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Amatista

Amatista

Status: Terminada
Genre:Completas / Elección equivocada / Pareja destinada / Viaje a un mundo de fantasía / Edad media / Polos opuestos enfrentados / Bestia
Popularitas:181k
Nilai: 5
nombre de autor: thailyng nazaret bernal rangel

Segundo libro de la saga colores.

Prisionero de los campos de sal de Hilaria, O'Brian Adaleón es liberado por un hombre de negocios antes de cumplir su condena, con el fin de ofrecer trabajo como escolta de su revoltosa hija. Lo que al principio le parecerá una auténtica molestia, se convertirá en el comienzo de una hermosa historia de amor.

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PLANES ESTROPEADOS

...ROGUINA:...

Había sido tan abrupto e inesperado que no pude reaccionar, al principio creí que formaba parte del entrenamiento, pero el Señor Alfred pegó su cuerpo al mío y su mirada era devoradora, demasiado intensa. Se me hizo difícil respirar y me rendí a aquella sensación inmensa, la misma que sentí en el sueño, ese hombre tan interesante y atractivo me tenía inmóvil contra la pared, presionando su dureza contra mi abdomen.

Sabía lo que era, tenía una idea gracias a que mi padre una vez me habló de eso sin mucha sutileza. Eso le correspondía a las madres, pero como yo no tenía, mi padre me sentó a la fuerza cuando cumplí los quince y me habló de ello, yo estaba muy avergonzada, pero él lo hizo para que no estuviera perdida cuando me casara.

El cuerpo de los hombres era diferente al de las mujeres, pero como todo ser vivo, tenían órganos para reproducirse y el de los hombres estaba hecho para entrar en el de las mujeres.

Era algo que se endurecía ante una respuesta y percatarme de que el Señor Alfred estaba pasando por eso me dejó impactada. Eso significaba que yo le hacía sentir así y no pude evitar sentirme muy nerviosa.

Me quedé tan quieta, sintiendo sus músculos contra mi pecho, la sensación de cálida a través de la tela y pensar que cuando estábamos entrenando no fui consciente de las incontables veces que nuestros cuerpos rozaron.

Después de tocar su labio el Señor Alfred algo había cambiado en él y a decir verdad no quería resistirme. A pesar de que le había dicho tantas mentiras y lo había de insultado por mi enojo. No me estaba importando en ese momento fingir que no me gustaba lo bien que se sentía tenerlo cerca.

El Señor Alfred acercó su mano y me estremecí cuando sus dedos rozaron mi cuello. Ese calor entre mis piernas se hizo más denso, casi insoportable, pero tan exquisito como todo lo nuevo que me estaba haciendo sentir.

No rompió su mirada y yo tampoco.

Quería que me besara, era la primera vez que necesitaba algo así.

Esperé, pero no hubo nada porque se alejó de mí rápidamente.

Murmuró algo sobre que el entrenamiento había terminado y se marchó sin observarme. Solté toda la respiración, aferrándome a la pared para no caer al suelo.

Si no me toleraba ¿Qué fue eso? ¿Por qué estaba endurecido?

Sonreí sin poder evitarlo, eso quería decir que yo no le parecía una niña y que me veía como una mujer.

La puerta se abrió y me separé de la pared, esperando ver al Señor Alfred aparecer y acercarse a mí para besarme, pero no era él.

Una sirvienta entró e intenté parecer neutral cuando me observó detenidamente.

— Señorita Roguina ¿Se encuentra bien? — Preguntó y me desconcerté.

— Si, lo estoy ¿Por qué pregunta?

— Es que me pareció oír unos forcejeos y gruñidos — Entró para ojear todo.

— Ah, descuide, estaba entrenando con el Señor Alfred, me está enseñando a defenderme — Ondeé mi mano con desdén.

Entornó una expresión de espanto.

— Debería tener cuidado y no permanecer a solas con ese hombre.

Fruncí el ceño — No se preocupe, el Señor Alfred no me hará nada.

— Yo no estaría tan confiada, no se sabe que clase de sujeto de es.

— Es mi guardaespaldas, no hará nada en mi contra — Puse los ojos en blanco — Mi padre le paga lo suficiente por eso.

— Lo digo porque era un prisionero — Soltó de forma descuidada.

— ¿Prisionero?

Asintió con la cabeza — Si, debió verlo cuando llegó... Sin nada, solo con uniforme percudido.

— ¿Un uniforme? ¿Está segura de eso?

— Claro, yo misma metí ese uniforme en una cesta... Estaba desgastado y olía a sal, estoy segura de que su padre sacó a ese sujeto de los yacimientos de sal... Es allí donde los prisioneros realizan trabajos forzados.

