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ENTRE LÍNEAS PROHIBIDAS

ENTRE LÍNEAS PROHIBIDAS

Status: Terminada
Genre:Completas / Embarazo no planeado / Matrimonio arreglado / Romance de oficina / Casada con el millonario
Popularitas:57.9k
Nilai: 4.5
nombre de autor: Antonia Rovayo

¡A menos que un milagro salve nuestro matrimonio y nuestro futuro del colapso! Con cualquiera de las opciones, terminaré con el corazón roto. Decírselo y arriesgarme a perderlo. O mantener mi secreto y aún así perderlo. Él está centrado en su trabajo y no quiere complicaciones. Antonio nunca amaría este hijo nunca. Me dejó. Solo éramos nosotros dos, pero Antonio rompió la única regla que nos impedía estar juntos. Todo fue diversión y juegos hasta que estuvimos caminando de la mano por las calles de Europa. Ese hombre también es mi jefe Antonio, pensó que sería divertido ir a Europa y casarse. Se me ocurrió casarme por contrato falso, con un hombre que está comprometido con su trabajo.

NovelToon tiene autorización de Antonia Rovayo para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

LA CULPA

Antonio Punto de Vista

Apenas había bajado de un increíble orgasmo cuando la culpa empezó a sustituir al placer. Acababa de cogerme a mi ayudante. Antes de que pudiera retirarme, su entrepierna estaba masajeando mi entrepierna y esta empezó a ponerse dura de nuevo; el deseo anuló el sentido común. En lugar de irme, me convencí a mí mismo para cogerla de nuevo. Ya había cruzado la línea, así que iba a tomar cada pedacito que Ambar estuviera dispuesta a darme.

La llevé de vuelta al apartamento y a la cama más cercana. Nuestros cuerpos aún estaban mojados, pero me importaba una mierda. Si tenía que pagar un colchón o ropa de cama nuevos, lo haría. La tumbé en la cama y empecé de nuevo a besar su dulce boca. Pasando mis labios por su suave piel. Deslizándome dentro de su caliente entrepierna. Joder, se sentía tan bien. Apretada. Resbaladiza. Caliente.

Empujó y rodamos hasta que estuvo encima.

—Es mi turno.

Siempre me había gustado que Ambar estuviera dispuesta a decir lo que pensaba, no de una forma odiosa, sino de una forma que sugería que tenía una visión y una aportación que me ayudaría a tomar mejores decisiones. Esta aportación fue igualmente bienvenida porque no estaba seguro de haber visto nunca un espectáculo tan magnífico como el de ella montando mi entrepierna. Sus tetas rebotaban y se balanceaban mientras subía y bajaba sobre mí. Me incorporé, chupándolas con mi boca, amando los sonidos que hacía cada vez que tiraba de sus pezones.

—Sí....oh Dios, Antonio... Sí...

Su entrepierna ardía sobre mi entrepierna mientras aumentaba el ritmo. Me eché hacia atrás, agarrando sus caderas y ayudándola a moverse sobre mí. Vi cómo echaba la cabeza hacia atrás y gritaba. Su entrepierna se contrajo con fuerza, haciéndome gruñir mientras me esforzaba por contener mis propias descargas. Quería ver cómo el placer la inundaba, la atravesaba.

Pero en el momento en el que terminó, volví a girar sobre nosotros. Con una mano apoyada firmemente en el colchón junto a su cabeza, utilicé la otra para levantar su rodilla, abriéndola hacia mí. Y, entonces, solté a la bestia que estaba arañando para salir. Mis caderas palpitaron, metiendo y sacando la entrepierna, más rápido, más fuerte. Me dolían los pulmones por el esfuerzo. Los músculos de mis brazos y muslos ardían. Era un hombre enloquecido mientras corría al borde de la locura y luego, con una sola, dura y profunda zambullida, me dejé ir. El placer inundó mi torrente sanguíneo, irradiando desde mi entrepierna hacia el resto de mi cuerpo. Era como me imaginaba que sería drogarse; jodidamente satisfactorio.

