En una ciudad donde las apariencias son engañosas, Helena era la mujer perfecta: empresaria y una fiscal exitosa, amiga leal y esposa ejemplar. Pero su trágica muerte despierta un torbellino de secretos ocultos y traiciones. Cuando la policía inicia la investigación, se revela que Helena no era quien decía ser. Bajo su sonrisa impecable, ocultaba amores prohibidos, enemistades en cada esquina y un oscuro plan para desmantelar la empresa familiar de su esposo,o eso parecía.
A medida que el círculo de sospechosos y los investigadores comienzan a armar piezas clave en un juego de intrigas donde las lealtades son puestas a prueba
En un mundo donde nadie dice toda la verdad y todos tienen algo que ocultar, todo lo que parecía una investigación de un asesinato termina desatando una ola de secretos bien guardado que va descubriendo poco a poco.Descubrir quién mató a Helena podría ser más difícil de lo que pensaban.
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Capítulo 19: Ecos de Florencia
El tren de alta velocidad devoraba kilómetros entre Roma y Florencia mientras Montero releía obsesivamente las páginas del diario de Helena. Cada palabra revelaba una faceta desconocida de la mujer que había admirado desde lejos, complicando aún más sus sentimientos.
"4 de agosto, 2004. Anoche soñé con Cambridge, con aquellas noches interminables debatiendo algoritmos con Santiago bajo las estrellas. Su mente era un universo en expansión constante.
Me pregunto si habría podido salvarlo de convertirse en lo que es ahora, si hubiera reconocido antes las señales. El amor nos ciega incluso a quienes vivimos buscando patrones."
Campos interrumpió sus pensamientos al sentarse frente a él.
—Has estado inusualmente callado desde Roma —comentó, estudiando su expresión—. ¿Qué descubriste realmente en la Galleria Borghese?
Montero dudó. La confianza era un lujo peligroso en esta operación, pero necesitaba a alguien.
—Helena y Vázquez fueron pareja —respondió finalmente, mostrándole el diario—. Y hay conexiones familiares que complican todo. Ricci es hermana de Alejandro Monte. Velasco tiene una hermana que creó el algoritmo original.
Campos asimiló la información con expresión impenetrable.
—Esta operación está resultando ser una reunión familiar bastante disfuncional —murmuró—.
¿Carlos sabe algo de esto?
—No. Y preferiría mantenerlo así por ahora.
El tren comenzó a reducir velocidad mientras ingresaba a Florencia. La ciudad del Renacimiento se extendía majestuosa bajo el atardecer toscano, ajena a las conspiraciones que albergaba.
En la estación Santa Maria Novella, Montero se separó discretamente del grupo. La taquilla 39 se encontraba en un área poco transitada. La llave encajó perfectamente, revelando un sobre manila y una pequeña caja metálica.
Dentro del sobre encontró fotografías antiguas y un USB con una etiqueta manuscrita: "La sombra de Hypatia". La caja contenía un relicario dorado con iniciales entrelazadas: "H.Q." y "G.N."
Un mensaje en su teléfono le devolvió a la realidad: "Vázquez acaba de registrarse en Villa La Vedetta. Carlos vigilará esta noche. Reunión en apartamento seguro: Via dei Neri 27. —Velasco"
El apartamento resultó ser un ático con vistas privilegiadas a lA catedral. Mientras esperaban a Carlos, Montero observó a Velasco preparar café con precisión militar. Era el momento de arriesgarse.
—Conocí a Isabella Ricci en Roma —dijo sin preámbulos—. Me habló de su hermana Carmen.
La taza se detuvo a medio camino entre la mesa y los labios de Velasco.
—Interesante elección de conversación, Inspector —respondió con calma estudiada—. Mi hermana lleva veinte años muerta para el mundo.
—Pero no realmente.
—No realmente —confirmó Velasco—. Carmen se esfumó por necesidad cuando Vázquez robó su trabajo. Era brillante, quizás demasiado. Desarrolló un algoritmo predictivo cuando nadie creía posible anticipar patrones humanos complejos.
—¿Dónde está ahora?
Velasco sonrió enigmáticamente.
—Más cerca de lo que imaginas. Pero primero, necesitas conocer la verdadera historia de Helena.
Del interior de su maletín, extrajo un antiguo álbum fotográfico. Las primeras páginas mostraban a una joven Helena, de unos veinte años, en diversos escenarios universitarios. En varias imágenes aparecía junto a Santiago, ambos radiantes.
—Cambridge, 1997 —señaló Velasco—. Donde todo comenzó.
Pero lo que captó la atención de Montero fue otra figura que aparecía repetidamente: una mujer esbelta de cabello oscuro y penetrantes ojos verdes.
—Gabriela Neri —explicó Velasco—. Historiadora del arte italiana. Formaba parte del mismo círculo académico.
En una fotografía particularmente íntima, Helena y Gabriela compartían una mirada que trascendía la amistad, con sus manos entrelazadas sobre una mesa de café.
—Helena y Santiago no fueron la única historia romántica de ese verano —continuó Velasco—. Gabriela y Helena compartieron algo igualmente intenso. Un triángulo peligroso que se complicó cuando los tres comenzaron a investigar los manuscritos de Alberti.
Montero conectó las iniciales del relicario: H.Q. y G.N. Helena Quintero y Gabriela Neri.
—¿Qué sucedió con ella?
—Oficialmente, murió en un accidente de buceo en 1999 —respondió Velasco—. Extraoficialmente, desapareció después de descubrir la primera prueba de la existencia de los Custodios de Venus.
