuera escribiendo, dibujando o simplemente hablando con alguien en quien confiara. Valentina no pudo evitar soltar una risa amarga ante esa sugerencia.

—¿Con quién podría hablar? —preguntó, su tono cargado de ironía—. ¿Con Bill?

La terapeuta no respondió de inmediato, limitándose a observarla con una paciencia que Valentina encontraba irritante pero reconfortante al mismo tiempo.

—Tal vez no ahora, pero algún día. Lo importante es que encuentres una manera de liberar esa tensión. Guardarlo todo dentro solo te hará daño.

Las palabras de la terapeuta se quedaron con ella mucho después de que la sesión terminara. Esa noche, mientras estaba sola en su habitación, decidió intentar escribir. Tomó un cuaderno y un bolígrafo que había encontrado en uno de los cajones y comenzó a plasmar sus pensamientos, sus miedos, sus frustraciones.

Al principio, las palabras salían de manera torpe, como si estuviera tratando de forzar algo que no quería salir. Pero poco a poco, la tinta comenzó a llenar las páginas, y Valentina sintió una extraña sensación de alivio. No era una solución, pero era un comienzo.

Mientras tanto, Bill seguía trabajando en la mansión, manteniéndose ocupado con sus negocios y evitando confrontar directamente los problemas que sabía que aún existían entre ellos. Aunque no lo admitía abiertamente, también estaba lidiando con sus propios demonios, tratando de encontrar un equilibrio entre sus responsabilidades como tutor y sus propios sentimientos hacia Valentina.

La relación entre ellos seguía siendo complicada, llena de altibajos y tensiones no resueltas. Pero en medio de todo eso, ambos empezaban a darse cuenta de que, para bien o para mal, estaban conectados de una manera que ninguno de los dos podía ignorar.

Aunque el camino hacia la reconciliación todavía parecía lejano, había una pequeña chispa de esperanza, una posibilidad de que, con el tiempo, pudieran encontrar una manera de coexistir sin el peso de las expectativas y resentimientos que los habían definido hasta ahora.

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Beatriz Coelho
Lo que no entiendo es cómo le dan tanto poder y le enseñan a manejar negocios si es una niña de 16 años o ya para 17, no estudia no va a la preparatoria???
y de paso es una maquiavélica...no, no, no aburre
Magda borquez
mucho preámbulo. repite mucho. da vueltas en lo mismo...
Magda borquez
una pregunta... Valentina no estudia? sólo tiene 16 años...
Mayelin Almonte
fotos porfavor
うacacia╰︶
Quiero saber más, ¡actualiza pronto! ❤️
Celia Luis Huamani
Emocionada por la continuacion
Max >w<
No puedo esperar a leer el siguiente capítulo! 😃
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