ENCANTO SOMBRÍO

El primer día con mi aprendiz Stolaz, fue enseñarle lo básico.

Para ser un Beastfolk que no convivía con la sociedad, era mi deber explicarle nuestro trabajo como Vigilantes del Inframundo.

—Como debes saber, yo soy quien controla está zona en particular; supervisó que todo se encuentre en orden y también hago las notaciones pertinentes al finalizar el día. Por lo regular, los días son más tranquilos que las noches, ya que es cuando los demonios acechan más. Claro que sí hay algún demonio causando disturbios que ponga en riesgo nuestra naturaleza, entonces procedemos a levantar una queja y por consiguiente nos llevamos al causante.

Stolaz me escuchaba con mucha atención.

Sin duda me pareció agradable a pesar de su apariencia ruda.

—Algo más que debes saber es que durante el día no somos visibles para el ojo humano y durante la noche tampoco, a menos que decidas ser visible y actuar como un humano.

—¿En estos momentos no somos visibles para los humanos?

—No. Somos vigilantes y no podemos llamar la atención. Cómo ves nuestra vestimenta llamaría la atención que incluso nos empezarían a llamar “raritos.”

Stolaz parecía confundido.

—Es cuestión de ética. Hay otros vigilantes que les da igual y quieren llamar la atención, pero en mi caso es diferente. Puede que hoy me deje ver y mañana ya no.

Yo simplemente cumplía con mi deber de vigilante sin dejar de lado mi aura dominante.

—Entiendo.

—Recuerda que nuestro aspecto cambia ya estando en la Tierra.

—¿Entonces justo ahora me veo diferente? —él preguntó con cierta curiosidad.

Procedí a mirarlo fijamente.

—Si, has cambiado… excepto por el color de tus ojos y tu postura formal pero todo lo demás es diferente. A mis ojos eres un “humano.”

Entonces él también me observó de pies a cabeza.

—Me preguntaba porque habías cambiado tanto… eres otra…

‹Es mi culpa por traerlo sin explicarle cómo sería nuestro aspecto en la tierra.›

Bueno, siendo un Beastfolk joven, no tenía idea de como funcionaba la jerarquía en todo el inframundo.

—Claro. Tomamos la forma de un humano para cuidarnos de los ojos curiosos de ellos mismos; aunque hay algunos que poseen una energía especial.

—Tengo entendido que hay humanos que tienen la capacidad de vernos en nuestra verdadera forma y descubrir que somos demonios.

—Exacto; existen humanos que se asemejan a los ángeles por eso pueden descubrir que somos demonios.

—¿Y que hay de los ángeles? ¿En nuestra forma podemos encontrar a uno?

—Si se puede pero sería complicado encontrarnos a uno por casualidad.

‹Ni si quiera he sido capaz de encontrarme con uno.›

—En fin, ya has entendido el proceso de nuestro trabajo aquí en la Tierra, no queda más por decir que siempre hay que ser precavidos.

***

Los días continuaron con bastante normalidad, algo que me pareció inusual ya que no faltaba cualquier incidente con un demonio de menor rango.

Sin embargo, no le preste importancia.

Había algo más que me mortificaba como vigilante.

Ese era Kael.

Las horas para verlo como antes se había reducido por tener un aprendiz, lo que me dificultaba verlo por los días.

Su actitud gélida no pasaba desapercibido ni un solo momento.

Digamos que literal estaba lidiando con un niño caprichoso y malcriado.

‹Salvarle la vida ha sido mi perdición›, pensaba frustrada.

Tenía la cabeza llena de pensamientos respecto a la inmovilidad de sus piernas; encontrar una solución eficaz para que Kael caminará y así pudiera liberarme de él.

‹Ojala hubiera adquirido todo el conocimiento médico de mis padres…›

—Hoy también la noto ausente.

La voz de Stolaz me sacó de mis pensamientos turbulentos.

—¿Ausente, dices?

—Si.

—Ja, solo quiero darme un respiro; el hecho de andar de un lado a otro sin encontrar nada sobresaliente, me tiene aburrida.

En verdad necesitaba darme un respiro para no caer en la locura.

—¿Acaso tú no sientes lo mismo? —entonces le pregunté a él.

Stolaz negó sin pensarlo.

‹¿Cómo era posible que no se aburriera en lo más mínimo?›

Cabe resaltar que Stolaz se comportaba al margen, cuando tenía que decir algo, lo decía sin dudar.

—Quiero saber algo, pero antes...nos tomaremos un pequeño descanso.

Como ya era tarde, me desvíe del camino y entramos a un Bar.

Era un lugar que solía frecuentar para olvidarme de un rato del estrés.

‹Kael puede esperar.›

Tan pronto entramos, las miradas nos captaron, en específico de las mujeres que estaban en el lugar.

Todas se dirigieron hacia a Stolaz.

No puedo negar que él emanaba una belleza llena de onmipotencia.

“Un bello rostro esculpido por los mismos dioses…”

“Un cuerpo marcado y corpulento”

Escuchaba los murmullos de las mujeres.

‹Si solo supieran que es un demonio.›

—Como es tu primera vez en un lugar como este, comportarte como un humano. —le susurré para que no perdiera el ritmo.

Él asintió en silencio.

—Primero que nada, ¿si bebes alcohol?

—No. En este estado es mejor no hacerlo. —respondió con seriedad.

Preferí no preguntar el porqué.

Entonces ya cómoda y relajada, bebiendo de un buen cóctel, me dirigí a Stolaz.

Lo miré a los ojos.

Su mirada penetrante era sumamente intimidante.

Es como si quisiera decirme que cuidará mis palabras.

Desconocía si lo hacía adrede pero sin inmutarme, le pregunté: —¿En verdad estás aprendiendo conmigo?

Le di un gran sorbo a la bebida.

Tenía que estar preparada por si él contestaba con una mala respuesta.

Él me miraba sin parpadear.

Pero al no escuchar su respuesta, le lancé otra pregunta.

—¿Por qué me elegiste a mí?

Se sintió como si la pregunta lo hubiera sacado de órbita, eso produjo que me causará más intriga.

¿Por qué alguien de su estatus elegiría a alguien como yo?

La ventaja de la cual podía sentirme orgullosa fue porque causó furor, envidia y asombro entre mis compañeros que un Beastfolk me hubiera elegido.

No faltó quienes especularon que lo había comprado.

¡Imposible!

Con todo lo que mis padres poseían, era realmente imposible tener a un integrante del Clan Woffgaan a nuestro merced.

‹¿Hay algo de especial que lo hizo elegirme?›

Tantas dudas brotaron; lo tenía frente mío y no era capaz de preguntárselo directamente.

Lo que más interesaba escuchar era la respuesta a mi pregunta.

Justo cuando él abrió su boca para responderme, mi celular vibró.

—Disculpa, espera. —le dije.

Saqué mi celular y cuando vi la pantalla, palidecí.