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Mi Mafioso Posesivo

Mi Mafioso Posesivo

Status: Terminada
Genre:Yaoi / Mafia
Popularitas:1.2k
Nilai: 5
nombre de autor: Raylla Mary

Dimitri Volkov creció rodeado por la violencia de la mafia rusa — y por un odio que solo aumentaba con los años. Juró venganza cuando su hermana fue obligada a casarse con un mafioso brutal. Pero lo que Dimitri no esperaba era la mirada fría e hipnotizante de Piotr Sokolov, heredero de la Bratva... y su mayor enemigo.

Piotr no quiere alianzas. Quiere a Dimitri. Y está dispuesto a destruir el mundo entero para tenerlo.

Armas. Mentiras. Deseo prohibido.
¿Huir de un mafioso obsesionado y posesivo?
Demasiado tarde.

NovelToon tiene autorización de Raylla Mary para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 13

El Cautivo de la Muerte

La mansión Mikhailov, en las afueras de Moscú, no era solo una fortaleza.

Era un imperio de lujo, silencio y control.

Demitre se despertó en una cama de lino egipcio, con sábanas blancas, bajo la vigilancia constante de cámaras discretas y dos hombres armados en la puerta.

Su habitación era más grande que cualquier casa en la que hubiera vivido.

Pero seguía siendo una jaula de oro.

Vestía ropa cara que nunca pidió.

Comía comidas preparadas por chefs internacionales, sin ver nunca sus rostros.

Y cuando se acercaba a una ventana, encontraba cortinas pesadas o vidrios a prueba de balas.

No había salida.

Ni siquiera el silencio era seguro allí, porque el silencio tenía nombre:

Alexei Mikhailov.

—¿Se ha despertado? —preguntó Alexei, ajustándose los puños de la camisa bajo el blazer oscuro.

—Sí, señor. Intentó salir de la habitación anoche. Fracasó.

Pero parece más tranquilo hoy.

Alexei sonrió de lado. Frío. Contenido.

—Está aprendiendo.

Mientras tanto, lejos de allí, en una transmisión clandestina de la Europol…

—Nuevos objetivos ligados al nombre Alexei Mikhailov han desaparecido sin dejar rastro en las últimas 48 horas.

—La muerte llega y nadie oye —murmuró uno de los analistas.

—Lo están llamando… La Muerte.

Dicen que donde pisa, el aire pesa. Y quien se atreve a cruzarse en su camino… simplemente desaparece.

De vuelta en la mansión…

Alexei entró en la habitación de Demitre sin llamar. Como siempre.

Demitre estaba de pie, junto a la ventana, usando una camisa social que claramente no era suya, demasiado grande, demasiado cara.

—¿Estás cómodo? —la voz de Alexei cortó el aire como una cuchilla.

—Estoy encerrado, vigilado y vestido como un muñeco. No.

Alexei caminó hacia él. Se detuvo justo detrás, tan cerca que Demitre podía sentir el calor de su cuerpo.

—No estás encerrado, estás protegido.

—Protección con esposas invisibles. Qué romántico.

—Aún no lo has entendido… —susurró Alexei en su oído—. El mundo ahí fuera es peligroso.

Pero aquí… me perteneces.

—Actúas como si me amaras. Pero no es amor, Alexei. Es control.

Alexei sujetó la barbilla de Demitre y lo giró para encararlo.

Sus ojos estaban negros. No de ira, sino de deseo posesivo.

—Yo no amo como los demás.

Lo que es mío, lo guardo. Lo cuido. Lo vigilo.

Y destruyo a quien intente tocarlo.

Demitre intentó resistirse a la mirada… pero algo dentro de él se estaba rompiendo.

No era miedo.

Era el peso de ser deseado por un monstruo que no sabía amar... pero sabía matar.

Esa misma noche, Demitre oyó a lo lejos los pasos de Alexei resonando por los pasillos.

Lentos. Precisos.

