En una mezcla de desesperación y determinación, Abigail, una Santa casada con el Duque Archibald, se enfrenta a un oscuro giro del destino. Luego de una confesión devastadora por parte de su esposo sobre su infidelidad con una plebeya, Abigail toma una decisión drástica: pedir el divorcio y romper con el matrimonio que la ha oprimido por años. Sin embargo, esta vez no es una simple víctima. Tras una misteriosa reencarnación, ha regresado al pasado con el conocimiento de su fatídico futuro.
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Capítulo 12
Mientras tanto, Abigail se encontraba ayudando a lavar las sábanas en el lago.
—Oye, ¿has notado con qué ferocidad la Santa está lavando esas sábanas? Además, lo hace tan bien que ni siquiera parece una noble.
—Tienes razón, sin duda alguna, ella es la Santa; solo ella puede tener ese título. Su corazón no deja de rebosar de amabilidad.
—Es verdad. Pensé que, al no recibir apoyo para nuestro pueblo, el reino y el duque nos habían dado la espalda y nos habían dejado a nuestra suerte.
Mientras tanto, Abigail piensa:
"Ya han pasado dos días desde que nos hemos establecido en este pueblo. Gracias a Dios, ha mejorado la tasa de recuperación debido al exceso de cuidado con la higiene; por eso no ha habido ningún fallecido más. Pero eso no quita el hecho de que esta enfermedad sigue sin ser erradicada. Tampoco he recibido noticias sobre la investigación del lago; se supone que las muestras fueron enviadas a la capital para ser analizadas. Hoy deberían llegar los resultados. Ojalá que con esas muestras se pueda encontrar una manera de contrarrestar esta plaga."
—Disculpe, su Santidad, ¿no cree que debería descansar? Usted ha estado trabajando sin parar estos dos días; además, se queda en vela las noches solo para cuidar de los enfermos. Sé que quiere ayudarnos, pero creo que debería tomar un descanso.
—Perdón, tienes razón, debería tomar un descanso. ¿Podrías encargarte de lo que queda de estas sábanas?
—¡Claro!
"Creo que lo mejor será tomar un descanso. Después de todo, necesito estar al cien por ciento para poder recibir los resultados y planear cómo resolverlo. Este árbol se ve bien para tomar una pequeña siesta."
Abigail se recuesta a la sombra de un árbol y, mientras piensa, comienza a quedarse dormida poco a poco, hasta que cae en un sueño profundo.
—Su Alteza, ya hemos llegado al pueblo de Génova.
—Saludos a la gran estrella del Imperio, príncipe Arthur. Es todo un honor recibirlo en nuestro pueblo. Soy el alcalde; espero serle de total ayuda.
—¿Cómo se encuentra la situación actual del pueblo?
—Actualmente, no hemos tenido más pérdidas debido a la llegada de la Santa Abigail. Ella se ha encargado de los enfermos y también ayuda con labores domésticas y en la cocina. Con todo lo que hace, ni siquiera parece una noble. Al igual que el Dios Alkennor, su corazón está lleno de amor.
"Abigail ha ayudado mucho a este pueblo. No sé cómo lo hizo, pero también detuvo la propagación de esta plaga. Además, parece que la tasa de mortalidad ha bajado, ya que desde que ella llegó no se ha reportado ningún fallecido."
—Alcalde, por favor, lléveme donde se encuentra la Santa Abigail.
—Sí, su Alteza. Aunque me temo que ella actualmente se encuentra descansando.
Arthur y el alcalde se dirigen hacia donde Abigail descansa.
—Al parecer, ella está durmiendo bajo este árbol. Creo que sería mejor hablar con ella después de que se despierte, ya que ha estado trabajando sin descansar.
—No te preocupes, alcalde; puedes irte. Yo esperaré aquí hasta que ella despierte.
—Como desee, su Alteza. Me retiro.
Arthur se acerca a Abigail y toma un mechón de su cabello.
"Incluso durmiendo, tu belleza es tan deslumbrante. Tu hermoso y sedoso cabello huele tan bien. No puedo creer que con estas manos tan delicadas hayas cargado con una carga tan grande, y que tu bello rostro haya soportado todo este calor. Te ves tan débil, pero sé que eres la más fuerte que conozco. Oye, Abigail, si tanto deseas separarte del duque, solo pídemelo, y con gusto te tomaré, así él ya no podría tener poder sobre ti. Eres como un diamante que solo está de adorno en la casa de un noble, donde solo muestran tu belleza para darse prestigio, pero nunca para amarte de verdad. Solo pídemelo y te sacaré de esa casa. Incluso si me pides que ensucie mis manos por ti, lo haría. ¿Será que, si te digo quién soy realmente, estarías dispuesta a estar conmigo?"
