Código Cupido

Leonardo decidió que era momento de irse.

Ya había tenido suficiente de la fiesta. Suficiente de Zack.

Tomó sus llaves y salió al estacionamiento, pero se tambaleó levemente.

Tal vez había bebido un poco más de la cuenta.

Pero nada grave, todavía podía manejar… ¿o no?

—¡Leo, espera!

Leonardo frunció el ceño y se giró.

Zack venía corriendo hacia él.

—¿Qué quieres? —murmuró, cruzándose de brazos.

—No puedes manejar así —dijo Zoe, con voz firme.

Leonardo bufó.

—Estoy bien.

—No, no lo estás. Dame las llaves.

Leonardo soltó una risa sarcástica.

—¿Y qué vas a hacer, llevarme tú?

Zoe parpadeó.

Ups.

Se le olvidó que no podía manejar como Zack, porque no tenía una licencia masculina.

—Ehh… Tomemos un taxi.

Leonardo gruñó, pero terminó cediendo.

Diez minutos después, estaban en el taxi, camino al departamento de Leonardo.

Y ahí fue cuando todo se salió de control.

Cuando llegaron al edificio de Leonardo, Zoe decidió acompañarlo hasta la puerta para asegurarse de que entrara bien.

Leonardo caminaba despacio, pero se veía estable.

O eso pensó Zoe.

Porque de repente…

¡Leonardo tropezó y perdió el equilibrio!

¿Y adivina quién estaba justo al lado?

Zoe.

Y como en cámara lenta, Leonardo se fue de frente contra ella.

Zoe intentó esquivarlo, pero…

¡PLOP!

Los dos cayeron al suelo.

Pero no solo eso.

Leonardo terminó encima de Zoe.

Cara a cara.

Pecho contra pecho.

Apenas centímetros separaban sus bocas.

El aire se volvió denso.

Zoe no podía moverse.

Leonardo tampoco.

Porque en ese preciso instante, se dio cuenta de algo perturbador.

Zack olía bien.

Demasiado bien.

Y no solo eso… sentía algo extraño bajo sus manos.

¿Por qué Zack se sentía tan… diferente?

Zoe se puso rígida.

—L-Levántate…

Pero Leonardo seguía ahí, mirándola fijamente.

Hasta que su cerebro, aún algo ebrio, procesó lo que estaba pasando.

—¡Mierda!

Se incorporó de golpe, sintiéndose más confundido que nunca.

—No pasó nada —dijo rápidamente.

Zoe asintió, nerviosa.

—Sí, sí, nada pasó.

PERO AMBOS SABÍAN QUE SÍ HABÍA PASADO.

Algo raro.

Algo intenso.

Algo que Leonardo necesitaba olvidar urgentemente.

Pero sabía que no iba a poder.

No después de esto.

...🎮🎮🎮🎮🎮🎮...

Zoe corrió hasta su departamento como si un fantasma la persiguiera.

Su corazón latía tan rápido que pensó que se le saldría del pecho.

Cerró la puerta de golpe y apoyó la espalda contra ella, tratando de recuperar el aliento.

—¡¿Por qué me pasan estas cosas?! —murmuró, llevándose las manos a la cara.

No podía ser.

No.

NO.

Ella NO podía estar sintiendo algo por Leonardo.

¡Era imposible!

Era un hombre frío, egocéntrico, insufrible…

Y, sin embargo…

Recordó el peso de su cuerpo sobre el suyo.

Su mirada confundida.

El calor de su piel.

“¡NO, NO, NO!”

Sacudió la cabeza frenéticamente.

No iba a permitir que esto pasara.

No podía enamorarse de él.

Si lo hacía…

Todo se arruinaría.

Zoe caminó de un lado a otro en su habitación, intentando ordenar sus pensamientos.

Si se enamoraba de Leonardo, ¿qué haría?

¿Cómo le explicaría que lo había engañado todo este tiempo?

Cuando él descubriera la verdad, no solo la despediría…

La odiaría.

Y eso dolía más de lo que estaba dispuesta a admitir.

—Tengo que poner distancia.

Sí.

Eso haría.

El lunes, cuando regresara al trabajo, evitaría a Leonardo a toda costa.

Nada de miradas.

Nada de roces accidentales.

Nada de conversaciones innecesarias.

Mataría esos sentimientos antes de que crecieran más.

Porque si seguían avanzando…

Sería su perdición.