Y entendió por qué ahora el mundo lo llamaba La Muerte:

Porque Alexei no necesitaba correr.

Siempre alcanzaba.

El vapor aún flotaba en el aire cuando Demitre salió del baño.

La toalla blanca, baja en la cintura, dejaba a la vista su piel húmeda y bronceada, los músculos delineados y el cabello aún goteando.

Caminó hacia el armario distraído, con pasos lentos.

Al otro lado de la pared, dos guardias observaban.

A través de la pared de vidrio falso.

Una "medida de seguridad", dijeron.

Pero ahora...

Era pura invasión.

—Es demasiado guapo para estar en manos del jefe —murmuró uno de los hombres, tragando saliva.

El otro solo observaba en silencio, la mirada fija en la espalda desnuda de Demitre.

Durante unos pocos minutos, el pecado fue cometido.

Y fue tiempo suficiente… para que la Muerte lo supiera.

—¿Qué? —Alexei se levantó de la silla como un rayo, lanzando el vaso de whisky contra la pared.

Nikolai vaciló, pero continuó:

—Dos de sus hombres, Pavel y Yuri. Estaban observando la habitación de Demitre a través de la pared falsa.

Durante el baño.

Silencio.

Demasiado largo.

—¿Vieron su cuerpo? —la voz de Alexei llegó baja. Mortal.

—Sí… señor.

Minutos después, las puertas de la habitación de Demitre fueron abiertas de golpe.

Alexei entró como un huracán. Los ojos negros. La postura rígida.

Exhalaba furia silenciosa.

Demitre, que vestía solo un pantalón ligero y se secaba el cabello con una toalla, alzó los ojos.

—¿Qué pasa ahora? ¿Vas a encerrarme más?

Alexei atravesó la habitación sin una palabra. Se detuvo frente a él.

El rostro estaba tan cerca que Demitre sintió el olor del perfume mezclado con algo más… peligro crudo.

—¿Quién te dio el derecho de exhibirte casi desnudo por la casa?

—¿Exhibirme? Estaba en mi habitación. Salí del baño. ¿Quieres que me bañe vestido ahora?

—Estabas expuesto.

—Para mí. No para ti.

Alexei apretó los ojos, los puños cerrados. La ira que lo dominaba parecía casi inhumana.

—Eres mío. Mío.

Tu cuerpo ya no te pertenece, Demitre.

Y mucho menos a los ojos de nadie.

—¡Esto es enfermizo!

Alexei rió. Un sonido bajo. Gélido.

—Entonces llámalo como quieras.

Pero escucha bien:

—Quien te mire desnudo de nuevo, le arrancaré los ojos. Con mis propias manos.

Demitre retrocedió un paso, pero Alexei avanzó.

—¿Crees que estoy bromeando?

—Ya has matado por menos… —murmuró Demitre, sintiendo el aire pesar.

Alexei tocó su cintura, los dedos deslizándose por la piel expuesta.

—Si quieres saber de lo que soy capaz de hacer por ti…

basta con que alguien intente tocarte. U observarte.

¿Crees que soy posesivo? Aún no has visto nada.

—¿Y tú? ¿Vas a mirarme cuantas veces quieras, es eso?

Alexei sonrió. Una sonrisa lasciva, sombría, peligrosa.

—Yo soy el único que tiene ese derecho.

El único que puede ver.

Tocar.

Dominar.

Demitre contuvo la respiración.

Porque, en el fondo, parte de él odiaba esta prisión…

Pero otra parte…

ardía por ella.

Esa noche, los dos guardias fueron retirados en silencio.

Nadie más los vio.

Corrieron rumores.

—¿Fueron asesinados?

—¿Fueron cegados?

—¿Fueron enterrados vivos?

La respuesta nunca llegó.

Pero todos pasaron a desviar la mirada cuando Demitre cruzaba los pasillos.

Al fin y al cabo… La Muerte siempre estaba cerca.

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