Está es la historia de como se enamoraron, Sir Gabriel, General del ejército real del Reino Rubi, y la Princesa Artemis, Princesa heredera del Reino Greenwich y Generala del ejército de su Reino.
Como superan las diferencias entre las clases sociales a las cuales pertenecen y lograr vivir su amor intensamente.
Está es una historia paralela y que se desprende de mi novela previa "La Prometida con Magia de Fuego", y comienza al firmar el tratado de paz entre el Reino Rubí y el Reino Greenwich.
Los invito a leer está emocionante historia.
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Capitulo XII. Transición real.
Debieron consultar con la corte antes de tomar una decisión que afectaría, no solo al Reino, sino la línea de sucesión a la corona. - decía uno de los nobles que integran la corte.
- La línea de sucesión no ha sido afectada. Mi hermana menor es también hija del Rey, y por lo tanto también es heredera. - Explico ya molesta la Princesa Artemis, por enésima vez a los nobles presentes. - Yo cedi mi derecho de Princesa heredera a mi hermana Ana delante del Arzobispo en el templo, y con testigos, así que pido humildemente seguir siendo la general del ejército de Greenwich, y seguiré siendo leal a la corona y a su majestad la Reina Ana. - exclamó la princesa Artemis, haciendo una leve reverencia.
Horas después de la coronación, la corte real y las princesas, estaban en reunión urgente en el salón del trono, así como sus doncellas y asistentes, y la madre de ambas, Lady Raquel, a los cuales se les permitió estar presente en dicha reunión. Allí, ellas, las princesas, explicaban que era perfectamente legal el cambio realizado por ellas, que estaba avalado por la ley y por el templo, y que el pueblo había aceptado el cambio.
- Es cierto que en una primera impresión el pueblo lo acepto. Sin embargo, debemos esperar a ver la reacción a medida que pase el tiempo, y ver los cambios positivos que beneficien al pueblo - manifestó otro noble mientras otros más asentían.
Está era la facción que no quería que ninguna de las dos princesas subiera al trono, y que solo buscaban sus propios beneficios, por lo que inclusive querían que aceptarán casarse con alguno de sus hijos. Aún cuando se había realizado una limpieza en la corte al morir el Rey, no quedaba exento que quedará algunos nobles con intereses propios entre ellos.
Mientras los nobles que si las apoyaban, daban su aprobación y mostraban documentos que afirmaban que el cambio era legal y aceptable.
- Pedimos que a la Generala y Princesa Artemis se le dé el título de Archiduquesa en el territorio de la zona sur, fronteriza con el Reino de Jade (antiguo territorio del Archiducado Ríos). Así sabremos que nuestra frontera estará protegida y se dará continuidad al tratado de paz con el Reino de Rubí. (Recordemos que entre Greenwich y Rubí hay un Reino pequeño, el cual atravesaron durante su viaje de Rubí a Greenwich, y dónde notificaron a sus autoridades que esas dos delegaciones iban cruzando dicho país para no tener inconvenientes diplomáticos con ellos) - concluyó uno de los nobles que las apoyaban.
Antes que algún noble refutara la propuesta, Ana intervino y confirmó,
- Le concedo a la Princesa Artemis el título de Archiduquesa y protectora de la frontera sur del Reino, y confirmó su cargo de General del ejército de nuestro reino. - aseveró la Reina Ana.
Artemis hizo una reverencia delante de su hermana, que ya está sentada en el trono. Ella se levanta y Artemis se levanta luego de ella.
- Gracias, su majestad - dice la nueva Archiduquesa agachando la cabeza.
- Si no hay nada más que hablar - dijo Ana mirando a todos - nos retiramos y los espero más tarde en el baile de celebración por mi coronación. Feliz día caballeros - concluyó la Reina Ana bajando del trono, caminando hacia la salida del gran salón, mientras era seguida por su ahora asistente Lord Fidencio, su doncella, y sus escoltas.
Todos los nobles hicieron reverencia al salir la Reina, y luego miraron a Artemis, algunos amablemente y otros pocos con molestia.
- Señores, feliz día. - exclamó Artemis haciendo una reverencia y saliendo rápidamente del lugar seguida de su doncella, y de sus guardias personales.
Para este momento, la Generala se había cambiado por su uniforme, de pantalón y blusa de color oscuro, que era muy parecido al del resto de sus guardias.
