Mi Vecino Es... Gigolo...

Hace una semana ya de la última vez que estuve con mi vecino. Lo evito a mas no poder. Mis amigas están con sus novios, Briza con sus juegos online y yo comiendo helado como estúpida por no saber cómo hablar de mis sentimientos, solo los ahogo con el postre.

Para colmo de males mi periodo llego con toda la furia y me duele hasta cuando camino. Por suerte es fin de semana y puedo estar recluida en mi sofá viendo películas patéticas y espiando como mi vecino sale en su auto.

Termino de ver la película “son como niños” y lloro a moco tendido. Lo que hace el cambio hormonal es vergonzoso. Miro la ora y son las tres de la madrugada. Me acerco a la puerta y la abro para que la briza fresca de la noche me envuelva. Me siento en el umbral para mirar las estrellas mientras las lágrimas siguen cayendo.

Siempre que me viene parezco una magdalena, la llorona en persona. Apoyo mi cabeza en el marco de la puerta y junto mis piernas para envolverlas con mis brazos, cierro los ojos y trato de relajarme.

Un movimiento me despierta y abro los ojos sobresaltada. En frente mío tengo a mi vecino que me mira serio.

—¿Qué haces ahí? —pregunta y miro un par de piernas moverse al lado suyo.

—Que te importa, idiota —digo incorporándome, veo que está acompañado y eso es como una puñalada en mi corazón.

Entro a mi departamento dando un portazo, sollozando frustrada y me dirijo a mi sofá donde me recuesto ovillada. No sé porque pensé que cambiaria. Solo verlo con otra me demuestra que no tiene intenciones de arreglar lo nuestro. Aunque si lo pienso bien, nunca hubo algo como para llorar por él.

Limpio mis lágrimas y me levanto para tomar un calmante, mis ovarios duelen tremendamente.

Dirijo mis pasos a mi habitación y me doy una ducha tibia para aliviar más rápido el dolor. Me acuesto luego de sentirme limpia y fresca. Pero como últimamente me pasa, las lágrimas siguen cayendo.

NARRA ADRIAN:

Hace una semana que me porte como el idiota que soy, esa noche recuerdo que tome demás y las insinuaciones de una morena no las pude evitar y me deje llevar por el deseo.

Que arrepentido estoy. Luego de que prácticamente me diera de mi propia medicina, no la volví a ver. Se que me evita. Y me lo merezco por calentón.

Llego al bar y me encuentro con una amiga de la infancia. Natali Blanco. En realidad, es la esposa de mi primo, pero ellos no llevan un matrimonio como tal. Solo se casaron para que ella pueda heredar. Su amor siempre fue Mariela, su amiga de toda la vida.

Su familia es anticuada y no cree que acepten la relación que lleva con su amiga por eso se casó en secreto con Daniel. Que dicho sea de paso el tipo sigue alucinando con una chica que conoció en una fiesta de la universidad, recuerda poco de ella por la gran cantidad de alcohol que tomo en esa noche, pero eso no quita que sienta que es la mujer de su vida, estúpido ¿No?

Como sea, Natalie está de visita y se quedara en mi departamento. Tengo que salir de viaje por unos días y ella aprovechara para estar en mi departamento en mi ausencia.

Luego de una noche de trabajo en la que no surgió nada interesante volvemos a mi departamento.

Lo que no esperaba era encontrar a mi princesa dormida en el umbral de la puerta. Me acerco a su cuerpo y la muevo levemente para despertarla y me gruñera como solo ella sabe hacerlo. Luego de que se adentró a su departamento me quedo mirando su puerta por un momento.

—Valla, valla —escucho que dice Nat—, parece que te pego fuerte la rubia pechugona esa.

—Si, pero como siempre la cague —admito y volteo para abrir mi departamento.

Ingresamos y enciendo las luces, mi amiga deja su mochila y se dirige al baño del cuarto de invitados, yo me quedo mirando hacia el departamento de mi vecina a través de la ventana.

—Vamos, Romeo ve por tu Julieta —escucho que me alienta mi amiga.

—No creo que quiera verme —murmuro.

—Has el intento, el no ya lo tienes —escucho que se acerca a mi—, animo compañero.

—Mejor le doy espacio —decido y me dirijo a mi cuarto.

Natali bufa y se mete en el cuarto que le asigne y yo me meto a la ducha. Luego de relajarme me tiro a mi cama, pero mi mente la tengo metida en los recuerdos de mi vecina. No puedo dormir. Me levanto y me coloco un pantaloncillo ya que me gusta dormir desnudo.

Descalzo dirijo mis pasos a la salida de mi departamento y toco levemente su puerta sabiendo que no obtendré repuesta, pero para mi asombro la puerta no tiene seguro y se abre por si sola. Esta mujer está loca.

Entro y la busco en la sala, percatándome de restos de empaques y pañuelos desechables regados por el piso. Sierro la puerta con seguro y me dirijo a puntas de pie a su habitación. Llego y la encuentro hecho un ovillo apretando su abdomen mientras su respiración acompasada me indica que esta dormida.

Un leve quejido me hace adentrarme más a su habitación y veo como aprieta más su abdomen. Me acerco a su cama y me siento viéndola dormir. Acaricio su mejilla sin poder contener mis ansias de toca su tersa piel.

—¿Qué haces aquí? —pregunta sin abrir los ojos.

—Necesitaba verte —susurro—, tu puerta estaba abierta.

—Ya te desasiste de tu conquista y bienes por las sobras —gruñe celosa. No puedo evitar sonreír.

—Celosa, princesa —murmuro cerca de su oído.

—Nunca bastardo, vete —apremia enfadada, me empuja y luego se queja tomando su abdomen—. Maldito Andrés del demonio —gime con dolor.

—Aclarando, es una amiga —digo y trato de frotar su vientre, sé que los dolores mestúrales suelen ser espantosos.

—No me toques —grita y se voltea dejándome su adorable trasero a la vista.

—Lo siento ¿Qué puedo hacer para aliviar tu dolor? —pregunto acariciando su espalda.

—Nada, solo vete —afirma y por nada del mundo la dejo.

Me acuesto a su lado y la envuelvo con mis brazos, se resiste muy tercamente pero no la suelto, acaricio su vientre con subes masajes hasta que deja de resistir el alejarme de ella.

—Mañana salgo en un viaje y no quiero irme sabiendo que me odias, por favor perdona mi debilidad —murmuro a su espalda—, no quiero estar sin ti.

—Me lo dices ahora cuando hace un momento te vi llegar con una de las tantas conquistas que sueles traer —dice con acento frustrado.

—Ya te dije que es una amiga —aclaro—, su pareja llega mañana y se quedaran en mi departamento.

—No sé qué esperas de mi —dice con pena.

—Además de tu perdón, quiero que me quieras —susurro sin dejar de masajear su vientre.

No dice más nada y al cabo de un momento su respiración nuevamente es pausada. Huelo el perfume de su cuello y dejo un beso en la base de su nuca. Afianzo mi abrazo pegándola más a mí y cierro los ojos sintiendo el agotamiento del día llegar al fin.