Eso explicaba su falta de ropa y pertenencias.

— ¿Podría enseñarme ese uniforme?

— Ese hombre insistió en que la echara en la basura, pero la dejé en los establos por si acaso toca prender fuego con esos harapos — Se alejó hacia a la puerta — Con gusto se la muestro.

La seguí afuera de la mansión.

Había dejado de llover, así que cruzamos el jardín hacia la parte trasera de la mansión.

Entramos en los establos y caminamos por el pasillo de las caballerizas hasta el fondo, en una puerta donde había un almacén.

Entramos y me señaló una cesta.

Me acerqué y tomé el trapo que estaba adentro. Olía a sal y estaba percudido, era una camisa de lona vieja, con muchos orificios.

Imaginé al Señor Alfred vestido así, debió verse como un esclavo. Él había dicho que era un asesino y eso era un crimen, así que tal vez por eso había ido a parar en ese lugar.

Tal vez yo era demasiado tonta, pero ese no era un asunto de mi importancia y no iba a interrogar por ello.

Mi padre si estaba mal por haber sacado a un prisionero de ese lugar, obviamente había utilizado el oro para lograr algo así, tenía entendido que nadie salía tan fácilmente de esos campos.

Seguramente él sabía más del Señor Alfred, pero aunque lo presionara no iba a decirme nada, de lo que si estaba segura era que mi padre no sería tan tonto para elegir al azar a un prisionero. Debía conocerlo para atreverse a sacarlo de ese infierno y no solo eso, arriesgarse a darle techo y comida.

Dejé la camisa donde estaba.

— Hágame caso, Señorita Roguina, procure ser desconfiada y precavida, ese sujeto podría ser un desquiciado ¿Quién sabe que clase de crímenes cometió para terminar en ese lugar? — Insistió la sirvienta.

— No se preocupe, tendré cuidado.

Ahora más que nunca quería estar cerca de ese asesino. ¿Qué estaba mal en mí?

...****************...

El Señor Alfred llegó al comedor unos minutos después de que me sentara a comer.

Lo observé rodear la mesa para tomar su lugar frente a mí. Mi cuerpo se tensó con solo su presencia y me ardió el rostro al percatarme de que su cabello estaba húmedo. Estaba recién salido del baño y olía a esencia de pino.

— Disculpe la tardanza, me quedé dormido y estuve tomando un baño — Dijo a mi padre.

— ¿Fue por el entrenamiento?

— Si, la verdad es que hace tiempo que no entrenaba — Empezó a comer y me concentré en mi plato o eso traté.

El Señor Alfred no me había observado desde que tomó asiento y eso me dejaba más inquieta.

— Aprovecharé para anunciar que estaré unos días afuera — Dijo mi padre y ambos dejamos de comer para observarlo.

— ¿Cuál es motivo? — Pregunté desconcertada.

— Tengo que ir a supervisar mi empresa, temo que hay un problema con la materia prima y debo ir a solucionarlo en persona.

— ¿Cuándo volverá? — Insistí.

— No lo sé, en cuanto solucione el problema volveré, pero no debes preocuparte — Giró sus ojos hacia el Señor Alfred — Usted se quedará a cargo... Roguina debe obedecer en todo lo que usted mande.

Él se tensó y me observó por primera vez. Contuve una sonrisa.

— ¿Qué de las obligaciones en la mansión?

— No se preocupe, dejaré de ante mano las órdenes a los sirvientes, estará todo organizado para que mi ausencia se mantenga todo en orden.

— ¿Cuándo partirás? — Pregunté.

— Mañana a primera hora.

Mi corazón se aceleró, la idea de estar a solas con el Señor Alfred me cortaba la respiración.

— No te preocupes padre, no voy a escapar ni mucho menos — Lo tranquilicé y él estrechó sus ojos.

— Espero que eso sea así, Roguina... Señor Alfred, cuando vuelva no dude en decirme cualquier cosa mala que haga mi hija.

Solté un gemido de asombro.

— Padre, hablas de mí como si fuera una chiquilla traviesa.

— Si lo eres, comportate en mi ausencia.

— Señor Robert, le informaré si la señorita comete alguna fechoría, yo no soy como las sirvientas, no me dejaré engañar — Dijo el Señor Alfred y fruncí el ceño.

— Padre, te prometo que voy a comportarme como una dama.

...****************...

A la mañana siguiente me levanté temprano para despedir a mi padre, él se encontraba en el vestíbulo con una valija, capa y sombrero para partir, hablaba con el Señor Alfred cuando me acerqué.