Mis caderas siguieron agitándose hasta que vacié la última gota de mi semen y me desplomé sin fuerza sobre ella. Como no quería asfixiarla, me las arreglé para rodar hacia un lado, sosteniéndola junto a mí mientras recuperaba el aliento. Jesús, eso fue tan bueno. Increíble. El increíble placer tenía que deberse a que hacía mucho tiempo que no echaba un polvo, pero una pequeña parte de mí se preguntaba si era algo relacionado con Ambar.

Dios... ella es mi asistente. La culpa y el remordimiento llenaron al instante el increíble resplandor de la corrida. Me aparté, sentándome en el borde de la cama y frotándome la cara con las manos. Estaba a punto de ser el mayor imbécil al dejarla después de haber follado con ella. Pero esto estaba mal por muchas razones, la mayor de las cuales era que ella trabajaba para mí. Pero también estaba la posibilidad de que ella despertara sentimientos por mí, y yo no podía permitirme eso. Mi atención se centraba en el negocio familiar y, en particular, en esta expansión en Europa. Entonces, ¿qué cojones estaba haciendo acostándome con mi asistente?

Pero dejarla sería una barbaridad. No era el tipo de hombre que cogía con mujeres y luego las dejara. Yo no tenía ligues sin sentido. Pero los negocios tenían que prevalecer. Tenían que ser lo primero.

Miré alrededor de la habitación y me di cuenta de que no tenía ropa ni bata aquí. Tendría que salir desnudo.

Por fin, reuní las agallas para volverme hacia ella. Me estaba estudiando, con una expresión molesta, pero resuelta. Por supuesto, sabía lo que pasaba por mi cabeza. Me entrepiernacía mejor que la mayoría de la gente.

—Me voy a mi habitación —dije poniéndome de pie. Ella asintió.

—Me imaginé que lo harías. —Su tono sonaba como si me llamara cobarde. Quería ofenderme, pero era posible que estuviera malinterpretando su tono. O que fuera mi propia conciencia la que me lo dijera.

—Buenas noches. —Dios, era un imbécil.

—Buenas noches. —Se dio la vuelta, con sus finas curvas de reloj de arena de espaldas a mí. Un torrente de anhelo se apoderó de mí. Quería tumbarme con ella, hacer la cucharita y dejar que mi mano trazara esas curvas. Pero lo ignoré y me apresuré a salir de su habitación hacia la mía. Me di una ducha rápida y fría, me puse unos calzoncillos y una camiseta y me metí en la cama. La noche se repetía una y otra vez en mi cabeza, especialmente la parte de lo delicioso que era su cuerpo. Fue una noche de sueño agitado.

Al día siguiente, Aldo organizó una visita por Roma. Me desperté sintiéndome frustrado y culpable, pero otra ducha me permitió recomponerme. Ambar nunca había estado en Europa, y yo no estaba seguro de que fuera a volver. Así que me aseguraría de que se lo pasara bien.

Nuestro conductor nos llevó a todas partes. Y lo que era mejor, era un guía animado y entretenido, algo que Ambar pareció apreciar. Se rio de sus chistes y le hizo un montón de preguntas mientras hacíamos una semana de turismo en un día. Yo también intenté actuar con normalidad e interés.

Cuando recorrimos el Coliseo, dije:

—¿Sabías que solían inundar este lugar y hacer simulacros de batallas navales?

Me miró a mí y luego a nuestro guía en busca de confirmación.

—Sí —dijo—. Además de carreras de cuadrigas, concursos de gladiadores, espectáculos y ejecuciones.

Además del Coliseo, visitamos el Foro, el Panteón y la Escalera Española. Luego, fuimos al Vaticano, el centro del mundo católico.

Incluso pudimos ir de compras. Sabía que comprarle cosas era mi sentimiento de culpa por intentar enmendar las cosas con ella. Se probó un precioso vestido amarillo vaporoso y yo insistí en comprárselo. Era tan suyo. Soleado y luminoso.

Por supuesto, no compensaba la forma en la que la había utilizado para excitarme y luego la había dejado. Sabía que tenía que disculparme, pero tenía la sensación de que ella tampoco quería hablar del tema. Puede que yo fuese su jefe, pero ella no era de las que se reprimen si tenían algo que yo necesitaba saber. El hecho de que no hubiera dicho nada sobre la noche anterior sugería que tampoco quería volver a hablar de ello. Así que cerré la boca.

