Alexander y Sofía. dos enemigos mortales que acaban con sus vidas al mismos tiempo. sin imaginarse que sus destinos se unirá en una época diferente, en un siglo moderno, como el XXI
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Capitulo 12: Suegra querida.
Sofía, aún con el asombro reflejado en su rostro y el brillo de la espada en su mano, rodeada por los murmullos de los comensales del lujoso restaurante. Su reacción fue, sin duda, la más intensa de todas las que se encontraban en la sala. La espada, hecha de un acero que parecía brillar con luz propia, era un regalo que no solo destacaba por su valor material, sino por la historia que se forjaba entre ella y Iván, el hombre que la había sorprendido una vez más con un gesto inesperado. Aquellos que la rodeaban no podían evitar lanzar miradas intrigadas y murmullos curiosos, llenos de cuestionamientos.
— ¿De verdad se atreve a darle una espada a ella? —comentaba una voz al fondo, mientras que otros asintieron en señal de acuerdo, visiblemente impresionados.
El restaurante, antes lleno de risas y conversaciones animadas, pronto se convirtió en escenario de un espectáculo inesperado que mantenía a todos al borde de sus asientos. Cada corte del cuchillo en la carne y cada susurro entre parejas se desvanecieron en el aire, sustituidos por murmullos de incredulidad y admiración. Los comensales sabían que Iván era conocido por regatear en el mundo de los altos negocios, pero no sabían que, además, tenía un gusto romántico tan apasionado y exótico.
Entre los comensales, un coleccionista de objetos finos y extremadamente caros observaba atentamente la espada. Era un hombre con una reputación que lo precedía, un juez del arte y la historia, siempre en busca de piezas únicas que contaran una historia. Tal vez sabía que la espada había salido de las manos de un gran maestro herrero, pero lo que realmente lo cautivaba era la conexión entre el regalo y la mujer que lo sostenía con tanta emoción.
Lo que muchos no sabían era que la compañía Ivanovich, de la que Iván era dueño, había estado atravesando una crisis y que muchos se referían a su aparente reestructuración como un intento de recuperar su posición. El murmuro de la gente crecía al pensar si esta compra significaba que la empresa realmente resurgía, o si el dinero de Iván se consumía en extravagancias, buscando mantener su imagen.
En medio de la atención, Iván sonrió con confianza, disfrutando del revuelo que causaba su obsequio. Se dirigió a Sofía con un aire de complicidad, sabiendo que la sorpresa era solo un capítulo de la fascinante narrativa que estaban escribiendo juntos.
— Te lo compré porque sé que amas las espadas —dijo Iván, sus ojos brillando con malicia. Su voz se suavizó—. ¿Quieres que te conquiste como una reina? Bien, esto solo es el principio, santa.
El eco de su voz resonó en la mente de Sofía mientras contemplaba la espada en sus manos, sintiéndose al mismo tiempo poderosa y vulnerable.
— ¿Puedo usarla como se me plazca? —preguntó, con un tono travieso y desafiador, sintiendo el impulso de activar un juego entre ellos.
— Por supuesto, mientras que no sea contra mí. —respondió Iván con una mirada seria.
— Te lo prometo. Al menos, de que me traiciones. —dijo Sofía, con una chispa de desafío.
Iván se rio suavemente, un sonido que parecía despojar de seriedad el momento que estaban compartiendo. Se levantó para acercarse a ella, sus ojos fijos en los de Sofía, observando cada pequeño cambio en su expresión.
— Grábate algo. No puedo traicionarte. Hicimos una alianza, así que tú también debes cumplir por ser fiel a mí.—dijo mientras suavemente le tomaba el rostro entre sus manos.
Ella se dejó llevar, dejándose envolver por el calor de su cercanía. Rió y luego, en un movimiento decidido, lo abrazó con la espada aún en una de sus manos, y lo besó de sorpresa.
El beso fue ardiente, pero fugaz. No se separó de él por incomodidad, sino como parte de un juego, una estrategia para hacer que se rinda a sus pies.