— Casi no llego a tiempo para despedirme — Dije y me acerqué para abrazarlo — Buen viaje padre, te voy a extrañar mucho.

— Recuerda cumplir tu promesa — Me pellizcó la mejilla y asentí con la cabeza.

— Tenga mucho cuidado Señor Robert, insisto en que debería llevar un escolta — El Señor Alfred le estrechó la mano a mi padre.

— Lo tendré y descuide, conseguiré a alguien... Si viene el investigador con noticias no dude en recibirlo y hablar con él.

— Claro, yo soy el primer interesado en tener noticias.

Acompañé a mi padre hasta el carruaje y esperé a que se marchara.

El Señor Alfred empezó a subir las escaleras.

— ¿Qué hará? — Pregunté y me observó por encima de su hombro.

— ¿Por qué pregunta eso?

— Quiero entrenar — Llegué a su lado corriendo.

— No, hoy no.

— ¿Por qué?

— Porque no — Cortó con rostro severo y me crucé de brazos.

— Entonces vamos a cabalgar.

— Acaba de prometerle a su padre que se comportaría,apenas a pasado un minuto desde que se fue y ya está rompiendo su promesa.

Llegó a la puerta y entramos en la mansión.

— No voy a romper la promesa con solo ir a cabalgar, si usted viene conmigo no hay ningún problema — Insistí y respiró con fuerza.

— No estoy de humor para cuidar a una chiquilla.

— Es su trabajo cuidarme — Gruñí — Además, ese labio roto demuestra que no soy una indefensa.

— Eso fue suerte de principiante — Resopló, caminando hacia su habitación y me crucé de brazos.

— ¡Es un aburrido! — Grité y tuve una idea.

Corrí hacia él aprovechando que estaba de espaldas y me lancé en sus hombros.

Tropezó y cayó arrodillado, me resbalé y terminé de lado, riendo a carcajadas.

— ¿Se ha vuelto loca? — Gruñó con indignación — ¿Qué rayos le sucede?

— ¡No sea amargado, ha sido divertido!

Me incorporé, riendo sin parar.

— ¡La próxima vez que haga algo como eso voy a...— Se levantó rápidamente, enojado.

— ¿Qué hará para castigarme? — Lo reté, todavía de rodillas, apretó su mandíbula.

— Usted es tan desesperante y revoltosa.

— Sería aburrida si no tendría tales atributos — Me levanté.

— Yo no le llamaría atributos — Se peinó el cabello, se le había despeinado con la caída.

— Vamos a desayunar y luego a entrenar.

— ¿Quiere que le diga a su padre que me tiró al suelo?

— Eso lo dejaría muy mal parado a usted, una chiquilla delgada como yo no podría cometer tal hazaña, usted quedaría como un débil — Me burlé y estrechó sus ojos.

— Me tomó por sorpresa, de estar preparado usted habría atravesado la ventana.

— Se da cuenta de que si se vale ser tomado por sorpresa, hasta usted que es un experto cae en esas trampas — Coloqué mis manos en las caderas — Vamos a desayunar.

— No gracias, yo desayunaré solo, en la cocina, sin nadie que me moleste — Clavó sus ojos en mí como indirecta.

— ¿Por qué está de tan mal humor? ¿Es porque se quedó a cargo de mi cuidado?

— Por eso y porque acaba de hacer que me cayera.

— De acuerdo, no comeremos juntos, pero lo espero en la biblioteca después de desayunar y no acepto un no por respuesta, es eso o ir a cabalgar.

Se quedó pensativo.

— Prefiero la cabalgata, ya estoy cansado de estar encerrado aquí.

Sonreí abiertamente — Eso es, sabía que usted tampoco toleraría estar aquí todos los días, es asfixiante. Póngase su ropa de montar y nos vemos en el vestíbulo en treinta minutos — Me alejé corriendo hacia el comedor.

La sirvienta me sirvió la comida, de la emoción no tenía mucho apetito. Saldría con el Señor Alfred y eso me tenía en un hilo de nervios.

— ¿Qué hará hoy Señorita Roguina? — Preguntó la sirvienta después de servirme té, no era la misma sirvienta que me había precavido sobre el Señor Alfred, así que no me importó contarle.

— Voy a cabalgar.

— ¿Irá sola?

— No, con el Señor Alfred, no puedo salir sola.

Se tensó, casi palideció, pero no dijo nada.

Al terminar de comer, subí las escaleras y me cambié el vestido por pantalones de cuero, botas para montar, camisa y chaleco.

Me trencé el cabello y me coloqué mi sombrero de campo.

Bajé las escaleras, pero fruncí el ceño al ver a la Señorita Liana. El mayordomo le había abierto la puerta y los sirvientes cargaban con un baúl que dejaron en la alfombra.

