Doce años pagué por un crimen que no cometí. Los verdaderos culpables: la familia más poderosa e influyente de todo el país.
Tras la muerte de mi madre, juré que no dejaría en pie ni un solo eslabón de esa cadena. Juré extinguir a la familia Montenegro.
Pero el destino me tenía reservada una traición aún más despiadada. Olviden a Mauricio Hernández. Ahora soy Alexander D'Angelo, y esta es mi historia.
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Las reglas del juego
Punto de vista de Elías
Estaba en mi oficina viendo los titulares de la prensa. El país entero se había estremecido con el anuncio del compromiso de Sofía con ese imbécil. Como padre, me sentía terrible, pero como empresario, sabía que había hecho un buen negocio.
Mis pensamientos divagaban entre lo moral y lo inmoral de mis acciones, y justo en ese momento apareció Ignacio. La furia reflejada en su rostro me hizo entender lo que estaba pensando.
—¿Qué es esto, padre? ¿Cómo que Sofía se va a casar con ese hombre que ni conocemos? —No hubo un saludo, no hubo una pizca de serenidad, solo un desprecio desmedido en cada una de sus palabras.
—La decisión está tomada y no hay vuelta atrás.
No dejé espacio para continuar con esa absurda discusión. Todos tenían que acatar mis órdenes, y no había punto de retorno.
—Me decepcionas, papá. Nunca pensé qué fueras capaz de sacrificar a un inocente, a tu propia hija, para alcanzar tus intereses.
Sonreí de medio lado al escuchar hablar de sacrificar a un inocente. —Te recuerdo que hace años tuve que hacer lo mismo para salvarte a ti y al inútil de tu primo de ir a la cárcel, así que no vengas a darme lecciones de moralidad.
—Eso fue diferente. Mauricio Hernández era un don nadie que no tenía donde caerse muerto, pero ahora estamos hablando de tu hija, de tu propia sangre.
—Es lo mismo, hijo. Ahora ve a trabajar y deja que las cosas se arreglen solas.
Salí del despacho de mi padre, sintiendo cómo la bilis me quemaba la garganta. ¿Sacrificar a Sofía? ¿Casarla con ese D’Angelo solo para salvar las malditas acciones? El viejo había perdido la cabeza.
¡Y la audacia de mencionar a Mauricio Hernández! Pensar que un don nadie, un cadáver en vida al que mi primo y yo habíamos utilizado para tapar una estafa de dos millones, pudiera ser usado ahora para justificar la venta de mi hermana... ¡Era inaceptable!
La rabia no era solo moral, era práctica. El compromiso de Sofía con Felipe Andrade era el pilar de la alianza futura entre las familias Montenegro y Andrade. Esa boda aseguraba el control sobre los contratos de las islas X sin tener que compartir ganancias con un imbécil como Alexander.
Saqué mi móvil y marqué con desesperación.
—¿Dónde diablos estás, Felipe? Necesitamos vernos ahora. El viejo ha enloquecido.
Felipe respondió con un tono de voz inusualmente tranquilo.
—Ya lo sé, Ignacio. Mi padre acaba de recibir la llamada de tu padre. No es que Sofía rompiera el compromiso; es que Elías lo rompió.
—¡Maldita sea! ¿Y no vas a hacer nada? ¿Vas a dejar que ese D'Angelo se quede con tu prometida y con nuestro trato?
—Cálmate. Alexander D'Angelo no es un idiota, pero tampoco es invencible. Si Elías lo necesita para el dinero, nosotros lo necesitamos para otra cosa. —Felipe hizo una pausa que me puso los nervios de punta—. Elías nos lo quitó todo de un plumazo. Ahora vamos a hacer que D'Angelo pague por ello.
—¿Pagar? ¿De qué hablas?
—Hablo de que D'Angelo ha comprado una empresa en crisis. Y ahora que está comprometido con Sofía, está al alcance de nuestra mano. Nos vemos en el club en veinte minutos. Trae todos los detalles que tengas sobre esa tal firma Mauricio Hernández. Algo me dice que ese nombre no es casualidad.
Colgué. El pánico se convirtió en una fría determinación. Me importaba poco lo que le pasara a Sofía, pero sí me importaba el dinero y el poder que ese matrimonio ponía en manos de Alexander.
Tomé las llaves del auto. Alexander D'Angelo había comprado su entrada al infierno. Y yo me aseguraría de que su estadía fuera muy corta.
Punto de vista de Sofía
Dejé la mansión Montenegro con una sola maleta, sintiendo que no solo abandonaba mi casa, sino mi vida entera. Mi padre, Elías, apenas me miró; estaba demasiado ocupado hablando con sus abogados sobre cómo ejecutar la transferencia de acciones a D'Angelo. Su actuar me estaba doliendo y mucho.
Llegué al penthouse de Alexander a última hora de la tarde. El lugar era el mismo que la noche anterior, pero ahora se sentía como una jaula de oro. Cuando entré, encontré a Mónica supervisando a dos hombres que subían mis pocas pertenencias.
—Bienvenida, señorita Montenegro —dijo Mónica con esa sonrisa profesional que no alcanzaba sus ojos—. Alexander está en una llamada de negocios. Le he preparado la habitación de invitados, aunque...
—Estaré en la habitación principal —la corté, la decisión era fría y firme—. Si voy a ser su prometida, no voy a fingir que dormimos separados.
Mónica me miró con una chispa de respeto que no esperaba. —Como ordene.
Entré a la habitación principal. Era inmensa, con una vista de la ciudad tan espectacular que resultaba humillante. Al ver el lado de la cama donde había estado con Alexander la noche anterior, el recuerdo del beso, el placer, y la subsiguiente traición, me golpeó.
Pasé la siguiente hora en completo silencio, doblando la poca ropa que había traído y guardándola en el inmenso armario. No era una mudanza, era la instalación de un rehén.
Alexander llegó una hora más tarde. La puerta principal se cerró con un sonido seco que resonó en el silencio de la sala. Entró a la habitación sin tocar. Me encontró de pie junto a la ventana.
—Ya veo que te instalaste —dijo, sin quitarse el saco—. Mónica me informó sobre tu cambio de planes con la habitación. Inteligente.
—Ya que voy a fingir ser tu mujer, lo haré bien —respondí, girándome para enfrentarlo—. La farsa será creíble, Alexander.
—Esa es la actitud que necesito —aceptó, desabrochándose la corbata y arrojándola sobre la silla—. Entiende algo, Sofía. Tú mantienes la fachada fuera de esta puerta. Dentro, mantienes el silencio y la obediencia.
—¿Y qué pasa con la fundación? ¿Cuándo cumplirás tu parte del trato?
—La transferencia de los cincuenta millones de dólares está programada para después de que Elías termine de firmar la transferencia de la empresa. En dos días, seré el dueño oficial de Montenegro, y tú serás la benefactora más rica de la ciudad.
Se acercó lentamente, hasta que la distancia entre nosotros era tensa y peligrosa.
—Pero hay algo más. El mundo te va a ver como mi trofeo. Y yo te voy a usar. La primera cena oficial es mañana por la noche. Tendrás que lucir espectacular, sonreír a mi lado, y hacer que todos crean que esta boda es el sueño de tu vida. Prepara tu mejor actuación, Sofía.