CONTRATO CON EL CEO

ABIGAÍL GRUBSTEIN

¿Cuánto tiempo lleva enamorarse de alguien? Creo que me he enamorado de Larry. Aunque batallé para que no sucediera, él tiene una forma de ser y de demostrar interés que es única. Es un caballero conmigo, y aunque dormimos en la misma cama no ha ido más allá. El dormir abrazados me hace verlo de una manera más romántica y valorar todo este pequeño trayecto que llevo con él.

— Estás lista para irnos— Larry entraba a la habitación.

— Si.

— Entonces nos vamos, se nos hace tarde.

— Espera— lo tomé de la mano y dirigí mi vista a sus ojos.

— ¿Sucede algo?

Lo abracé. Puse mi cabeza en su pecho. Suspiré.

— Creo que estoy lista.

— Lista, ¿Para irnos?

— No, no estoy lista para irnos— lo jalé de la corbata con suavidad y lo besé.

Sentía la necesidad de hacerlo, quería hacerlo. Desajusté la corbata y se la quité.

— ¿Qué haces Abi?

— Te desnudo para mí.

LARRY RUSSO

Aunque me encantaba que Abi tomara la iniciativa y sería nuestra primera vez juntos, me preocupaba que ella viera la cicatriz y que preguntara sobre ella. Todo este tiempo he sido cuidadoso.

Ella empezó a desbotonarme la camisa. No la detuve. Ella vio la cicatriz y rápidamente dirigió su vista a mis ojos. No preguntó nada. La tomé de la cintura y la besé. No la dejé preguntar.

Quité cada una de sus prendas. Ella llevaba un conjunto de blonda azul marino. Se veía hermosa. Nos adentramos en un momento lleno de pasión, de caricias, de besos y de movimientos sensuales. Nuestros cuerpos eran como dos gotas de agua, yendo en la misma dirección finalizando en la desembocadura del placer. Llegamos a nuestro mejor momento, con un único sonido. Terminé a un lado de ella, acariciando sus mejillas y sus labios.

— Abigail— mordi mis labios— Te amo. No tengo dudas de este sentimiento.

La besé mordiendo sus labios. Ella terminó dándome una sonrisita. Su frente estaba llena de gotas de sudor.

— Quiero quedarme así contigo — ella se acurrucó a un lado.

Estuvimos un buen rato en la cama.

— ¿Por qué tienes esa cicatriz? Se parece a la cicatriz que tiene mi madre.

No quiero mentirle, pero tampoco quiero decirle que yo fui el donador.

El momento fue salvado por una llamada en mi celular.

Mientras hablaba con mi abogado, pensaba en que ella esperaba una respuesta. Colgué la llamada.

— Dime la verdad Larry. ¿Por qué tienes esa cicatriz ahí? — ella tenía sus ojos llorosos —¿Fuistes tú?

Ella ya lo sabía todo sin haberlo dicho.

— Sí.

— Debiste decirme. Cuando desapareciste fue por eso. Y yo me porté como una completa estúpida.

Ella tapó su cara con sus dos manos. Yo me acerqué y la abracé.

— No llores. Deberíamos estar felices, nuestra primera vez juntos.

— Es que... Perdóname por favor. Perdón por todo.

— Ya, sí. Te perdono mi amor, Pero deja de llorar. Te parece que demos un paseo hoy. Me gustaría tener esa luna de miel que no tuvimos.

— Está bien. ¿Aún te duele? — ella acarició con sus dedos la cicatriz y se acercó a darle besos apenas tocando la piel.

No puedo creer que ella sea así de dulce y sensible. Demostraba ser dura y altiva, pero no es más que una mujer que tiene varias capas (haciendo referencia a la cebolla).

— Es hora de ponernos algo de ropa y de salir. Quiero dar un paseo con mi esposa. El trabajo puede esperar.

— Está bien.

Nos pusimos una ropa un poco más cómoda.

— Alista dos mudas de ropa. Ya lo pensé nos vamos un par de días a descansar y hacer ley nuestra Luna de miel.

Mientras Abi preparaba una pequeña maleta, llamé a luz y le di algunas orientaciones.

Salimos de la casa con dirección a las Cabañas en Bearsville.