🔥 JUEGOS PICANTES: Volver A La Soltería 🔥
Cuatro mujeres.
Un pacto:
Nada de lágrimas por idiotas.
Solo risas, copas en alto…
Y nuevas reglas en la cama.
El juego cambió.
Y ellas están listas para ganar.
JUEGOS PICANTES: Volver a la soltería.
Una novela para reír, gozar y recordar quién manda.
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12. ¡Ya me hice bølas!
POV Monic Benavides.
El colegio de mis hijos está tan lleno de ruido y movimiento como siempre. Madres corriendo, niños jugando con sus mochilas, profesores tratando de mantener el orden sin mucho éxito.
—Ana Lía, recuerda que hoy te recoge la tía después de clase —le digo a mi hija mayor, mientras ella revisa su teléfono sin levantar la vista.
—Ajá —responde, con esa apatía adolescente que ya me tenía acostumbrada.
Suspiro y giro hacia Benjamín, que intenta acomodarse la mochila. Me agacho para ayudarle y le doy un beso en la frente.
—Pórtate bien, ¿sí?
—Sí, mami —responde con una sonrisa inocente.
Veo cómo se alejaban, Ana Lía caminando con la seguridad de quien ya se cree adulta, y Benjamín dando saltitos con su lonchera de dinosaurios.
Justo cuando me giro para volver al auto, mi celular suena en el bolsillo de mi chaqueta. Lo saco sin mirar y contesto en automático.
—¿Hola?
—Monic… —La voz en la línea me hace fruncir el ceño.
—¿Víctor? ¿Qué pasa?
Él suspira antes de responder.
—Necesito que vengas a mi oficina ahora.
Siento un escalofrío. No era común que el abogado de mi... marido me llame así, aún siendo mi amigo.
—¿Por qué tengo la sensación de que no es una buena noticia?
Hay un silencio incómodo al otro lado antes de que él suelte la bomba.
—Miguel me contactó. Mandó los papeles del divorcio.
Me quedo inmóvil, en medio del estacionamiento del colegio.
A mi alrededor, los otros siguen con su rutina, sin imaginar que yo acabo de recibir la confirmación de que mi matrimonio, ese que llevaba años agonizando, finalmente estaba muerto.
—¿Perdón?
—Lo que oíste, Mon. —Su tono es más suave ahora, como si intentara amortiguar el golpe—. Ya sabes que como soy tu amigo, prefiero decírtelo yo antes de que te llegue una notificación fría por un desconocido.
No me sorprendí. Después de lo que pasó en el motel, después de ver con mis propios ojos que el hombre que compartió mi cama por más de una década prefería meterse con otros hombres…
Sí, la sorpresa no es lo que me tenía el pecho apretado.
Es la rabia.
Porque, después de todo, él está terminando conmigo.
Él está tomando la decisión.
Como si yo fuera la del problema.
Como si yo fuera la que lo hubiera traicionado.
Me fuerzo a respirar hondo.
Me obligo a soltar el aire.
No voy a hacer una escena en la puerta del colegio de mis hijos. No es el momento.
Con pasos seguros, camino hasta mi auto, abro la puerta y me meto con un movimiento brusco. Apenas la cierro, dejo caer la cabeza contra el volante.
—Hijo de puta… —murmuro entre dientes, sintiendo cómo la furia late en mi cabeza.
No porque es gay. Eso, en el fondo, me importa poco.
"Si Miguel hubiera tenido el valor de decirme la verdad en lugar de hacerme perder años de mi vida en una farsa... tal vez hubiéramos terminado en buenos términos."
Pero no.
Él no solo me engañó, si no que lo hizo a mis espaldas mientras me dejaba a mí sintiéndome como una idiota.
Mientras pensaba que el problema era mío. Que tal vez había algo que no estaba haciendo bien, que por eso nunca me tocaba, que por eso se quedaba hasta tarde en el trabajo.
Y ahora, después de todo, él tiene el descaro de divorciarse de mí.
Enciendo el auto y salgo del estacionamiento con un giro brusco del volante.
El trayecto hasta la oficina de Víctor es un borrón de semáforos que cambian demasiado lento y no sé cuántas luces rojas me he pasado.
Cuando llego, dejo el auto en doble fila sin importarme si me multan y atravieso el elegante vestíbulo del bufete casi corriendo.
Me meto de lleno en su oficina y cierro de un portazo.
Él está sentado detrás de su enorme escritorio, con las manos entrelazadas y una expresión de incomodidad que solo me pone más furiosa.
—Monic… —empieza a decir, pero no lo dejo continuar.
