Volver A Amar

Aiden

Se supone que este día sería igual a otro. Absolutamente todo dentro de la rutina; ir al colegio, esperar a la nueva profesora, darle un caluroso recibimiento, y continuar con lo mismo de siempre.

Sin embargo, nada salió como yo esperaba. Y creo que en parte es culpa mía.

Luego de revisar los últimos detalles con Alba acerca de los dos nuevos alumnos, hijos de la profesora llamada Valery, recibí en mi oficina a mi mejor amigo Daniel. Profesor de inglés, a pesar de que es un mujeriego sin remedio, es un educador comprometido con la enseñanza de sus alumnos.

Es el profesor que siempre saca sonrisas, y carcajadas. El que ofrece reforzamiento con tal de que puedan obtener excelentes calificaciones, de echo Inglés es el curso donde mejores notas tiene el alumnado, en todo el establecimiento.

Sabía a qué venía, no obstante, decidí no darle en el gusto, y aquello significaba no permitir que estuviera a mi lado cuando llegara la nueva profesora.

Es un jodido insistente cuando de conocer mujeres se trata.

Lo observo, y me dan ganas de darle un puñetazo dónde le vuele todos los dientes.

Mientras esa imagen mental está en mi cabeza, me pregunto ¿Tendrá el mismo efecto en las mujeres si lo ven sin dentadura?.

Suelto una risilla por qué la respuesta es obvia. Definitivamente no tendría el mismo efecto.

Maldito condenado, sus dientes blancos y rectos son unas de sus mejores armas a la hora de conquistar. Ya que sonríe y las deja deslumbradas.

Pero más que un amigo, es mi hermano, por lo tanto la agresión física está descartada. Lo que si haré es ahuyentarlo, y sé perfectamente cómo.

Me niego a soportar otro escándalo como el que pasó con la profesora de Matemáticas que huyó. Si, renunció por qué se había enamorado de Daniel, y este, luego de intimar con ella, ya no le dió ni la hora.

Abrí la boca y dejé caer la bomba. Le comenté que la nueva profesora tenía dos hijos que probablemente serían sus alumnos.

Aquella confesión provocó una mueca de terror en su rostro, pues de Daniel se podrán decir muchas cosas. No obstante jamás jamás ha estado con una mujer con hijos. Los niños son su punto débil, ya que sabe que no podrá darle a la mujer más que noches de pasión, y involucrar a pequeños en una relación que no tiene ni pieza ni cabeza, es una maldad.

Siempre ha dicho: Las madres solteras se merecen más que un revolcón, y yo no estoy para eso. No puedo darles más amor que placer. Los niños son los que más sufren.

Y es por esa razón, desde mi percepción, que debajo de ese desinterés con el amor, se oculta un tipo con miedo a amar y ser amado.

Lo cual se debe a sus padres, a su separación y divorcio. No lo tomo para nada bien siendo solo un niño. Pero confío que algún día, llegue una mujer que sea capaz de sanar todas sus heridas, y este pueda comprender que no hay mayor satisfacción que hacer el amor con la persona que amas. Al menos eso es lo que mis amados padres me inculcaron a mí.

No me he enamorado. Confío que sucederá pronto.

Cuando se marcha suspiro aliviado, miro el reloj de la pared y veo que falta poco para que inicie la jornada escolar.

Un par de minutos después golpean la puerta de mi oficina. He de suponer que es la nueva docente.

Levanto mi vista y al instante hace acto de presencia una preciosa mujer.

¿No sé suponía que seria de unos 40 o 50 años?

Alba no me mencionó que era joven y muy atractiva.

La noto distraída observando a su alrededor, está tan ensimismada que nisiquiera se ha volteado a verme, pero no me importa. Al contrario, me da la oportunidad de apreciarla con detenimiento.

Su cabello está atado en una trenza que llega hasta la cadera. Lleva una blusa floreada que se ajusta a su busto pero no a su cintura, y unos pantalones ceñidos a su trasero y parte de sus muslos. Pese a ser madre, tiene una figura con las medidas perfectas. Ni mucho, ni poco, sencillamente ideal.

Me abofeteo mentalmente al tener esta clase de pensamientos. Carraspeo para atraer su atención.

Vuelve su rostro a mi, y clava sus ojos en los míos.

¡Es muy bonita!.

La recorro descaradamente con la vista de pies a cabeza, estoy consciente de que no debería hacerlo. En mi defensa debo admitir que hace bastante que no veía a una mujer tan sencilla y hermosa a la vez.

Últimamente solo he visto mujeres arpías y arribistas. Y se debe a qué a Daniel, se le ocurrió la brillante idea de soltar cierta información, que mantendriamos en secreto.

Hemos adquirido acciones de empresas a muy bajo precio, un número elevado de estás, por lo que nuestra renta ha aumentado de manera disparatada.

