Quédate Conmigo

Morgans intentó guardar la compostura pero la situación anterior la tenía en el borde, Jacob dormía plácidamente en el sillón y Ronald mantenía una copa de agua con hielo en su mano. Después de todo, el estaba a cargo del niño.

Ronald era un hombre que tenía sus sentimientos a flor de piel, sus emociones eran más intensas y también las más molestas para Morgana, a ella no le había importado sus sentimientos mientras se mantuviera fuera de ella. Pero ahora, que toda su vida se estaba convirtiendo en una completa locura, lo que menos necesitaba era que aquello lo hiciera cometer la locura que estaba a punto de hacer.

—¿Que haces aquí?—Intento guardar la compostura, su hijo lo merecía. —Crei que estaba prohibido traer al niño, aquí.

—Bueno, ya que no te importo que Edgar estuviera entre nuestras vidas, crei que sería importante dejar de estar jugando a las escondidas y hablar ahora mismo.

—¿Crees que yo quise que regresara?

—Fuiste a California especialmente por él. No dudo que hayas estado en su cama incluso después de pisar la ciudad.

Ella camino hacia su asiento y lo miro extrañada ¿Estaba celoso?

—¿De que hablas, Ronald? Hasta hace poco no te importaba quien llevaba a la cama. Digo, yo no voy por la vida odiando al hombre que tienes a tu lado.

—Sabes que no me interesa, Morgana.—Movio la mano en su direccion— Después de todo aquí no hay sentimientos, solo compromiso que alguna vez nuestros padres hicieron. Pero tampoco voy a permitir que alguien venga y me quite a mi hijo solo porque no llevo su sangre.

—Es que ni siquiera debemos discutir de esto, Ronald. Sabes que no puedo permitir perder todo lo que había formado en toda mi vida. Tu, Jacob, la empresa.

—Pero tus intereses parecen superficiales. Yo quiero a Jacob, es mi hijo. Yo lo cuide cuando se enfermó, cuando se cayó y cuando ganó su primera nota perfecta. —El se levantó y acomodó su perfecta camisa de botones— No voy a permitir que esto se vaya de nuestra manos. Voy a llevar a Jacob con mis padres y ni siquiera vengo a discutir esto contigo, quiero a mi hijo lejos de las garras de Edgar.

Aquello fue lo que la hizo explotar, no iba a permitirlo, no quería que su hijo terminara con la vida que ella tenía. Quería darle la libertad que alguna vez ella deseo.

—¡Ni siquiera te atrevas, Ronald! No voy a permitir que contamine el corazón de mi hijo con sus estupideces.

—¡No me dejas otra opción! Estas eligiendo a un imbecil que romperá tu vida solo porque quieres estar dentro de sus pantalones.

Ella no quería explotar delante de su hijo pero Ronald se estaba mandando a pulso para ponerlo en cintura. No iba a permitir que Ronald le quitara a su hijo y aunque quisiera utilizar la última arma que tenía sabia que iba a lastimar al chico.

—Creo... creo que debemos de calmarnos.

Entonces tomo al chico y lo rodeó con sus brazos, sabia sus sentimientos, era claro que eran reflejos de los suyos. Aquel miedo era evidente y no iba a desaparecer a menos que Edgar se olvidara para siempre de ella. Lo cual ella veía imposible, jamás su vida volvería igual.

Porque Edgar Smith se robó su vida y también. su corazón.

—Se que estoy siendo demasiado egoísta, Morgana. Pero Jacob no merece conocerlo.

Ella arrugó su rostro y se separó de él.

—¿Porque no?

—Porque soy egoísta y quiero a mi hijo solo para mi.

Edgaf abrió la puerta y encontró lo que menos quería, Morgana se encontraba abrazando a Ronald. La chica se encontraba colgada en su cuello y descansaba pacíficamente en su pecho, ella era ajena a lo que sucedía.

Mientras que Ronald sonrió y levango su perfecta ceja al hombre que veía todo con profundo dolor.

—Morgana, te quiero mucho.

—Yo también, cariño. ¿No hay que volver a discutir, si?

Eso fue lo único que necesito para que Edgar Smith se rompiera en mil pedazos y se alejara de ahí, sin decir ninguna palabra.

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Edgar tomó su décima copa de vino y supo que no estaba lo suficiente borracho para olvidar la escena que permanecía en su mente. Morgana era una mujer que le gustaba jugar y le había roto el corazón con un simple gesto.