Me acerqué con los brazos cruzados.

— Señorita Liana ¿A qué debo ésta visita repentina? — Dije, con un tono tenso.

Me observó y sonrió — Señorita Roguina, un gusto verla... Disculpe que haya venido sin avisar, pero vine a traer el resto de la ropa que me encargó en Señor Alfred... ¿Dónde está él?

— El Señor Alfred no estará disponible para usted hoy — Avisé, con rostro fingido de pena.

— Oh ¿Y eso por qué? Si se puede saber.

— Saldrá a cabalgar conmigo.

Alzó las cejas, no se esperaba algo así.

— Me gustaría acompañarlos si es posible — Dijo, maldita entrometida no iba a arruinar mi salida con el Señor Alfred.

— No lo creo...

El Señor Alfred llegó al vestíbulo, con un chaleco debajo de su camisa manga larga y una capa que caía hasta sus pantorrillas, cubiertas por las botas trenzadas.

— Señorita Liana — Saludó con una sonrisa agradable y mi furia empezó a hervir.

— Señor Alfred, un gusto verlo.

— ¿A qué se debe su presencia? — Preguntó él.

— Le traje su ropa, ya está todo listo.

— ¿En serio? Usted siempre tan eficiente.

— ¿Podemos pasar al salón a verlas? — Preguntó la mujer y el Señor Alfred abrió su boca.

— Luego él tendrá tiempo de verlas, ahora vamos de salida — Dije, de forma rotunda.

— Es cierto Señorita Liana, iremos a cabalgar.

No pude evitar sonreírle a la modista.

— Podemos revisar rápidamente, de hecho le había propuesto a la Señorita Roguina acompañarlos.

El Señor Alfred — Oh, pero no tiene ropa para cabalgar.

Maldito, a pesar de toda aquella emoción que habíamos sentido cuando me presionó contra la pared pretendía seguir cortejando a la Señorita Liana, me quedó claro que no significó nada para él.

— No importa, la Señorita Roguina podría prestarme una — Me observó la muy infeliz.

— ¡No creo que le quede!

— Estoy segura que si, somos de la misma talla ¿Verdad Señor Alfred?

— La verdad es que sí.

¿Cómo se atrevía a compararme?

— ¡Olvídese de la cabalgata, ya se me quitaron las ganas! — Gruñí y él frunció el ceño, su amante alzó las cejas como si hubiese soltado un insulto.

Me di media vuelta y subí las escaleras.

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Suleima Rengifo Londoño
excelente novela, como las anteriores....felicidades autora
adri péraza
que no se haga tonta ella sabía que ocultaba algo y ella así lo acepto
Jovis Feliz
estuvo linda la historia, pero siento como que quedó inconclusa,
Veronica Caglia
O'brian guau a mi me gustan mayores esos que se dicen señores 🎶🎶
H.M.R
Me encanto
Lizzie Cedeño
me quedé con la boca abierta al leer está línea
Lizzie Cedeño
jajaja me muero de la risa 🤣🤣
Jackeline Gaido
Son 16 años de diferencia, el tiene 35 y ella 19.
Yesenia Ortega
Escritora sensacional sin palabras que Dios te siga bendiciendo y sigas escribiendo tan bonito como siempre voy por la próxima.
BAE :) Mage
;)
Flavia Claramunt
ame las 4 historias,tanta creatividad para crear los personajes,la narración impecable y tan descriptiva,los detalles en los paisajes,vestuario,maquillaje,casas y paisajes,y siempre las historias de amor tan hermosas,una fan más de tu forma de escribir fue un placer de principio a fin,y voy a releerlas más de una vez porque sin dudas valen la pena 👏👏👏👏👏👏👏,
Flavia Claramunt
una obra maestra como todo está saga
L34578
Muy bonita
Ely Moreno
una bella historia, que nos recuerda que siempre tenemos una 2da oportunidad
María sarmiento
hermosa historia quiero leer la tercera historia. tienes esa habilidad de adentrarnos y vivir tus historias. felicidades
Eleonor Baker
Maravillosa historia llena de valentía y amor, me ha gustado sus dos gemelas genial una como cada uno de ellos
Eleonor Baker
Este par es genial, luchando y comentando cómo en fiesta del té...jijiji
Eleonor Baker
Exacto, se vio super genial porque no la amarraron, pero amarrada el cuento cambia?
Eleonor Baker
Ah caray, osea que le hubieras permitido casarse con O'Brian si pedía permiso? Ay ajaaaaaa
Ara
Claro el tener albinismo no tiene nada de malo
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