El efecto fue inmediato. Iván se quedó desconectado de la realidad, como si el mundo a su alrededor hubiera desaparecido por un instante. Con esto, Sofía había logrado captar no solo su atención, sino también sus emociones, llevándolo a un terreno donde el poder no era un mero juego de fuerza.
Cuando ambos se separaron, la energía que rodeaba al restaurante se había transformado. Las miradas de los comensales se aferraban a ellos como si fueran el centro de una narración que no podían dejar de observar.
Está escena ya alcanzaba las redes sociales, una chispa que se encendió y rápidamente se transformó en fuego en el vasto océano de la información digital.
Las noticias sobre el exclusivo regalo de Iván a Sofía y el beso que siguió resonaron en todos los rincones de Internet. Todo lo que pasó se volvió popular de manera casi instantánea; el chisme era un viento que soplaba sin piedad y se metía en las conversaciones de cada rincón tras los minutos que ocurría. Aquello no solo capturó la atención de los seguidores de la farándula, sino que también llegó a ojos curiosos de la gente común.
Elena, la ex amante de Iván, no pudo evitar sentir un golpe en el estómago al ver las imágenes del evento en su teléfono; las fotos y artículos que llenaban su pantalla. Para ella, el regalo y el beso no eran un evento casual; eran una traición que dejó una marca en su corazón.
El director de Sofía, al ver la imagen de su ex empleada empuñando la espada, despertó un destello de inspiración. Era un hombre ambicioso y astuto, siempre en busca de nuevos talentos y oportunidades, y de repente veía en Sofía a la mujer que podía encarnar el personaje de sus sueños otra vez.
— Genoveva. Llama a Sofía —dijo, sabiendo que tenía que captar lo que estaba sucediendo antes de que fuera demasiado tarde.
Genoveva, la antigua asistente de Sofía, lo miró unos segundos, sin saber si debía interrumpir su trabajo por un capricho. Sin embargo, carente de cualquier resistencia al pedido, tomó el teléfono y marcó el número de Sofía. Pero no recibió respuesta, ya que su celular parecía estar apagado. Genoveva insistió, ignorando el sentimiento de que tal vez era una pérdida de tiempo.
Cuando finalmente Iván y Sofía llegaron a la casa, había un silencio tenso entre ellos. El coche detuvo su andar, y Sofía rompió el silencio que se había extendido entre ellos.
— ¿Qué tanto conoces de mí? En este regalo hay gustos íntimos sobre mí. Eras mi archienemigo, y aún así, sabes más que nadie lo que me gusta —dijo, mientras su mirada era intensa y cuestionadora.
Iván hizo una pausa, sintiéndose en una especie de juicio. La mirada desafiante de Sofía le hacía querer guardar sus secretos, aunque ya había comenzado a compartir más de lo que pensaba.
— Lo sé todo. Mi formación se basó en estudiarte... —dijo, cruzando su mirada con la de ella—. Solo para matarte... Ahora es diferente, la utilizaré para otros fines que no sean para herirte.
— Sin importar cuál sea tu motivo, me gustó mucho. ¿Quieres otro beso como recompensa? —preguntó con una seducción implícita en su ritmo.
— ¿Qué te hace creer que quiero uno? —replicó Iván, seriamente.
— Muy pronto me rogarás —respondió Sofía, alzando una ceja, desafiándole a que no se dejara llevar por la innegable tensión que había crecido entre ellos.
Ambos salieron del auto, y el silencio continuó, pero se sintió como una premonición de tormenta. Al entrar, se encontraron con la figura amenazante de la madre de Iván, quien salió de la defensa por lo que Sofía le hizo a Clarisa.
— ¡Insolente desgraciada! ¡¿Cómo te atreves a empujar a mi hija de las escaleras?! ¡No me niegues, que tengo testigos de los sirvientes!
Sofía, sosteniendo la espada dentro de su elegante caja de regalo, se giró lentamente hacia la mujer mayor, mirándola queriendo seguir sus pensamientos intrusivos.
— Le daré uso hoy mismo... Suegrita —dijo Sofía.
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Muchas gracias por leer no olviden dejar su preciado me gusta en el capítulo 💗