Al estar fuera del salón, suspiro. Había contenido el aire sin darse cuenta. Ya lo peor había pasado. Ahora solo le quedaba salir de allí y tomar posesión del Archiducado de la frontera sur. Alejarse de la capital y del palacio, lo más rápido y lejos posible, para protegerse a ella, su hijo y a Gabriel.
Lo mejor era dejar pasar un tiempo, antes de querer casarse con el General. Y mientras tanto, ayudar a que el pueblo se recuperará en muchos aspectos, y volviera a ser una nación prospera y rica, así como en la época de su abuela cuando vivían en paz, prosperidad y armonía.
Esa era la meta final de todo lo sucedido.
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Al pasar una semana de la coronación, parte del escuadrón del General Gabriel regresaron a Rubí. Así mismo al finalizar esa semana, le fue entregado los documentos que acreditaban como Archiduquesa de la frontera sur a la Princesa Artemis, por lo que era oficial y podía viajar a su territorio, así que unos días después viajo junto a su escuadrón y al General Gabriel y su gente, al Archiducado cerca de la frontera con Rubí.
La Reina Ana le agradeció a su hermana y esperaba que ella pudiera seguir apoyándola, claro luego de nacer su hijo. Algo que aún no era de conocimiento público. A Artemis aún no se le notaba el embarazo, aún cuando estaba por entrar al segundo trimestre.
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Pasa el tiempo. Un mes después.
Hasta el momento, Ana ha demostrado ser una excelente Reina, inteligente y capaz. Ha logrado controlar a los nobles que están en su contra, y agradece a aquellos que trabajan y colaboran con ella.
Aunque reinar es un trabajo difícil , que requiere la mayor parte de su tiempo y energía, ya ha demostrado que lo hace bien. Muchos negocios nuevos han abierto sus puertas en todo el reino, dando nuevos puestos de trabajo a la gente, entre nobles y plebeyos, y otros beneficios. Así como negocios que estaban por cerrar, lograron recuperarse y dar beneficios a todos. La producción de alimentos como las cosechas de diversos rubros era abundante y suficiente para nobles y plebeyos, y los minerales se extraen de las minas para el beneficio del reino. Sin embargo, le preocupa que aunque ha pasado poco tiempo, en algún momento le pedirán un heredero, así que ya empezó a buscar el candidato perfecto para ser su Rey consorte.
En la fiesta de celebración que se realizó un mes luego de su coronación, para invitados extranjeros, y así formar alianzas, conoció a un joven principe, un año menor que ella, que le agradó mucho. Inclusive el joven la invitó a bailar una pieza, y bailaron muy bien. El acercamiento que tuvieron y el roce de sus manos al bailar, le hizo sentir un leve cosquilleo en su piel.
Recuerdo.
Ana llevaba un hermoso vestido blanco largo, con detalles dorados en el corset y en la falda. Y de peinado tiene un moño alto, dónde lleva una pequeña tiara de diamantes. Sentada en su trono, ya habían pasado los diferentes invitados extranjeros, tanto de la realeza como de la nobleza a saludarla y darle felicitaciones. Y uno que otro daba sus condolencias por lo hecho por su padre, y por su muerte.
Cuando entonces se dió inicio al baile, era hora de que la reina abriera el baile, y al no tener un prometido, bailo con el hijo del noble de más alto rango en su corte. Un joven de cabello y ojos castaños y piel clara. De catorce años de edad y muy torpe al bailar, aún cuando cada vez que la pisaba se disculpaba y hacia su mejor esfuerzo al bailar.
- Disculpe su majestad. Practicaré más para una próxima oportunidad. - dijo en voz baja el chico con nerviosismo haciendo una reverencia.
- Eso espero joven duque. Gracias por el baile. - dijo Ana sonriendo con amabilidad.
Cuando se disponía a regresar a su trono, un joven alto y guapo, de cabello oscuro y ojos grises y piel clara, llevaba un traje azul marino y camisa blanca con detalles dorados en su chaqueta, se acercó a ella, haciendo una reverencia,
- ¿Me permite un baile, majestad? - Preguntó el joven con perfectos modales.
- Por su puesto, Alteza - respondió Ana colocando su mano en la ajena. Algo que hizo saltar chispas entre los dos.
Caminaron hasta el centro del gran salón de baile y comenzaron a bailar.
La mayoría de los asistentes se quedó admirado por la forma en que bailaban. Se sincronizaba muy bien, como si siempre lo hubieran hecho.