Tuvimos una cena encantadora en un restaurante cerca de la Fontana di Trevi.

—Si lanzas una moneda y pides un deseo, se supone que se hace realidad —le dije, entregándole un euro.

—Eso no es correcto —dijo una mujer sentada en el borde de la fuente. Parecía británica, no italiana.

—¿Perdón? —pregunté.

—El mito en torno a la moneda. En realidad, si lanzas una moneda significa que volverás a Roma.

—¿Hay mitos para más de una moneda? —preguntó Ambar a la mujer.

—Sí, si echas dos monedas, te enamorarás de un guapo italiano. —Sonrió—. Sé que esa funciona. —Señaló con la cabeza a un chico guapo que se dirigía hacia nosotras con dos tarrinas pequeñas de helado—. Tres monedas y te casarás con esa persona. Eso también es cierto. Estoy de luna de miel.

—Nosotros también —dije, y luego me reprendí—. Aunque yo no soy italiano.

—Oh, bueno, el mito es que se lanzan las monedas con la mano derecha por encima del hombro izquierdo —dijo, poniéndose de pie mientras su nuevo marido se acercaba.

—Es muy romántico —dijo Ambar, mirando la fuente. Parecía triste y yo odiaba que eso fuera por mi culpa. Por eso tendría que haber sido más fuerte y no haberla tocado.

—La gente cree que es una leyenda antigua, pero en realidad es de una película —dijo su marido, entregándole una de las tarrinas con el helado.

—No importa. Funciona. —La mujer sonrió de forma cariñosa a su marido, y tuve un momento de envidia porque Ambar no me miraría así. Nadie lo haría. «Pero así lo quería yo», me recordé.

—Estoy cansada —dijo Ambar, devolviéndome la moneda.

—Ha sido un día muy largo —me sentí obligado a explicárselo a la pareja.

—Disfrutad de vuestra luna de miel —dijo la mujer.

—Tú también. Enhorabuena. —Puse mi mano en la parte baja de la espalda de Ambar para acompañarla hasta donde habíamos dicho que nos encontraríamos con nuestro conductor. Su espalda estaba caliente, y mis dedos tenían ganas de tocarla de nuevo—. Solo hay un kilómetro y medio a pie hasta nuestro apartamento. ¿Te gustaría caminar? ¿O estás demasiado cansada?

—Un paseo estaría bien —aceptó.

Durante un largo rato, caminamos en silencio mientras la ajetreada ciudad romana, llena de turistas y lugareños por igual, zumbaba a nuestro alrededor.

—Lo siento —logré decir al final.

—¿Por qué? —La miré.

—Por lo de anoche. —Su mandíbula se tensó.

—Sé que lo lamentas. Fue dolorosamente obvio.

—No es que me arrepienta... —Bueno, supongo que sí, pero no era por ella—. Soy tu jefe...

—Sí, lo sé. —Aceleró un poco el paso.

—Me sentí culpable. —Se detuvo en seco.

—¿Culpable? —Me pasé la mano por el pelo.

—No debería haberme aprovechado. —Puso los ojos en blanco y comenzó a caminar de nuevo.

—Sabía lo que estaba haciendo. Mira, si te hace sentir mejor, aceptaré tus disculpas.

—Ahora te he ofendido.

Dejó escapar un suspiro exasperado.

Extendí la mano y la tomé del brazo, instándola a detenerse. Cuando lo hizo, estaba justo delante de mí. Podía sentir su calor e inhalar su dulce aroma. Que Dios me ayude, quería besarla allí mismo.

Sin poder evitarlo, le aparté un mechón de pelo detrás de la oreja. Sus ojos brillaron de sorpresa y luego se cerraron mientras parecía saborear mi tacto y su mano se apoyaba en mi pecho. El deseo me llenó de nuevo. Pero estar con ella así era muy peligroso.

—Disfruté de la pasada noche. Mucho. Pero no puede volver a ocurrir. Te respeto...

