El matrimonio, con el tiempo, irremediablemente, se transforma en rutina, pero cuando una retaila de "M" se unen, se convierte en dinamita pura, que detona en una peligrosa explosión, destruyendo la vida misma de forma Siniestra: Matrimonio de Mierda, Monotonía, Mentiras, Maldad, Misterio... Muerte! ¿Fue realmente el azar? ¿O fueron malas decisiones? ¡Las señales estuvieron siempre a la vista y, no las vimos! ¿O tal vez, no las quisimos ver?.. Este es más un drama, con eventos de suspenso sobrenaturales, espero lo disfruten.
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Capitulo XII Descubiertos
Samanta sigue observando con atención: Ahora hay 3 parejas, una mujer con dos hombres por ambos lados, mientras ellos se besan por el hombro de la mujer, la pareja de BDSM, el hombre está amarrado esposado con las piernas abiertas en un circulo de metal, la dominante es una mujer vestida de cuero negro con altas botas tambien negras, la particularidad es que el traje no cubre sus pechos ni sus genitales, está sostenido por correas, puede voltearlo cuando le apetece, golpeandola con látigo, y separando sus piernas al máximo, ese chico es muy elástico, ella lo penetra con un aparato vibrtorio. Y otra pareja de mujeres, dandose afecto oral.
Mientras tanto, Herminia ya había encontrado a la inconfundible Carolina, la están despojando de su vestido rojo, exponiendo el gran trasero, y se diponen a devorarla dos machos en sandwich, ninguno parece ser Robert. Pero, no muy lejos de allí, ve a otra figura conocida con una mujer de piel morena, le pareció reconocer a Robert. Va rápidamente en busca de Samanta, pero un desconocido está hablando con su hermana.
-Si quieres aparentar voyerismo, mínimo debes autosatisfacerte manualmente, a menos que desees que yo te ayude, aunque también hay consoladores- sonríe libidinoso el hombre.
-¡Oye tú, deja a mi chica en paz!- grita Herminia ya un poco bajo los efectos del alcohol, tiene poca tolerancia, a diferencia de Samanta. El hombre se aleja sonriendo.
-¡Sam ven, creo que encontré a Robert!, está con una morena- la levanta con la mano del mueble.
-¿Cómo puedes estar tan segura de que es Robert? Aquí todos tienen máscaras, además creo que ya estás algo ebria- responde la hermana.
- ¡Ven mujer de poca fé, hazme caso, sígueme!- responde Herminia, arrastrando las palabras.
-¡Ese, ese, el que está allí!-, lo señala bajito.
-La verdad, no puedo asegurarlo, pero Robert tiene una marca de nacimiento en la espalda... No me parece, no estoy muy segura, aunque... ¡Oh sí, parece que es él!- se cubre con una mano la boca Samanta. Pues el hombre está propinando latigazos a otra hembra, diferente de la anterior, después pasa a pnetrrla.
-¡Te lo dije! De seguro vino con la Carolina, vamos a quedarnos detrás de esta columna, para vigilarlo ¿Conocía de esos gustos del Robert?- pregunta Herminia, sorprendida.
- ¡Claro que no, y ya vimos bastante! ¡Vámonos!. Le pondré un detective privado, necesito fotos, pruebas tangibles para un juicio, sin nuestros celulares, no podemos grabar, y no voy a hacer un escándalo y ponerme en ridículo, en un sitio como este, donde todos vienen a "eso". Dejaremos mal a nuestra familia, debemos pensar en el buen nombre de nuestro padre, aquí todos son personas de alto nivel económico, por el costo de las entradas, y no quiero quedar expuesta, tampoco lo pondré sobreaviso- arrastra a su hermana a la salida, está más sorprendida que Herminia, tantos años de casados y jamás se enteró de los gustos particulares de su marido... Ya el espectáculo del escenario había terminado, y podían retirarse. Con un escáner manual, identifican sus números del antebrazo, les devuelven las carteras y se dirigen a la recepción del hotel, no sin antes cancelar lo consumido, se llevaron la botella de whisky, porque no la habían terminado.
En la habitación del hotel, Herminia cae en la cama completamente exhausta, dormida.
Samanta, le escribe un mensaje a su padre. Le avisa el nombre del hotel donde pasarán la noche, para que no se preocupe. Luego, se dispone a tomar de la botella de whisky, sentada en el balcón viendo el infinito, recordando lo sucedido recientemente.
Todo le resulta surrealista, extraño, tan irreal: primero la noticia del cáncer de su hermana, y luego la traición de su esposo en sus propias narices y de esa forma, con gustos de BDSM. De repente, se ve la ropa y recuerda que metieron en la maleta del auto un bolso con algunas prendas de cambio, por si acaso la necesitaban, y ahora es el momento de buscarlas, necesita cambiarse con algo cómodo para dormir y su hermana también, quien ya está en brazos de Morfeo, rendida. De suerte, en el baño del hotel hay dos sets de cepillos de dientes nuevos y dentrífico. Decide bajar.
Se coloca los audífonos inalámbricos que llevaba en su cartera, y baja con el teléfono en la cartera, escuchando música a todo volumen, necesita distraer sus pensamientos. Baja en el ascensor, cuando llega al primer piso, se dirige al estacionamiento, recuerda el número que le dieron del vehículo, entonces vuelve a la recepción, donde solicita le lleven al auto al estacionamiento del hotel.
En ese momento, Robert que iba llegando con Carolina, se percata de su presencia en la recepción y decide ocultarse, detrás de una columna, sorprendido y temeroso de ser descubierto. Carolina le intenta gritar:
-¡Sam amiga, aquí estás de nuevo!- borracha y drogada, Carolina intenta llamar su atención. Pero, ella no la escucha por el alto volumen de la música en sus oidos.
-¿Qué haces? ¿Te volviste loca? ¡No la llames!- susurra Robert, cerrándole la boca con la mano, arrastrándola lejos de allí, hacia el estacionamiento.
-Ella debe saber, debe saber que soy tu mujer, esta noche debe enterarse de la verdad, y si no le dices tú entonces, yo le diré lo que hiciste con su hijita recién nacida- Carolina, se da golpe en el pecho, con palabras ininteligibles arrastradas por la poca consciencia, con la lengua enredada e intoxicada entre el alcohol y las drogas, amenazando a Robert.
-¡Eres una mujer sin cerebro! ¡Eso nunca pasará! ¡No vas a contar nada!- Se lleva a Carolina hasta el vehículo. Y de una vez arranca con ella, maneja hasta la casa de playa que le están remodelando la piscina. La baja a rastras, llevándola hasta el dormitorio ubicado en un sótano secreto, la entrada era por el patio, no visible, la amarra y comienza con un collar, punzante, con cuerdas, colocandolo en el cuello, ella pensando en el sexo duro, se deja hacer todo cuál sumisa, con una sonrisa y una mirada perdida, mientras él le amarra manos y pies, con una idea fija en su mente.
Carolina no se imagina que, esa será su última noche con vida en su miserable mundo, al lado de Robert.
Es a los diez años es que entra la crisis de pareja, donde se empieza hacer balances, sumas y restas para darse cuenta si valió la pena el sacrificio y el esfuerzo