Cuando Elliot, un estudiante universitario, empieza a experimentar extraños sucesos en su hogar, nunca imagina que está a punto de adentrarse en un misterio que trasciende la vida y la muerte. La aparición inesperada de Blake, un fantasma atrapado entre dos mundos, desencadena una serie de eventos que revelan secretos ocultos y verdades perturbadoras.
Mientras Elliot intenta ayudar a Blake a encontrar su camino al más allá, ambos descubren que la conexión entre ellos es más profunda de lo que imaginaban. En su búsqueda, se enfrentan a enigmas sin resolver, fuerzas oscuras y un pasado que no está dispuesto a permanecer en silencio.
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En el umbral del secreto
El día siguiente trajo una calma aparente, pero Elliot sabía que las cosas no volverían a ser iguales. Después de lo ocurrido la noche anterior con la sombra y la advertencia de Blake, cada momento que pasaba en su casa lo hacía sentir como si algo estuviera al acecho. Sin embargo, no podía permitirse parecer preocupado frente a los demás. Lilith, William y Dylan seguían ajenos a lo que sucedía en la oscuridad, y aunque le costaba guardarles secretos, sabía que no era el momento adecuado para revelarles la verdad.
Elliot pasó la mañana en la universidad, intentando concentrarse en las clases, pero su mente vagaba hacia Blake, hacia Damián, hacia la sombra que había visto. Sentía que una amenaza invisible estaba comenzando a envolver su vida, y cada día que pasaba le acercaba más al centro de algo que aún no lograba comprender por completo.
—Hey, ¿tierra llamando a Elliot? —la voz de Lilith lo sacó de sus pensamientos.
Elliot parpadeó, mirando a su amiga sentada frente a él en la cafetería de la universidad. Dylan y William también estaban allí, charlando sobre algo que no lograba escuchar.
—Perdón, estaba distraído —murmuró, sonriendo ligeramente.
—¿Distraído? Has estado ausente toda la mañana —Lilith frunció el ceño—. ¿Está todo bien? Porque si no, sabes que puedes contar conmigo.
Elliot la miró con cariño, pero sabía que no podía contarle todo. No todavía. Había cosas que ni siquiera él entendía del todo, y no quería arrastrar a sus amigos a ese caos.
—Sí, todo está bien. Solo he estado pensando mucho en… las clases. Ya sabes, exámenes y todo eso.
Lilith lo miró con escepticismo, pero no insistió.
—Bueno, solo asegúrate de no quedarte atrapado en tu cabeza. Hemos notado que estás más callado últimamente —dijo mientras le daba un golpecito en el brazo.
Elliot asintió, sabiendo que tenía que hacer un esfuerzo para no levantar sospechas. Mientras tanto, Dylan y William seguían conversando, completamente ajenos a la tensión que se acumulaba en el aire.
—¿Alguien más ha notado que Damián también ha estado raro? —preguntó William, quien hasta ese momento había permanecido en silencio.
Elliot sintió que el corazón le daba un vuelco. William no era del tipo de persona que se fijara en esas cosas, pero Damián había estado particularmente inquieto desde la aparición de la sombra. Sus salidas nocturnas al bosque se habían vuelto más frecuentes, y aunque Elliot siempre confiaba en él, sabía que algo lo estaba afectando.
—No lo he visto mucho estos días —respondió Elliot, tratando de sonar despreocupado.
—Yo lo vi cerca del bosque hace dos noches —añadió Dylan—. El tipo se veía… no sé, como si estuviera buscando algo. Fue raro.
Elliot sintió un nudo en el estómago. No le gustaba que los demás se fijaran en Damián de esa manera. Sabía que su amigo tenía sus propios demonios y secretos, pero también sabía que no era del tipo de persona que quería involucrar a otros en ellos.
—A Damián le gusta estar solo a veces. Ya saben cómo es —dijo, intentando desviar el tema.
Lilith y William se miraron, pero dejaron pasar el comentario sin más. Dylan, sin embargo, parecía más interesado en el comportamiento de Damián.
—¿Y qué pasa contigo? —preguntó Dylan, mirándolo con detenimiento—. Tú también has estado más raro de lo normal, Elliot.
