Maria Cristina Alcantara viajo a una fiesta a Las Vegas. En el Hotel Casino Volcano le robaron su documentación. De igual manera al empresario Fernando Espinosa. Ese robo les traería muchos problemas a estos dos jóvenes. Los pillos ladrones usaron su documentación para un casamiento rápido estilo Las Vegas. Desde este incidente estaban casados sin saberlo y los problemas vendrían. ¿Quizás también el amor?
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Capítulo 11. Conociendo el Lago.
Casada 11
Casada con un desconocido.
Capítulo 11 :Conociendo el lago
Elsa ISASA.
Comenzaron a correr los días del mes de plazo que concordaron Fernando y María Cristina. Ambos tenían una relación cordial pero distante. Lucas y Matilda trataban de propiciar momentos cálidos entre ellos pero aun sin resultado positivo. Surgían miradas entre los dos. Miradas intensas. Pero nada más que eso.
El sábado, con Lucas presente en el hogar , escucharon apenas terminado el desayuno la comunicación de Cristina con Mariano Báez Solís.
– Por supuesto querido. Te extraño también. Pero como te dije. establecimos con el Señor Espinosa que sería prudente convivir un mes antes de iniciar el divorcio – decía Cris en la charla. -
A pesar de que dijo “te extraño”, la actitud era tan distante y tan poco cariñosa que todos los que la escuchaban se convencieron que en esa relación no había amor de parte de Cristina.
– Fernando.¿ Puedo pedir a Alejo que me prepare un caballo?. Quiero recorrer un poco y conocer el lago– dijo luego Cristina.
–:Te acompañaré. No conoces la zona y no es fácil llevar la montura por riscos y nieve hasta el lugar - respondió serio Fernando.
– ¡Puedo ir yo también! Me encantaría papá. – dijo Lucas a pesar de los gestos que le hacía Matilda.
– Claro hijo. Ven - respondió.
– Llevaré una manta en mi caballo por si Cris tiene frío en el viaje– dijo el niño corriendo por sus provisiones.
Fernando caminó con Cristina hacia las cuadras mientras Matilda les preparaba un canasto con víveres.
– Lucas. Recuerdas la cabaña de pesca de tu papá junto al lago. ¡Dejalos solos allá - dijo murmurando Matilda– tendrás que ser tú el cupido.
Fernando tomaba la cintura de Cris para ayudarla a montar. El perfume de su esposa le invadía el cerebro - coloca bien tus botas en los estribos. ¡Eso mismo! Haz que tú montura siga a la mía. -
– Si “jefe”- dijo molesta Cris–:Podría ir sola. ¿Sabes?. No creo que me perdería. –
Fernando masculló algo que ella no alcanzó a entender. Lucas ya estaba feliz montado en su cabalgadura. Traía una canasta y abrigos como si fueran a pasar mucho tiempo.
Los equipos comenzaron la travesía. El paisaje era maravilloso y un viento helado mecía los cabellos de Cristina.
Su caballo al paso seguía al de Fernando y la oportunidad era propicia para la charla con el niño.
Lucas conversaba de miles de cosas, juegos de videos, temas de escuela, intereses de su edad.
El caballo de Cristina zigzagueaba obediente detrás del de Fernando.
Sin dudas no podría venir sola a ese lugar. Quedaba bastante lejos. La propiedad de su esposo era inmensa.
Pasaron los árboles de mora silvestres que enmarcaban el terreno y siguieron adelante entre pinos y piedras de alguna zona escarpada con rocas propias de montañas.
Luego de un tiempo escucharon el sonido del agua corriendo por los peñascos.
Y allí estaba, el lago azul cuyo nombre tenía la comarca.
– Es hermoso. ¿Y su agua parece no estar helada verdad? Incluso emite vapor. -
– El agua de los lagos siempre tiene una temperatura mayor que el ambiente – explicó Fernando.
Bajó de su montura y le ayudó a descender a Cristina.
Lucas corría ya hacia el lago y luego a una cabaña rústica que se veía a lo lejos.
Fernando le tomó de la mano y le ayudó a acercarse con cuidado a la orilla.
– Papi. Traje las cañas y los señuelos– gritó el niño.
Cristina sentada en un peñasco miraba la belleza del agua en ese paisaje helado. Nunca pensó que un lugar como ese le gustaría. Pero le gustaba. Parecía haber entrado en trance, en un mundo paralelo donde ella había dejado de ser la misma. Veía a padre e hijo tirar las cañas al agua que corría en borbotones azules entre cantos rodados de distintos tonos, azules, dorados, marrones y brillantes como pepas de oro.
Su rostro rojo de frío, su cabellera al viento y sus ojos soñadores querían abarcarlo todo. Retener para siempre esa imagen en su mente.
–’¿Tienes frío? Ven. Vamos a la cabaña. –murmuró luego de un tiempo ,su marido tomándola de la mano.
Una mano cálida envolvió sus dedos helados y ella se dejó llevar.
En la rústica cabaña solo habían algunos pocos muebles y Fer le indicó un banco frente a la estufa y le envolvió con una manta.
Empezó a encender el fuego en la estufa,llenando por un momento de humo el ambiente. Pero las llamas nacieron. Primero pequeñas como asustadas por el intenso frío. Luego comenzaron a arder con intensidad.
– Lucas. Ven aquí que hace mucho frío. ¡Ya tenemos fuego! - gritó Cristina.
– Vuelvo a casa papi. Me aburro. No pude pescar nada. - dijo el niño gritando ya sobre su montura.
– ¡Te perderás! ¡Regresa por favor! ,- dijo Cristina.
– Ve hijo. - respondió el padre. No sé perderá. Conoce estos lugares como la palma de su mano. -
– ¿Sabes que los padres no deben contradecirse? ¿Cómo un niño puede educarse con órdenes y contra órdenes.?
–:Pero en realidad no eres su mamá¿verdad? –
– Por este mes si lo soy. ¡Quiero regresar!--
–Ya nos iremos. Hace frío afuera y estás helada. Entra un poco en calor. Y luego partiremos. - dijo Fernando colocando un cuenco en el fuego para hacer una bebida caliente.
Cristina iba a protestar pero la calidez del lugar le atraía.
– ¿Seguro que Lucas estará bien? ¿No se perderá, verdad?-
– Estará bien. No te preocupes. Toma. Bebe. Es té caliente. Matilda mandó víveres. -
Los dedos de Cris abrazaron la taza de té y todo su cuerpo pareció recibir un golpe de calor.
– Está muy rico. Tomaremos algo caliente y nos iremos. Si, eso haremos - repitió convencida.
Él la miraba con sus ojos de lobo y una subyugante sonrisa en el rostro.
–’Así será. - respondió.
Pero se equivocaba. Lucas estaba ya a poco terreno de su hogar, llevando a tiro los dos caballos de la pareja. La tarde caía y una noche especial en la cabaña era la treta que Matilda y el niño, en su tarea de cupido, le habían planificado.