Ahora, las mujeres con escotes insinuantes y vestidos cortos se pasean como pasarela por mi oficina, y por la mayoría de los lugares que solemos frecuentar con Daniel y con Cristopher, otro buen amigo, quien fue el que nos oriento con este tema.

—Sientese por favor —le digo para luego entregarle el contrato.

Ella lo toma entre sus manos y comienza a leer. La observó detenidamente, está mordiendo su labio.

¡Carajo!, desde mi asiento puedo ver cómo una parte de su labio inferior lo muerde. Su boca tiene una perfecta forma de corazón, sus labios son carnosos y salientes.

¡Si antes sentía que no debía mirarla de manera indebida, ahora acepto arder en el infierno con tal de no apartar mi vista de ella!

De pronto alza su rostro. Mi boca ha quedado entreabierta, no sé que me pasa. Tal vez es el efecto de no haber tenido relaciones en más de un año.

La observó con lentitud, examinando todo su rostro. Sus ojos son verdes, aterciopelados bajo sus largas pestañas. Me detengo en sus labios, se ven tan apetecibles. Sin embargo parece notar mis pensamientos puesto que deja de morderselo.

¡Un minuto más! pienso mientras fantaseo con ellos.

—¿Me podría pasar un lápiz por favor?—me pregunta.

—¿Ah? —me siento perdido.

—¿Un lápiz?, ¿Por favor? —sacudo mi cabeza, y busco en la superficie de mi escritorio.

¡No Aiden, NO! Es una profesora, eres su jefe. Es tu primera regla y no debes romperla.

Tomo la lapicera y la extiendo hacia ella, me sonríe con amabilidad.

¡Joder!, su sonrisa es preciosa. Esto hace más difícil la tarea de no mirarla con otros ojos.

Agarra el lápiz pero yo no lo suelto. No quiero hacerlo, descaradamente me atrevo a rozar sus nudillos con mi dedo. ¡Dios! un escalofrío me recorre desde los dedos hasta mi brazo, cuello y estómago. Me reprendo mentalmente por lo que estoy haciendo, sin embargo no puedo dejar de mirarla. Sé que no está bien, pues sus mejillas sonrojadas así me lo hacen ver.

Esta nerviosa.

Firma el contrato y me lo entrega. Ella me mira, yo la miro, nos miramos como tontos.

La curiosidad le gana, sus ojos se desvían a mis torso y brazos.

A mis pequeños gemelos que tanto me ha costado mantener, y que ahora mismo me enorgullezco de lucir frente a una mujer tan interesante como ella.

—¿Le gusta lo que ve señorita Valery? —suelto aquella desatinada pregunta sin importarme las consecuencias.

—¿!QUEEE!?—comienza a toser. Ups, temo que la he descubierto —. No, no. Es solo que creí ver una mancha en su camisa.

¿Con que esa va a ser tu excusa?

Levantó ambas cejas, sonrio de medio lado y bajo mi mirada en busca de aquella mancha que no existe. Lo sé porque me preocupo en demasía por mi vestimenta.

Pero voy a fingir que puede ser verdad, cruzó los brazos sobre mi pecho luciendo mis músculos con más ímpetu. Nunca hago esto, no obstante la situación lo amerita.

—Disculpe la confusión, no es bueno para mí, que siendo casada me preocupe su vestimenta. Por favor no me malentendida.

¿Queee?, Alba me dijo que era separada, no me lo creo. ¡Soy un tonto! ¡Cómo se me ocurre coquetear con una mujer casada!

La sonrisa se esfuma de mi rostro, mis facciones se endurecen. Me levanto de la silla y me acerco hasta ella.

—Le doy la bienvenida a este establecimiento, espero que pueda tener un buen recibimiento por parte de los alumnos.

Ella asiente con su cabeza y camina hasta la puerta. No me dice nada más, y la entiendo. Su jefe y director del colegio en un coqueto y descarado. Comprendería si quiere renunciar el primer día.

Camino tras de ella, su cabello desprende un delicioso aroma a Jazmín, sin poder controlarme me acerco aún más.

De un segundo a otro se volteo, quedamos tan cerca que puedo ver lo precioso que son sus ojos verdes con pequeñas manchas marrones.

Ella parpadea consternada por haber invadido su espacio personal.

—Gra..gracias—susurra, nerviosa.

—No hay de qué —respondo. ¡Cielos Aiden! ¿Es lo único que puedes decir?

Toma la manija y sale rápidamente.

Estoy en pie en medio de mi oficina pensando en aquella mujer de cabello oscuro que removió mi mañana, y probablemente mi día, puesto que será difícil sacar la imagen de ella de mi mente.

...Tengo que hablar con Alba, y confirmar si es o no una mujer casada....