Fractured

Emily creyó que Aziel le diría que el valor de las personas se mide por lo que hay en sus corazones, las buenas costumbres y no por su dinero, claro que, tratándose de él, se equivocó.

—De hecho, yo soy más rico que todos aquí, lo que te hace a ti más adinerada que ellos.

—Esa fortuna no es mía, yo no trabajé por ella—atinó a responder la joven, todavía con los largos y delgados dedos de Aziel acariciando su mentón.

—Tampoco yo; digamos que es una compensación de la vida por el padre de mierda que me tocó tener.

—¿En mi caso que sería? —preguntó ella.

—Una compensación por el marido de mierda que te tocó tener

Emily soltó una carcajada.

—Bueno —dijo, sus hoyuelos estaban en su máximo esplendor, pues nunca creyó que alguien tan gruñón pudiera hacer bromas.

Cuando estaban a punto de salir del lujoso auto, Aziel le recordó que para la prensa eran una feliz y dichosa pareja de recién casados.

—Sí —respondió ella. Mostrando que estaba dispuesta a hacer lo que estuviera en sus manos para que todos se tragaran el cuento de que ellos eran un matrimonio.

Así que la entusiasta pareja salió del auto, él tomó la mano de su esposa, y frente a todos los periodistas, los Rinaldi apenas y se rozaron los labios.

—¡Mira cómo se sonroja cuando su esposo la besa!, eso sí que es estar enamorada —exclamó una de las periodistas.

La adorable pareja entró al lugar y con rapidez los encargados los guiaron a una gran mesa. Al llegar, los dos se sentaron. Aziel le dio otro suave beso en los labios a Emily y las personas a su alrededor miraban conmovidas.

—Iré a arreglar unas cosas, te amo —dijo Aziel, sostuvo la mano de su esposa y le dio un delicado beso.

—Sí, yo también te amo —contestó ella. Roja como un tomate, pues nunca antes había dicho “te amo”.

Al cabo de unos minutos, Emily comenzó a aburrirse, ya que las personas de alta alcurnia por lo que veía, no eran muy sociables.

De repente llegó una mujer y la saludó como si fueran amigas de toda la vida.

—Señora Rinaldi su vestido es excelso, bueno, ya sabe lo que dicen que no es la ropa, si no la modelo y usted tiene una figura envidiable.

—Muchas gracias. Tome asiento —respondió Emily sin saber cómo debía actuar en esa situación.

—Qué adorable es usted —dijo la mujer con voz chillona y tomó asiento al lado de Emily.

—Gracias —respondió la chica, sin entender si eso era un elogio o una burla.

—Sí bella, ¡deberías ser actriz, eso sería genial!

—No creo que tenga lo que se necesita, de seguro una actriz se prepara mucho —respondió Emily apenada, encogiéndose de hombros.

—¡Por favor!, para eso solo tienes que ser bella, no necesitas saber actuar.

—¿En serio?

—Sí, con esto se gana mucho dinero, bueno, sé que lo económico no es problema; pero también debes aburrirte, ¿no?

—Un poco —dijo Emily—, ¿entonces, actuando se gana mucho?

—Claro que sí. Aunque tu marido tiene una inmensa fortuna, ¡quien lo necesita cuando eres una Rinaldi! —La mujer soltó una pequeña carcajada.

—Bueno, sí, es cierto; pero como usted dice, a veces me siento aburrida y necesito hacer más cosas —explicó Emily en forma tímida.

—Bueno, sí está interesada, le dejó mi número, llámeme muy pronto, bella. —La mujer se levantó de su asiento, hizo un ademán con la mano, inclinó la cabeza como reverencia hacia la chica, para luego irse de allí.

La muchacha lo pensó un poco, esa mujer le había dicho que podían pagarle muy bien, ella necesitaba dinero para que cuando todo eso terminara, pudiera irse y rehacer su vida al lado de su abuela.

Al transcurrir un par de horas, ella no sabía nada de Aziel. La mujer que le ofreció trabajo volvió a pasar por allí y Emily le dijo que estaba interesada en la propuesta.

—Eso es estupendo, nos marcamos en la semana para quedar de acuerdo —contestó arrastrando las palabras.

La señora Rinaldi volvió su vista alrededor, todos o si no, la mayoría estaban ebrios, ¿qué eso no era una boda?, ella no recordaba haber presenciado alguna ceremonia. Se levantó de su asiento. El lugar era enorme, así que por más que intentó encontrar a Aziel, no pudo. Lo único que se le ocurrió es pedirle al chofer que la fuera a dejar a la casa, no quería meterse en más problemas.

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En cuanto llegó a la residencia Rinaldi, el empleado que la llevó se despidió, explicando que ahora debía volver a la fiesta y esperar al señor.

—Bien —fue lo único que dijo ella.

La chica subió a su habitación, después de dos horas le informaron que su esposo había llegado y que estaba en pésimo estado, ya que ingirió una gran cantidad de bebida.

Emily bajó para verlo con sus propios ojos. Ella recordaba el alcoholismo de su padre desde siempre, así que sabía qué hacer en esos casos, pues era peligroso dejar a una persona sola en esas condiciones.

—¿Quiere que nos cuidemos de él, señora? —preguntó Aitana.

—Súbanlo a mi cuarto, por favor —respondió Emily con timidez—, yo me haré cargo.

Los empleados obedecieron la orden de su señora y subieron a su jefe con mucho cuidado.

Emily tomó una toalla y comenzó a limpiar el vómito que tenía embarrado en el cuello, con delicadeza le quitó la camisa, los zapatos, el pantalón y la ropa interior, ya que también se había orinado. Ella limpió su cuerpo desnudo, claro que con el rostro rojo como tomate.

—Es un hombre borracho —se dijo a sí misma. Tratando de disminuir la pena que sentía por ver la desnudez de su marido.

En cuanto estuvo limpio, le puso ropa interior y el pantalón azul de su pijama que los empleados le habían llevado.

Aziel comenzó a balbucear. Emily puso varias almohadas detrás de su cabeza para que en caso de que volviera a vomitar no tuviera algún accidente.

—Parece un ángel cuando duerme; pero no lo despierten porque la magia se rompe —se burló ella.

La muchacha se acostó al lado de él. Ese momento le recordaba cuándo le ayudó a una vecina a cuidar a su bebé recién nacido, pues igual que con Aziel, no pudo dormir tranquila por estar al pendiente de que todo estuviera bien.

…

Al día siguiente, Rinaldi se despertó muy temprano, lo primero que vieron sus ojos, fue la boca entreabierta de su mujer.

Los recuerdos del día anterior golpearon su mente.

Él se levantó de la cama, salió de la habitación de Emily y le pidió una explicación a Aitana. Ella le contó que su esposa, estuvo cuidando de él toda la noche, que limpió su vómito y lo cambió de ropa porque se había hecho del baño.

—¿Por qué hizo eso?

—Solo quiso hacerlo, señor —respondió con simplicidad Aitana.

Aziel se sintió extraño, nunca nadie había hecho eso por él, al menos no de forma genuina, es decir, sus empleados lo hacían porque era su trabajo, ella no tenía por qué haberlo cuidado. Emily era la primera persona en mucho tiempo que mostraba preocupación por él.

Aziel negó con la cabeza, él no podía, mejor dicho no debía tener esos sentimientos hacia su esposa por contrato.