Elliot se encogió de hombros, intentando parecer despreocupado.
—Supongo que solo he tenido muchas cosas en la cabeza últimamente.
Dylan asintió lentamente, pero su mirada seguía fija en él. Había algo en esos ojos que siempre lo ponía nervioso, como si pudiera ver más allá de las excusas superficiales.
Cuando la conversación en la cafetería llegó a su fin, Elliot decidió que necesitaba hablar con Damián lo antes posible. Si bien sabía que su amigo no le diría todo lo que estaba pasando, al menos necesitaba saber si había algo más que debía preocuparse. Y, por supuesto, estaba la advertencia de Blake. Algo antiguo, algo peligroso, estaba moviéndose entre ellos, y no podía ignorarlo.
Elliot encontró a Damián en su habitación cuando regresó a casa esa tarde. El chico estaba sentado en la cama, con la mirada perdida en un punto indeterminado del suelo. Elliot cerró la puerta detrás de él y se sentó junto a su amigo.
—Damián, ¿qué pasa? —preguntó suavemente.
Damián no respondió de inmediato. Mantuvo su mirada fija en el suelo, como si estuviera debatiéndose internamente si debía decir algo o no.
—Elliot, hay algo en el bosque —murmuró finalmente, su voz temblando levemente—. Algo... oscuro.
El corazón de Elliot se detuvo un segundo. No era común que Damián mostrara miedo o vulnerabilidad, pero en ese momento, su amigo parecía genuinamente asustado.
—¿Qué viste? —preguntó, su voz ahora tensa.
—No estoy seguro. Es como si... estuviera observándome cada vez que salgo. Y creo que tiene algo que ver con la sombra que vimos anoche.
Elliot sintió un escalofrío recorrer su espalda. Lo que Blake les había advertido no era una exageración. Algo en la oscuridad del bosque estaba acechando, y Damián lo había sentido antes que ellos.
—Blake mencionó que estaba relacionado con Adrián, de alguna forma —dijo Elliot, tratando de conectar las piezas del rompecabezas—. ¿Crees que podría ser él?
Damián se quedó en silencio por un largo momento, sus manos temblaban ligeramente. Finalmente, asintió.
—No lo sé, pero sea lo que sea, no es algo que pueda ignorarse. Está creciendo, Elliot. Y si no hacemos algo pronto...
Elliot asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. Sabía que Damián no exageraría en algo así. Si su amigo estaba asustado, eso significaba que las cosas eran mucho peores de lo que él imaginaba.
—No estás solo en esto, Damián. Vamos a averiguar qué está pasando y lo detendremos —dijo Elliot, apretando la mano de su amigo con fuerza.
Damián lo miró, sus ojos llenos de una mezcla de miedo y agradecimiento.
—Gracias, Elliot —susurró.
Y en ese momento, Elliot supo que, no importa lo que viniera, no dejaría que Damián enfrentara esa oscuridad solo. Tendrían que hacerlo juntos, y si la sombra que acechaba tenía algo que ver con Adrián, entonces sería cuestión de tiempo antes de que descubrieran la verdad.
———
Elliot y Damián permanecieron en silencio por unos momentos, sentados uno junto al otro. El aire en la habitación se sentía pesado, cargado de todo lo que no decían. Sabían que había cosas más grandes en juego, pero el miedo a lo desconocido les impedía ver con claridad.
—No le digas a nadie más, por favor —susurró Damián, mirándolo con esos ojos oscuros y serios—. No quiero que piensen que estoy loco. Ni que me hagan preguntas que no puedo responder.
Elliot asintió, apretando su hombro en señal de apoyo. Él era el único que conocía los secretos más profundos de Damián, y sabía que la gente no siempre entendía la forma en que su amigo veía el mundo.
—No te preocupes, no diré nada —respondió Elliot, decidido—. Esto lo manejaremos nosotros. Y si Blake sabe algo más, lo averiguaremos.
Damián asintió, pero su rostro seguía sombrío. Sabía que su amigo se sentía perdido, atrapado entre el miedo y la incertidumbre. En el pasado, los dos habían pasado por situaciones difíciles, pero esto era diferente. La oscuridad en el bosque no era un simple problema emocional o de vida cotidiana; había algo antiguo y amenazante que acechaba más allá de lo visible.