Su mano cayó y dio un paso atrás.

—Lo único que te importa es tu trabajo. —Su tono era acusador.

—No voy a disculparme por eso. Y tú ya lo sabías. —Ahora me preguntaba si tal vez había estado buscando algo más de mí.

—Tienes razón. Solo pensé que, ya que no estabas trabajando en este momento, podrías permitirte divertirte un poco. Al menos, sé una cosa si Andi alguna vez pregunta. —Ella comenzó a caminar por la calle de nuevo.

—¿El qué?

—Sé la última vez que echaste un polvo. —Oh.

—¿Se lo dirías? —Ambar se rio de forma burlona.

—¿Te preocupa que tu abuela se entere? —Tuve que detenerme y observar a la mujer mientras se alejaba de mí. Esta no era la Ambar que yo entrepiernacía. Volvió a girar la cabeza y, cuando notó que me había detenido, ella también lo hizo—. No. No se lo diré. —Exhaló un suspiro—. Solo estoy molesta y dolida, pero lo superaré.

Joder, ¿también la había herido?

—Lo siento.

—Sí, sí. Sé que lo sientes.

Empezó a caminar de nuevo. Cuando llegamos al apartamento, ella se fue a su habitación y yo a la mía. Varias veces consideré ir a la suya para intentar disculparme, pero a quién quería engañar. Quería volver a tocarla. Tenía que mantenerme fuerte y no tentarme más. Si había algo que se me daba bien, además de los negocios, era negar mis propios deseos y necesidades.

1
Estrella Soliis
Excelente
Berta Alicia Hernandez
o sea Antonio y ámbar quedaron en 3l olvido ya no son los protagonistas de ka novela, pero escritora sigues mezclando el nombre de ámbar con Ricardo y no una sino muchas veces ,muy recurrente .o sea decídete O Ricardo esta con Ámbar o con melissa.
Antonia Rovayo: Son hermanos, no quedaron en el olvido. Son dos hermanos y dos hermanas, querida lectora. Gracias por comentar
Antonia Rovayo: Son dos hermanos y dos hermanas
total 2 replies
Berta Alicia Hernandez
apellido de laa chicas y nombres ,y cambias Ámbar x melissa y así tanto que confundes a uno
Berta Alicia Hernandez
pensé que los protagonistas eran Ambar y Antonio, y quien es Ricardo? porque hasta donde recuerdo ,ninguno de los hermanos de Antonio se llama Ricardo y quien es kelly?
Adriana Padron De Parra
Muy lindas historias de amor, corazones sensibles que se unieron para curar sus miedos y sus heridas, felicitaciones y muchas gracias
Antonia Rovayo: Gracias a ti!!
total 1 replies
Adriana Padron De Parra
🔥🔥🔥😈😈😈🔥💥💥 son candela, los amo también
Adriana Padron De Parra
No sé si estoy equivocada, pero nos perdimos la boda de los protagonistas, ella la quería en la playa y aparentemente por el comentario de Ricardo fue en Fidji, otra cosa hay problemas con los nombres de los hermanos de Antonio, no se creo que la aplicación dejó de subir ese capítulo y repitio este último.
Adriana Padron De Parra
Amé a la abuela, buen sacudon le dió a Antonio y lo trajo a tierra, y amo también su humildad a la hora de reconocer a Ámbar que fue un bruto y que la ama ❤️❤️❤️❤️
Elizabeth Araiza
muy bonita novela,
Mirian Torrealba Sánchez
Normal
Desiree Gil
Que hermosura! 💕💕
Desiree Gil
Qué lindo 😍
Sandra Mora
y empezarán a salir más secretos....
Nelly Mondoñedo
Muy agradecida con su novela Escritora la disfruté mucho Felicidades y Bendiciones para Ud
Nelly Mondoñedo
Bueno
Nelly Mondoñedo
Malo
Guadalupe Barrios
Encantada con tu novela muchas felicidades 🤩🤩
Sandra Mora
Excelente
Sandra Mora
todo un reto, tanto la trama como el de los personajes...
Monica Mendoza
Malo
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