Faltan once minutos para la media noche, Alejandra con el teléfono en mano espera ansiosamente que pasen esos sesenta segundos que la separan del "Hola" de su confidente desconocido. Con él puede ser ella misma, sin la máscara de estoica que desde su infancia se colocó.
Franco está en su habitación, ya ha escrito su acostumbrado Hola y cuenta regresivamente los 25 segundos para pulsar enviar. Él es un ser sensible sin saberlo, su oculta pasión por las artes lo llevó a ella, a esa mujer de la que no conoce ni su nombre, ni su rostro, ni su edad, pero que lo sensibiliza al extremo de sentir sus caricias en el alma.
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Trece
—Tengo que felicitarte— dice Reinaldo Leiva abriendo los brazos, está gratamente sorprendido con la restauración hecha por Alejandra.
—Cierto amiga, lograste salvar totalmente la obra que había dañado la burra esa— expresa Belkis sin guardarse su desagrado por Lilly.
—Hiciste un excelente trabajo, Galatea— agrega el fotógrafo. La chica alterna la mirada entre ambos amigos, con cara de interrogante.
—Debo confesarte algo— habla con tono de burla mirando a Franco —Ese fue el nombre que te puso mi amigo desde que vió la fotografía que te tomé en el museo...
El resto del festejo estuvo tranquilo, los padres de Franco quedaron fascinados con la belleza y el desenvolvimiento de su recién conocida nuera. Un rato más tarde los cuatro amigos se retiran a seguir la celebración.
Las dos parejas llegan al estudio de Reinaldo, que está ubicado en la azotea del edificio donde vive, desde lo alto se ven las luces de la ciudad y los anuncios titilan a lo lejos cual luciérnagas.
Una pequeña sala de estar rodeada de paredes de vidrios, innumerables cojines en el piso y una mesa ratona en el centro. Franco se sienta en un grupo de cojines y atrae de la mano a Alejandra sentandola entre sus piernas, con la espalda pegada a su pecho.
Belkis le gusta lo que ve, por primera vez nota en la mirada de su amiga ese brillo.
—Alejandra ¿Por qué no estudias restauración?— pregunta el fotógrafo, al enterarse de que todo el trabajo que la chica hizo lo aprendió empíricamente, mientras coloca en el centro de la mesa cuatro cervezas. Ella suspira profundo.
—Los montos por matrícula son muy elevados y no los puedo pagar— responde con aflicción.
—¿Y si te ayudo a conseguir una beca?— Ella niega ante esa posibilidad.
—¿Por qué?— pregunta Franco sin entender su negativa y acariciando su brazo.
—Las becas son presenciales y debo estudiar a distancia, soy la única que vive con mi mamá— Belkis, quien extrañamente se había mantenido en silencio, pone los ojos el blanco.
—Amiga, estoy cansada de decirte que hagas tu vida como lo están haciendo los demás, para ellos fue muy cómodo dejarte con el paquete completo.— dice con reprobación.
—Belkis sabes que mamá tiene depresión y se la pasa con dolores— la amiga niega.
—Me vas a perdonar, pero tu mamá es una manipuladora hipocondriaca.— hace una pausa —¿Por qué no le duele nada para salir con tus hermanos y cuando está sola y tú sales le duele todo? — reflexiona llevando su dedo índice a la sien y agrega molesta —¿Sabes que si? Tienes razón, está enferma, pero para ser el centro de atención y estás dejando tu vida y tus sueños a un lado por alguien que estoy segura inventa cada enfermedad.
Todo esto lo expresa la chica sin filtro ante la atenta mirada del par de hombres que se ha mantenido al margen de la diatriba.
—Sé que tienes razón, pero ¿Cómo hago?, No la puedo abandonar.— responde.
—Ok olvídalo, espero que no llegue el día en que necesites ayuda y esos, por los que has dejado tu vida te den la espalda, conmigo puedes contar hasta el día de mi muerte— Y así cerró el tema la chica.
Las dos parejas siguieron compartiendo y hablando de temas irrelevantes, Franco en ningún momento soltó o dejó de acariciar a su chica, ni ella de corresponderle. Ver la interacción del par de enamorados hace que la mirada de Belkis se ilumine y una sensación de felicidad se instaura en su pecho al presenciar que, su amiga del alma, al fin experimenta el sentimiento de amar y que la amen.
Un par de horas más tarde, el teléfono de Alejandra parpadea, anunciando una llamada entrante de Marta.
—Ponlo en altavoz— le dice la amiga a lo que ella obedece.
—Dime mamá.
—¿A qué hora piensas venir?— pregunta la mujer y Belkis pone los ojos en blanco.
—No lo sé— hace una pausa viendo a su amiga que le hace señas —mejor no me esperes despierta, me quedaré con Belkis en su casa.
—Mejor vente que me siento mal, tengo dolor de cabeza y puede ser la presión no vaya a ser que cuando llegues me encuentres muerta— Alejandra suspira, es increíble el grado de excusas que pone su madre para manipularla.
—Tómate tus medicamentos, no se cuánto tiempo tarde en llegar, estoy un poco lejos— responde y cuelga la llamada para no darle oportunidad de seguir insistiendo.
—Amor, ¿podemos hablar?— pregunta Franco, ella asiente y salen del estudio.
—Ante todo quiero que sepas que hiciste un estupendo trabajo, lograste una restauración impecable con un acabado profesional, así que todo trabajo bien hecho merece una retribución— continúa el canadiense extendiéndole un sobre. La chica lo toma dudosa y se encuentra con una tarjeta bancaria y una hoja donde está la tasación de su trabajo.
—Pero, yo lo hice sólo para ayudar y porque me dolió ver la obra arruinada— replica Alejandra viendo su trabajo tasado en treinta y un mil quinientos ochenta dólares (31580,⁰⁰$). —esto es demasiado— responde y Franco niega con la cabeza.
—Nada es demasiado, a ti te hicieron creer que tú trabajo no tiene valor y mira, fueron profesionales quienes pusieron el precio, así que nunca permitas que menosprecien tu trabajo, cobra por lo que sabes, si tú no le das valor otros tampoco lo haran— ella asiente a sus palabras —Debes saber que esto no lo digo solo porque estoy enamorado de tí si no porque es la verdad— los ojos de Alejandra brillan ante esa confesión y una sonrisa se dibuja en el rostro de ambos perdiéndose segundos después en un profundo y apasionado beso...
Gracias por compartirla, y tener el placer de leer los 61 capítulos.