—¡Dime que esto es una jodida broma, Víctor! —suelto, acercándome a su escritorio y apoyando ambas manos en él—. ¿Qué mierda quiere el maripøsón?
Víctor suspira y se pasa una mano por el cabello.
—Monic, escúchame…
Víctor se frota el puente de la nariz y luego toma un folder grueso de su escritorio.
—No es personal, Monic…
—¡No es personal para ti! Para mí sí lo es.
Él hace una mueca de incomodidad y empuja el folder hacia mí.
Leo las primeras líneas y mis ojos casi se salen de órbita.
—¡No! ¿¡Qué mierda se le metió en la cabeza para demandarme por TODO!?
El muy desgraciado no solo me engañaba, sino que ahora quería dejarme sin nada. Sin la casa, sin mis hijos, sin un centavo.
"El maldito... ¿hømøsexual o bisexu@l? ¡Ya me hice bølas...! Ahora entiendo por qué le gustaba darme por atrás. Monic, deja la pendejada y concéntrate, esto es serio", me recrimina mi mente.
Recapitulando: el muy maricón no solo me engaña, sino que además quiere dejarme en la calle.
—Miguel está demandándote por la casa, la custodia completa de los niños y la manutención.
Mi cabeza se sacude como si me hubieran golpeado.
—¡Él no tiene derecho! —grito, sintiendo que el aire se me atascaba en los pulmones—. ¡¿Custodia completa?! ¡¿Cómo se atreve?!
Víctor levanta las manos en señal de calma.
—Monic, sé que esto es un golpe, pero hay algo que tienes que ver.
Abre su computadora y gira la pantalla hacia mí. Un vídeo estaba pausado en el primer segundo. Lo reconocí al instante. El estacionamiento del motel. Mi auto. Yo bajándome furiosa. Y más allá… Miguel con su amante.
—¿Qué es esto? —pregunto, aunque ya lo sabía.
Víctor presiona play.
La escena se desplega frente a mí con una claridad dolorosa. Yo gritando, fuera de control. Miguel, nervioso. Luego, la imagen se movía bruscamente cuando la persona que grababa giraba la cámara para capturar a Lola y Leticia atacando a Mateo en el fondo.
Era un desastre.
Mi corazón late desbocado cuando la pantalla se vuelve negra. Víctor me mira con seriedad.
—El amante de Miguel lo grabó todo y lo entregó como prueba. Miguel dice que este comportamiento demuestra que no eres apta para la custodia de los niños. Que eres inestable, agresiva.
Me quedo sin palabras.
Miguel no solo me había engañado.
Ahora intenta destruirme.
Víctor cierra la laptop y se queda mirándome. Yo seguía parada frente a su escritorio, los puños apretados y conteniendo la respiración.
—Monic, escúchame bien —dice apoyando los brazos en el escritorio—. El divorcio es un proceso complicado, pero si lo manejas bien, puedes salir de esto con el mínimo de daños.
Me cruzo de brazos y bufo con impaciencia.
—No necesito que me expliques los procedimientos, Víctor. Soy abogada, ¿recuerdas?
Él suspira, pasándose una mano por el rostro.
—Lo sé. Pero también sé que cuando uno está emocionalmente involucrado, es fácil cometer errores.
—Oh, ¿como casarme con un hombre que prefería los penes a las mujeres? Sí, gran error —escupo con sarcasmo.
Víctor entrecierra los ojos con un gesto de fastidio.
—No estamos hablando de eso. Lo que quiero decir es que Miguel mandó todo junto, pero yo separé las demandas. El divorcio está por un lado, y la disputa por la casa y la custodia, por otro. Si firmas esto ahora, nos encargamos del resto después.
Tomo el bolígrafo y lo firmo con un garabato rápido, seco, lleno de rabia.
—Ahí tienes tu jodida firma —digo empujando el papel hacia él.
Víctor lo toma y lo revisa con cuidado antes de levantar la vista.
—Ahora podemos enfocarnos en lo importante —dice con un tono más suave.
—Sí —bufo furiosa—. Como evitar que ese desgraciado me saque a mis hijos —suelto con amargura.
Me levanto de la silla y me encamino a la puerta, pero antes de abrir, mi celular vibra en mi bolsillo. Lo saco y miro la pantalla.
Leticia.
Deslizo para contestar.
—¿Lety?
Del otro lado solo escucho sollozos entrecortados.
—¡LO PERDÍ TODO! —grita entre lágrimas—. ¡TODO!
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—¡EL MUY HIJO DE PUTA DE MATEO ME QUITÓ LA EMPRESA!