Shopia estudiante de enfermería es engañada por su gran amor, sin querer conoce a un familiar de su ex, con quien conocerá la otra cara del amor.
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Heridas
No soportaba más estar en el hospital, obligue a que me dieran el alta, Derek no quiso dejarme sola en casa, así que pidió que lo sigan atendiendo en el domicilio.
Juntos nos fuimos, Derek era mi esposo, no habia sentimiento, pero estaba obliga a estar con él, tenía que estar a su lado para poner algunas piezas en su lugar. Cuando mis padres fueron a verme ya no me encontraron ahí, se alarmaron y fueron a verme a mi nuevo hogar. Tocaron la puerta, Mónica la chica de la limpieza les atendió y les dejó pasar a la sala.
—¿Mi amor, porque te fuiste del hospital?— mi padre me cubrió en sus brazos al verme.
—Estar ahí me enferma más papá, pero no te preocupes estoy bien.
—Amor, ¿quieres hablar de lo que pasó?, si recuerdas algo para atrapar a los culpables.
—No quiero hablar de eso papá— lo interrumpí.
Mi padre quedó cayado, no sabía que decir, me miraba a los ojos, intentando descifrar algo, pero corte sus pensamientos cuando empecé a hablar.
—Papá, siempre quisiste que me haga cargo de gran parte del seno familiar, quiero asumir con esa responsabilidad. Es hora de salir al descubierto, ya no quiero fingir ser quien no soy.
—¿Estás segura amor?
—Si papá, quiero distraer mi mente en otras cosas, salir de la burbuja.
—Está bien Shopia.
Tuve una charla de trabajo con mi padre, toda la vida me vino preparando para este momento, pero yo me negaba, porque quería tener una vida normal, una vida fuera de la sociedad empresarial. Me escabulle en una sociedad de clase medía, pensando que así estaría segura y seria alguien libre, pero estaba equivocada.
Mis padres se fueron con la mente distorsionada por el cambio repentino que había tenido.
Fui a la habitación, Derek estaba acostado en la cama, había perdido algo de peso, su mirada necesitaba consuelo. Me quedé parada en la puerta viendo como me miraba.
—¿Piensas entrar, o te quedarás ahí?— preguntó.
—¿Podemos hablar?— dije.
—Ven, pasa.
Él me hizo espacio en la cama para qué me sentará a su lado, cuando estaba por hacerlo pise un cable, y tropecé cayendo en su pecho, mi corazón empezó a latir, no se si de miedo o por estar muy cerca de él, de alguna manera el sonido del latido de su corazón me recordó al de mi pequeño. No quise llorar más su ausencia porque entraría en episodio depresivo, y eso era peor que buscar venganza.
Derek me ayudó a levantarme con sus brazos.
—Ten cuidado, que ya estamos heridos— dijo y me regalo una de sus bellas sonrisas, para ocultar su sufrimiento.
—Hay heridas que costarán cicatrizar, pero juntos nos podemos ayudar. Si así lo deseas. ¿A no ser que quieras sanar por tu lado?
—Shopia, aún eres mi esposa, y eres la madre de mi hijo, hay algo que nos une y siempre nos unirá. Lo único que ahora quiero es levantarme de esta cama y cuidarte como debió ser desde un principio.
—Derek, quiero que nos mudemos a una casa más grande, voy a trabajar con mi padre y necesito una oficina, también necesitarás un pequeño espacio para tu recuperación, desde ahora nuestras vidas van a cambiar.
—Shopia, ¿por qué hablas fríamente?, no quieres retomar tus estudios, tomarte un poco de tiempo para ti.
—Si no hago nada voy a entrar en cuadro depresivo y eso quiero evitar. ¿Acaso quieres verme encerrada y llorando?, y tu en esa silla sin poder hacer nada.
Derek se quedó mirándome por unos segundos, acepto al final, tenía que manipularlo de alguna forma. Me puse en campaña para buscar mi nuevo hogar, cuando lo encontré hice que mudaran todas mis cosas, mi madre me ayudó, cuando todo estaba listo lleve a Derek a casa, cuando vio la gran mansión no lo podía creer, una estudiante de enfermería como podía pagar tales lujos. El jardín lleno de flores le recordó a su madre, cuando entramos a la sala principal una empleada nos recibió.
Derek no entendía nada de lo que estaba pasando, si quería buscar venganza seria con otra posición, Diana no sabía quién era en realidad, pero poco a poco me encargaría de ella.
Lleve a Derek a su habitación le ayude a cambiarse de ropa, había perdido masa muscular, se puso nervioso cuando empecé a quitarle la camisa, su corazón se aceleró, era la segunda vez que le quitaba la ropa, pero esta vez no era para fundirme en su piel como la última vez. Toque su pecho desnudo.
—¿Te gusta lo que vez?— preguntó rompiendo el hielo.
—No, no me gusta. Es hora de tu entrenamiento, esa silla ya se está convirtiendo en una molestia, así que trabaja duro para que puedas levantarte— le respondí poniéndole la remera.
—¿Si logro ponerme en forma te gustaré?
—Tal vez, no estoy segura. Pero quiero ver a mi esposo como el día que lo conocí.
—Shopia, esa noche que te conocí, tus ojos tiernos me atrajeron hacia ti y sentía que tenía que quedarme a tu lado. Y si quieres que sea sincero no me arrepiento, hice un montón de estupideces porque no caí en la realidad, me sentía culpable por haber arruinado tu futuro con Ezequiel.
—Ezequiel sigue siendo tu sobrino, trátalo como es, yo ahora soy tu esposa y me comportaré como tal. Vamos que ya estamos retrasados, la traumatóloga y fisioterapeuta te esperan—amarre las cuerdas de sus zapatillas y le lleve al espacio que mande a construir para su recuperación, no quería que salga de la casa hasta que se levante de esa silla, no iba a permitir que Zaíra interfiriera en mis planes.
Entre a mi oficina, revise los documentos que mi padre me envió, necitaba mi firma. Abrí el placar para buscar el atuendo perfecto, nada de lo que había ahí estaba acostumbrada a usar, pero ahora la situación lo ameritaba, me puse un hermoso traje azul que un día mi madre me lo trajo de París para mis cumpleaños, odiaba los tacones, pero no iba a ponerme los zapatos planos que acostumbraba a ponerme. Puse labial en mis labios y al final mi perfume favorito rocíe sobre mi cuerpo, cuando estaba lista baje haciendo ruido con los tacones, Derek quería saber de donde venía ese ruido, pidió salir del entrenamiento por un segundo cuando abrí la puerta estaba por salir cuando escucho mi nombre.
—¡Shopia!...— Derek grita.
Doy la vuelta para ver su rostro, estaba muy sudado y cansado por los ejercicios. Su mirada no parpadea ni por un minuto, me veía más linda de costumbre, sus ojos se enamoraron al verme.
—¿Qué?...—le respondí.
—Vuele pronto— susurro.
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