—Deberías descansar —dijo Elliot suavemente, levantándose de la cama—. Yo haré guardia esta noche.
Damián lo miró sorprendido, pero no discutió. Sabía que Elliot estaba decidido a protegerlo, incluso si eso significaba sacrificar su propio descanso. Sin más palabras, Damián se dejó caer en la cama y cerró los ojos, aunque Elliot sabía que su mente no descansaría fácilmente.
Esa noche, Elliot se sentó junto a la ventana de su habitación, mirando hacia el bosque que se extendía en la distancia. Las sombras de los árboles parecían moverse de una manera inquietante bajo la luz de la luna, pero él no apartaba la vista. Estaba atento a cualquier señal de peligro.
De repente, una figura apareció a su lado. Elliot no se sobresaltó; ya estaba acostumbrado a la presencia de Blake.
—Lo sientes, ¿verdad? —dijo Blake, mirando también hacia el bosque—. Algo está cambiando.
Elliot asintió sin apartar la vista.
—Damián lo siente también. Está asustado, aunque no lo quiera admitir.
Blake se mantuvo en silencio por un momento, como si estuviera evaluando lo que acababa de escuchar.
—Es normal tener miedo —murmuró Blake finalmente—. Esto que está pasando… no es algo que debas enfrentar solo.
Elliot se giró hacia él, sus ojos encontrándose en la penumbra de la habitación. Había algo en la forma en que Blake lo miraba, una mezcla de preocupación y una conexión profunda que ambos aún estaban explorando.
—No estoy solo —respondió Elliot, con más seguridad de la que realmente sentía—. Te tengo a ti. Y a Damián. No importa lo que esté por venir, no pienso rendirme.
Blake sonrió levemente, pero había una sombra en sus ojos que Elliot no pudo ignorar.
—A veces el amor y la amistad no son suficientes para detener lo que viene, Elliot. Algunas cosas… algunas fuerzas son más antiguas y peligrosas de lo que te imaginas.
Elliot sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sabía que Blake no le estaba contando todo, pero también sabía que las palabras de su amigo venían de la experiencia. Blake había estado atrapado entre el mundo de los vivos y los muertos durante demasiado tiempo, y había visto cosas que Elliot no podía imaginar.
—¿Hay algo más que deba saber? —preguntó Elliot, su voz temblando ligeramente.
Blake lo miró por un largo momento antes de responder.
—Adrián no es solo un chico perdido en el tiempo. Es mucho más que eso. Y aunque ahora está oculto, pronto tendrás que enfrentarlo.
El nombre de Adrián resonó en la mente de Elliot, llenando el silencio de la habitación con una sensación de inminente peligro. No conocía a Adrián, pero si Blake lo mencionaba, entonces era alguien a quien debían temer.
—¿Qué se supone que haga cuando lo encuentre? —preguntó Elliot, su corazón latiendo más rápido.
Blake suspiró, como si estuviera cargando con el peso del conocimiento que no podía compartir por completo.
—No lo sé. Solo… mantente alerta. Hay más en juego de lo que crees. Y cuando llegue el momento, necesitarás a todos a tu lado. Incluso a los que ahora están en la oscuridad.
Elliot asintió lentamente, comprendiendo que la batalla que se avecinaba no sería solo física. Iba a ser una lucha interna, una en la que la lealtad, el amor y los secretos ocultos se entrelazarían de maneras inesperadas.
Cuando Blake desapareció tan silenciosamente como había llegado, Elliot se quedó solo, mirando hacia el bosque, sabiendo que algo oscuro estaba creciendo allí. La luna brillaba intensamente en el cielo, pero la luz no era suficiente para disipar las sombras que se cernían sobre su vida.
Y aunque se sentía abrumado, sabía que no podía permitirse flaquear.
