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En Blanco

En Blanco

Status: En proceso
Genre:Romance / Yaoi / Pérdida de memoria / Traiciones y engaños / La Vida Después del Adiós
Popularitas:728
Nilai: 5
nombre de autor: Marianitta

Cuando Aiden despierta en una cama de hospital sin recordar quién es, lo único que le dicen es que ha vuelto a su hogar: una isla remota, un padre que apenas reconoce, una vida que no siente como suya. Su memoria está en blanco, pero su cuerpo guarda una verdad que nadie quiere que recuerde.

NovelToon tiene autorización de Marianitta para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Cerca, pero sin nombre

Leo – Día 1 en Wharekura.

El ferry se deslizó por el agua como un suspiro largo. Leo estaba de pie junto a la baranda, con los dedos aferrados al metal frío y el corazón golpeándole el pecho. Wharekura aparecía ante él como una mancha verde entre la bruma: montañas suaves, techos bajos, caminos de tierra y el mismo aire salado que Aiden había pintado cientos de veces.

Era hermosa.

Y era insoportablemente ajena.

Apenas puso pie en tierra, notó las miradas. El pueblo era pequeño. Lo suficientemente cerrado como para detectar un rostro nuevo en segundos. Nadie se acercó. Nadie preguntó nada. Pero todos lo miraban.

Caminó por la calle principal.

Pasó junto a una tiendita de frutas, una pescadería, un salón de té.

Y llegó hasta el Café Kaimana, donde una terraza daba hacia el mar y los cuadros de artistas locales decoraban las paredes.

Entró.

—¿Puedo ayudarte? —preguntó una mujer de cabello canoso detrás del mostrador. Su sonrisa era educada, pero sus ojos lo observaban con una prudencia casi defensiva.

—Estoy buscando a alguien. Se llama Aiden Makoa. Nació aquí.

La mujer parpadeó.

—Muchos han nacido aquí.

—Desapareció hace meses. Creo que podría estar en el pueblo.

—Lo siento, no me suena. ¿Quieres un té?

Leo supo que mentía. No por el tono.

Por el silencio tenso que se instaló después.

Como si su nombre aún flotara en el aire.

Pidió un café por cortesía. Y se sentó junto a la ventana.

Mientras lo servían, observó los cuadros en la pared.

Uno le heló la sangre.

Un paisaje costero. Técnicamente tosco. Líneas desordenadas, colores intensos, pinceladas torpes.

Pero el cielo.

El cielo era idéntico al que Aiden solía pintar.

Ese tono pálido de azul que él decía solo existir en Wharekura.

Leo se levantó.

—¿Quién pintó esto?

—Un joven local. No deja su nombre. Solo deja las obras.

—¿Lo ha visto? ¿Sabe dónde puedo encontrarlo?

—Lo siento, señor. El arte aquí es anónimo.

Leo apretó los dientes.

Pero agradeció.

Y salió.

Aiden – Tres días antes

Había encontrado el Café Kaimana casi por accidente.

La galería lo atrajo primero.

Luego el olor a pan recién horneado.

Pidió té de jazmín. Se sentó con el cuaderno abierto y observó a la gente caminar frente al mar.

—¿Eres artista? —le preguntó una mujer mayor al ver sus dibujos.

Aiden asintió, algo incómodo.

—¿Cómo te llamas?

Se quedó en blanco.

Luego dijo lo primero que le vino a la cabeza:

—Kai.

La mujer sonrió.

—Pues Kai, deberías dejar uno de tus cuadros en la pared. Hay espacio.

Aiden lo hizo.

Sin firmarlo.

Solo escribió en la esquina inferior:

"A veces el cielo también quiere recordar."

Leo – Día 2.

El nombre Kai apareció al día siguiente, mientras hablaba con el dueño de una librería.

—Aquí ha venido un chico a veces. Joven. Silencioso. Dibuja mucho. Pero no creo que se llame Aiden. Se presenta como Kai.

Leo sintió el estómago contraerse.

—¿Puedo verlo?

—No sé dónde vive. Solo lo he visto por aquí. A veces se sienta en la plaza frente al acantilado, donde está la estatua del albatros.

Leo fue directo allí.

No encontró a nadie.

Solo una banca con marcas de carboncillo.

Y un cuaderno olvidado que ya no estaba.

Se sentó igual.

Esperó.

Miró al mar.

Pensó en gritar su nombre, aunque no supiera si él lo recordaría.

Pero no lo hizo.

Aiden – Esa misma mañana

Estuvo en la plaza. Sentado justo donde Leo estaría unas horas después.

Dibujaba al albatros.

Lo había trazado decenas de veces.

—¿Sabes volar? —le dijo al ave de piedra—. Porque yo ya no sé cómo salir de mí.

Levantó la mirada.

Tuvo la sensación de que alguien lo observaba.

Pero no había nadie.

El cuaderno lo llenó de líneas desordenadas.

Y una palabra se repitió al margen.

Leo. Leo. Leo.

Pero no sabía quién era.

Leo – Día 3.

Volvió al café. A la librería. A la plaza.

Nada.

Los rostros se volvían más duros. Las respuestas más secas.

Una mujer lo detuvo en el camino al atardecer.

—Forastero, Wharekura no es tierra de preguntas.

—Solo quiero encontrarlo.

—Tal vez no quiere ser encontrado.

Leo apretó los puños.

—Él no eligió olvidar. Fue obligado.

La mujer no respondió.

...

Pero esa noche, alguien tocó la puerta de la casa de Thomas Makoa.

—Señor… hay un hombre buscándolo. Por todas partes. Pregunta por Aiden.

Thomas no dijo nada.

Solo asintió.

Y apagó la luz.

Aiden – Esa noche

Volvió a La casa sin tiempo con los bolsillos llenos de carbones y los dedos manchados de azul.

Pegó una nueva hoja en la pared.

Dibujó un rostro que no recordaba.

Y debajo escribió:

“No sé tu nombre. Pero me haces falta.”

1
Maru Sevilla
/Frown/
Maru Sevilla
El capitulo está interesante /Smile/
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