Velasco pasó a otra fotografía: cuatro jóvenes en una excursión a los Alpes. Montero reconoció a Helena, Santiago y Gabriela.
—¿Quién es el cuarto? —preguntó, señalando a un joven de aspecto serio con gafas.
—Marcus Brenner. Prodigio matemático alemán —respondió Velasco—. También parte de su círculo íntimo. Especialmente cercano a Santiago.
Las piezas empezaban a encajar. Montero extrajo el USB que encontrado en la taquilla y lo conectó a su laptop. Contenía carpetas meticulosamente organizadas. Una de ellas, etiquetada "Cambridge '97", guardaba un diario de video.
El rostro joven y luminoso de Helena apareció en pantalla, sentada en lo que parecía una habitación universitaria.
"Día 42 en Cambridge. Santiago ha presentado hoy su teoría sobre encriptación predictiva. Brillante como siempre, aunque éticamente cuestionable. Gabriela me ha convencido para documentar todo esto. 'Estamos haciendo historia', dice. Quizás tenga razón."
El siguiente video mostraba a los cuatro —Helena, Santiago, Gabriela y Marcus— celebrando en un pub.
"Somos los nuevos renacentistas", declaraba un joven y arrogante Santiago, levantando su copa. "La ciencia y el arte unidos de nuevo."
"Solo espero que no terminemos como los originales", respondía Gabriela, con una tristeza premonitoria en su voz. "Perseguidos por atrevernos a pensar diferente."
La intimidad entre Helena y Gabriela era evidente incluso en estos fragmentos casuales: miradas sostenidas, roces aparentemente accidentales, un lenguaje corporal que hablaba de complicidad profunda.
Un último video, fechado poco antes de la supuesta muerte de Gabriela, mostraba a Helena sola, con expresión devastada:
"Gabi encontró algo en los archivos vaticanos.
Algo sobre un manuscrito secreto de Alberti que nunca fue catalogado oficialmente. Dice que explica el verdadero propósito de sus trabajos criptográficos. Santiago se muestra extrañamente reticente. Marcus ha desaparecido hace tres días sin explicación. Tengo miedo. El relicario que Gabi me regaló en nuestro aniversario ahora me parece un talismán contra lo desconocido."
El video terminaba abruptamente. La joven Helena, con su vulnerabilidad expuesta, contrastaba dramáticamente con la científica determinada que Montero había conocido años después.
El sonido de la puerta interrumpió su exploración. Carlos entró, visiblemente agitado.
—Vázquez se reunió con un hombre en el Jardín de Boboli —informó—. Marcus Brenner. Intercambiaron lo que parece ser una llave antigua. Después, Vázquez entró a la Biblioteca Laurenciana. Sigue allí.
El nombre golpeó a Montero como una revelación.
—¿Brenner sigue vivo? —intervino Velasco, sorprendida—. Interesante.
—Hay más —continuó Carlos—. Interceptamos una llamada de Vázquez. Mencionó "activar a Hypatia". Sea lo que sea, sucederá mañana.
—Hypatia —murmuró Montero, recordando la etiqueta de la memoria USB —. La matemática de Alejandría...
—Y también el nombre clave que Helena dio a su contramedida contra El Ingeniero —completó una voz desde la puerta.
Una mujer de aproximadamente sesenta años, elegante y de porte distinguido, entró en la habitación. Sus ojos, penetrantes e inteligentes, recorrieron a los presentes hasta detenerse en Montero.
—Carmen Velasco —se presentó—. Un placer conocerte finalmente, Inspector Montero. Helena hablaba muy bien de ti.
—Carmen ha estado trabajando desde las sombras todos estos años —explicó la supervisora Velasco—. Es nuestra mejor oportunidad de detener a Vázquez.
—Lo que buscan está en la Capilla Medici —informó Carmen—. Un mecanismo oculto tras el altar, diseñado por Miguel Ángel como escondite para los documentos más controvertidos de los Medici.
—¿Cómo lo sabe? —preguntó Carlos con suspicacia.
Carmen sonrió enigmáticamente.
—Porque yo estuve allí, en 1999, cuando Gabriela descubrió su existencia. Y porque no murió en ningún accidente de buceo —hizo una pausa dramática—. Gabriela Neri vive. Y ha estado esperando este momento durante veinticinco años.
Montero sintió que el suelo se movía bajo sus pies. Si Gabriela vivía, y había sido tan importante para Helena como sugerían los videos...
—¿Dónde está ahora? —preguntó con voz tensa.
—Donde siempre ha estado —respondió Carmen—. Oculta a plena vista, trabajando como restauradora en el Museo de los Uffizi bajo el nombre de Vittoria Conti.
El mismo nombre que Isabella había usado como cobertura en Roma. La misma identidad que le había proporcionado el diario de Helena.
—Mañana al amanecer —continuó Carmen—, cuando los primeros rayos de sol alcanzan precisamente el punto exacto del altar en la Capilla Medici, se revela el mecanismo. Vázquez lo sabe. Y estará allí.
Montero comprendió entonces la magnitud de lo que enfrentaban. No era solo una persecución criminal, sino un enfrentamiento entre visiones opuestas del futuro tecnológico, enraizado en pasiones y traiciones que se extendían décadas atrás.
Y en el centro de todo: Helena, la brillante matemática que había amado intensamente a dos personas —Santiago y Gabriela— solo para verse traicionada por ambos de maneras diferentes.
El amanecer en Florencia prometía revelar secretos guardados durante siglos. Si sobrevivían para verlo.