Para Ana la cercania con el chico fue cautivante. El joven principe le sonreía mientras bailaban, y ella igual.
Más no dijeron una palabra.
Al terminar la pieza. Ambos hicieron una reverencia, y luego el principe se retiró con los integrantes de la comisión de su país.
La Reina Ana se quedó mirando un momento al joven principe caminar en sentido contrario hacia su delegación. En realidad era muy atractivo y aún cuando no cruzaron palabras, sintió una fuerte atracción.
Al salir del trance en el que se encontraba, fue a sentarse en su trono y llamo a su doncella.
- Averigua quién es el Principe con el que baile, por favor. -
- Si, su majestad - respondió la doncella.
Ana quedó cautivada con el príncipe extranjero ese día.
Fin del recuerdo.
"Sería interesante enviar una propuesta de matrimonio. Debería ser mi padre quien la envié, pero él no está, y yo soy la Reina. Así que lo haré" pensó Ana con una sonrisa.
Así que hablo con Lord Fidencio para que redactará y enviará la propuesta de matrimonio al Reino del Principe Joseph. Esperaba que si aceptarán, ya que a ella le gustaba el joven.
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En un pequeño Reino ubicado en la frontera norte de Greenwich, al rey y su reina, ambos de edad avanzada pero conservados, que conversaban en el despacho del rey, le entregaban una carta oficial de la nueva reina regente de Greenwich.
- ¿Qué dice la carta, mi rey? - le pregunta la Reina Cinthia a su esposo el Rey Ignacio.
- Una carta del Reino de Greenwich. - dice el Rey abriendo dicha carta.
El Rey estaba sentado en su escritorio y la Reina sentada en un mueble ubicado a un lado de él. Conversaban sobre algunos asuntos oficiales, mientras el rey revisaba las cartas que llegaban de diferentes partes del reino. Pero está carta en especial le llamó la atención, ya que era una carta oficial con un sello extranjero.
- ¿Qué dice, Ignacio? - pregunto Cinthia levantándose para luego acercarse al Rey.
El Rey sonrió al leer la carta. Era una sonrisa pícara.
- Una propuesta de matrimonio - dijo casi riendo.
- ¿y por qué ríes? No es primera vez que a nuestra princesa le envían una propuesta de matrimonio. Solo responde que la tendrás en cuenta, como siempre. - dice la reina mientras intenta leer la carta que aún sostiene el rey.
En ese reino habían dos príncipes y una princesa. El primer Principe Daniel, heredero al trono de 19 años, el segundo Principe Joseph de 18, y la Princesa Aria de 12 años, como dicen por ahí, la vejez de los reyes 🤭
- No es para nuestra hija. - dice el Rey aún sonriendo.
- Entonces, ¿para el Principe heredero? Es primera vez que una reina envia una propuesta de matrimonio a nuestro hijo mayor. - dice ella sorprendida, y abanicandose.
- No es para nuestro hijo mayor. - habla de nuevo el rey, generando más intriga en la reina.
- Ignacio, basta. Dime qué dice la carta por favor. - dice con molestia la Reina.
El rey le tiende la carta a su reina mientras se levanta.
- Léela tu misma, mi reina. - exclama para luego abrazar a Cinthia por la espalda mientras está lee la carta y, el vuelve a leer la carta sobre el hombro de la reina.
Y la reina se sorprende cuando por fin conoce el contenido completo de la carta
- La Reina Ana pide un compromiso con el segundo principe. Nuestro hijo menor. - dice sorprendida.
- ¿Cuando paso esto? ¿En qué momento se conocieron? - pregunta intrigada y aún sorprendida la Reina.
- Recuerda que Joseph fue el encargado de representarnos en el baile de coronación de la Reina Ana, hace un mes. - le recordó el rey.
- Cierto. - dice la reina como recordando. - Joseph me contó que conoció a una joven con la cuál bailo, y que lo cautivo. Pero que era un amor imposible para él. Pensé que era porque ya estaba prometida a algún noble, nunca imaginé que fuera la Reina de Greenwich. - dijo la Reina Cinthia que aún no salia de su asombro.
- ¿Qué quieres hacer, mi reina? - Preguntó el Rey besando el cuello de Cinthia.
- Hablemos primero con nuestro hijo. Y luego tomemos una decisión. - le sugirió Cinthia.
- Como tu digas, mi reina. - le dijo con una sonrisa el Rey, mientras giraba a su esposa en sus brazos, para luego darle un beso en los labios a su dulce Reina.
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