Mientras tanto, en el sueño de Abigail...
"Qué sensación tan agradable… Se siente cálido y fresco al mismo tiempo, como estar en las nubes."
—¿Quién eres tú? —Abigail ve a un pequeño niño llorando—. Oye, ¿por qué lloras? ¿No se supone que eres un hombre? Mi padre dice que los hombres no lloran.
—No estoy llorando. Yo no lloro.
—Pues yo te estoy viendo llorar. Yo soy una niña y no lloro porque soy muy fuerte. Pero dime, ¿por qué lloras?
—Ya te dije que no estaba llorando, es solo que me caí y me duele mucho, eso es todo.
—¿Solo estabas llorando porque te habías caído? Qué llorón eres. Pero, si aún te duele, deja que te ayude a curarte. Vamos juntos a buscar a una sirvienta.
Abigail despierta y piensa:
"Qué sueño tan raro… Ese niño se me hace algo familiar. Espera un momento…"
—¡Alteza! ¿Pero qué está haciendo aquí?
—Shhh, no te levantes de golpe; te puedes marear. Ven, sigue recostada en mis piernas. Parece que tuviste un buen descanso.
—Perdone mi insolencia, príncipe Arthur.
—Ya te dije que solo me llames Arthur. Me duele que me llames así, después de todo somos más cercanos.
Abigail se levanta.
—Perdón, es solo que aún no me acostumbro a llamarlo así. Por cierto, ¿qué lo trae a este pueblo?
—Bueno, me enteré de que estabas aquí, así que decidí venir para ver si necesitabas ayuda en algo.
—¿En verdad solo vino por eso? Esto es muy peligroso, ¿qué harás si te enfermas?
—Nosotros, los de linaje real, no nos enfermamos debido a la bendición de sangre de nuestra familia. Además, no podía dejar de preocuparme por ti.
—Aprecio su preocupación, pero eso no quita que haya sido imprudente de su parte venir aquí. Ahora déjeme enseñarle algo de sentido común.
Abigail regaña a Arthur durante unos veinte minutos, mientras él está arrodillado con la cabeza agachada.
—Bueno, eso es todo por ahora.
—Eres demasiado estricta, Abigail; ni siquiera mis padres me han regañado así en toda mi vida.
—Puede que me haya pasado un poco, pero usted se lo buscó.
Abigail y Arthur regresan al pueblo mientras ella pone al tanto a Arthur de la situación.
—Así que, por ahora, todo está controlado, pero aún no hay una cura efectiva para esto.
—Sí, de hecho, ya deberían haber llegado los resultados de las muestras de agua.
—Oh, su Santidad y príncipe Arthur. Me informaron de que usted estaba aquí. Muchas gracias por honrarnos con su presencia.
—Descuida, dejemos las formalidades para otro momento. Creo que tenías algo que decir.
—Ah, sí, su Santidad, llegaron los resultados y, como usted lo mencionó, se descubrió una nueva especie de bacteria nunca antes vista; eso es lo que ha producido esta plaga.
—Así que esa bacteria es la que ha afectado a todos los ciudadanos.
—Así es, su Alteza. Creemos que esta bacteria se ha generado por desechos biológicos, pero preguntamos al jefe del pueblo y nos dijeron que el baño está completamente alejado del lago. El agua se trae en jarrones y en carruajes, ya que el lago está algo lejos del pueblo.
—Eso es raro…
—Arthur, ¿puedo hablar contigo un momento?
—Sí.
—Creo que esto fue causado por alguien del imperio enemigo. Según mi investigación, así cayeron algunas aldeas. Debido al clima de este pueblo, esa bacteria nació y se produjo esta plaga. Quizá los ladrones tengan relación con esto, y puede que hayan sido los encargados de arrojar los desechos al lago.
—Puede que tengas razón. En ese caso, yo y los guardias del pueblo nos encargaremos de capturar a esos ladrones. Tú quédate en el pueblo; intentaré regresar lo más rápido posible.
—Por favor, ten cuidado.
—No te preocupes, después de todo, soy muy fuerte. Pero si realmente te preocupas, ¿me puedes dar tu mano?
—¿Mi mano? ¿Para qué?
—Para que me dé buena suerte; después de todo, eres la Santa de la Gran Iglesia Alkennor.
—No puedo, hay que mantener la higiene.
—Eres mala. Bueno, iré a reunir a todos.
—Buena suerte, Arthur, y cuídate, por favor.
Continuará...
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Porfis actualiza esta muy buena
segundo, que idiota el Archivald