Se encontraba en su Penthouse nuevo, lo había decidido comprar para permanecer en la misma ciudad que Morgana y restablecer su relación. Aunque sabia que el divorcio era lo de menos, iba a encontrar una solución para que toda su vida volviera a ser normal junto con él.

Edgar estaba dispuesto a luchar por ella, estaba tan decidido a entregarle su propia empresa para que ella cumpliera su sueño a la perfección y así una vez por todas dejar atrás a Ronald y poder ayudarla a criar a su hijo como si fuera propio.

A él nunca le pasó por la mente ser padre, pero ahora que la mujer que amaba se lo ponía sobre la mesa, la imagen de un niño de Morgana y ella vino a su mente aturdiendo más sus pensamientos.

Él por vez primera tuvo deseos de estar junto a una mujer y hacerla su esposa, de formar una familia y entregarle todo lo que era suyo.

Pero eso... jamás iba a suceder.

—Vaya, te vez como un autentico imbecil ¿Que? ¿Deseas un cuerpo caliente esta noche? Puedo...

—¡No quiero ningún cuerpo más, quiero a Morgana!

Douglas miró extrañado a su mejor amigo, aunque venía por respuestas, la borrachera era algo que no era común en él. El hombre era todo negocios, jamás se permitió más dos copas para cerrar tratos y nunca tuvo una botella de Coñac en su estante. Pero ahora, que se encontraba perdido solo podía detenerse entre su silla y la pared. La gran Manhattan lo saludaba y le decía cuán costoso estuvo aquel departamento.

—Bueno, si no hablas tendré que sacarte la verdad a golpes.

—Ella... es una mujer muy comprometida. Es de otro hombre y yo como imbecil cai en sus garras.

Douglas miró a su mejor amigo y ni siquiera quiso creer en sus palabras. Él era un hombre que no se comprometía con nadie, pero ahora parecía perdido como si su mente fuera otra.

Edgar tomó una copa de Coñac e intentó servirla entre su vaso lleno de hielo, pero la borrachera fue suficiente para que el líquido no llegara lo suficiente, derramando todo a su paso.

—Ella me engañó, Doug, ¿Sabes que sigunifica eso? —El tomo un trago y bajo el vaso con mucho impacto— Que fui el único que perdió. Ella esta feliz con su hijo y su esposo, mientras que yo, aquí estoy llorando su ida.

—Creo que ni siquiera te estoy entendiendo, Douglas. ¿Quien es Morgana?

—¡La mujer de mi vida!

—Creo que tienes que ser más especifico para ayudarte, Edgar.

—Morgana Thompson, la del contrato millonario de la empresa.

—Vaya, te gustan fuertes. —El se levantó y camino hacia el pequeño bar que tenía la casa— Nunca creí que involucrara el trabajo con el placer.

Douglas conocía a Morgana, a él también lo había impactado a tal grado de desearla. La cena benéfica era importante esa noche y la mujer era todo negocios cuando se coló por su mesa. Su jefe, Nick había visto más de una vez en su escote y ella era perfecta para aprovechar aquella situación para firmar un trato suficiente decente para darle poder en el mundo de los negocios.

Pero estaba claro que aquella mujer estaba prohibida. Su anillo de diamantes se lo decía a cada persona que miraba en su dirección y a Douglas no le gustaban los compromisos que pudieran ser tan difíciles como ella, por lo que la descartó en un solo pestañeo.

Ahora, que veía a Edgar tomar de la misma botella se dio cuenta que el hombre estaba más afectado de lo que alguna vez lo había visto.

Y ni hablar del pequeño niño que había nacido en aquel matrimonio.

—Solo tienes que olvidarla, Edgar—El tomo la botella de sus manos y la alejo de él— ¿ Que te parece que vayamos a otro lugar donde podamos divertirnos? quizá la olvides.

—Esa mujer no es fácil de olvidar.

—Tienes que hacerlo, amigo. Te prometo que las chicas que encuentre para ti, serán especiales.

Edgar estaba a punto de levantarse del asiento para caminar hacia donde se dirigían cuando el timbre de la puerta lo alertó. Así que enseguida abrió y Morgsna estaba ahí.

Con sangre entre sus ropas y con los ojos rojos de su llanto.

Algo había pasado y no podía ignorar el hecho que su preocupación fue evidente.