La noche avanzaba lentamente, y aunque Elliot intentaba mantenerse despierto, sus ojos comenzaban a pesarle. Cada sonido que provenía del exterior, desde el crujido de las ramas hasta el ulular del viento, lo mantenía en alerta. Pero no era el bosque lo que más lo inquietaba; era lo que se ocultaba en la profundidad de los secretos que rodeaban a Blake, a Damián y a ese misterioso nombre: Adrián.
En medio de sus pensamientos, el teléfono de Elliot vibró, rompiendo el silencio de la habitación. El nombre de Lilith apareció en la pantalla.
—¿Elliot? —la voz de Lilith sonaba baja y preocupada al otro lado—. No te he visto en todo el día. ¿Estás bien?
Elliot dudó. Lilith era su mejor amiga, alguien en quien confiaba plenamente, pero no estaba listo para compartir todo lo que estaba sucediendo, al menos no todavía.
—Sí, solo he estado ocupado —mintió con una sonrisa que ella no podía ver—. ¿Tú qué tal?
—Algo inquieta —admitió Lilith—. He estado sintiendo cosas extrañas últimamente. Como si… algo estuviera por suceder. ¿Lo has notado?
Elliot se tensó. La intuición de Lilith era algo que siempre había respetado, y ahora que lo mencionaba, no podía ignorar la sensación de que algo grande y oscuro estaba al acecho.
—No sé a qué te refieres —dijo finalmente, queriendo mantenerla al margen un poco más.
—Bueno, si pasa algo, sabes que puedes contar conmigo —agregó Lilith con un tono que insinuaba que no se creía del todo su respuesta—. No me dejes fuera de lo que sea que esté pasando.
—Lo sé. No te preocupes —respondió Elliot antes de despedirse.
Colgó el teléfono y suspiró, sintiendo el peso de las mentiras y los secretos que ahora cargaba. Sabía que no podía mantener a Lilith, William y Dylan al margen para siempre, pero también sabía que involucrarlos significaba arriesgarse a exponerlos a algo peligroso.
Se recostó en su cama, cerrando los ojos por un momento, solo para ser interrumpido por el leve crujido de la puerta abriéndose. Damián estaba de pie en el umbral, su figura apenas iluminada por la luz de la luna.
—No puedes dormir, ¿verdad? —preguntó Damián en voz baja.
Elliot negó con la cabeza, haciéndole un gesto para que entrara. Damián caminó lentamente hacia él y se sentó en el borde de la cama, mirando fijamente al suelo.
—Blake me dijo algo sobre Adrián —murmuró Elliot, sabiendo que Damián era la única persona con la que podía ser completamente honesto.
—¿Qué dijo? —preguntó Damián sin levantar la vista.
—Que es más peligroso de lo que parece. Y que tarde o temprano tendré que enfrentarlo.
Damián permaneció en silencio durante un largo rato antes de responder.
—Si lo encuentras, no lo enfrentes solo —advirtió con una dureza inusual en su voz—. Yo estaré contigo, siempre.
Elliot lo miró, sintiendo el cariño y la lealtad de Damián en cada palabra. Sabía que su amigo haría lo que fuera por protegerlo, pero también sabía que involucrarlo más de lo necesario podía traer consecuencias impredecibles.
—No te dejaré fuera de esto —prometió Elliot—. Pero también tienes que confiar en mí. No siempre podremos pelear juntos todas las batallas.
Damián lo miró por primera vez esa noche, sus ojos brillando con una mezcla de emociones que Elliot rara vez veía en él.
—Te prometo que no voy a dejarte —repitió Damián, sus palabras cargadas de una intensidad que lo desconcertó.
Elliot asintió, sintiendo el vínculo que los unía más fuerte que nunca. Sin embargo, sabía que las sombras del pasado que rodeaban a Adrián se cernían sobre ellos, y el tiempo en el que tendrían que enfrentarlas estaba cada vez más cerca.
Esa noche, mientras el sueño finalmente lo envolvía, Elliot comprendió que no solo debía preocuparse por Blake, por el misterio de su muerte o por el oscuro secreto de Adrián. La verdadera batalla sería mantener a sus amigos, y especialmente a Damián, a salvo del peligro que se avecinaba. Un peligro que no podían ver, pero que se sentía tan palpable como el frío viento que soplaba fuera de su ventana.