El Resurgir Del Soberano Dragón Carmesí.

El sol se alzaba sobre la Academia Dragón Carmesí, tiñendo de oro los tejados mientras los estudiantes se alineaban en la gran plaza de entrenamiento. El ambiente estaba cargado de tensión: había llegado el día del Examen Práctico.

Los instructores observaban con severidad mientras los estudiantes eran agrupados por clases. Entre susurros y miradas ansiosas, algunos preguntaban por la Clase 9… y por Han Fei, quien había desaparecido por semanas.

Los Combates Comienzan

Las trompetas sonaron, y los enfrentamientos uno a uno comenzaron. La Clase 1 arrasaba con facilidad. Eran prodigios elegidos desde la cuna. Luego vino la Clase 2, y sus estudiantes mostraron una técnica refinada. Pero todos miraban con morbo y condescendencia hacia la Clase 9, esperando su humillación.

Sin embargo, cuando los miembros de la Clase 9 comenzaron a subir al estrado… algo cambió.

Liang Feng fue el primero. Su contrincante era más fuerte, más rápido, más técnico. Pero Liang no buscó ganar por fuerza, sino por mente. Esquivó, provocó y llevó al oponente a una trampa.

—¡Ahora! —gritó, mientras activaba una trampa rudimentaria hecha con un pergamino de atracción elemental que había escondido en su bota. El suelo bajo su oponente se volvió hielo. Este resbaló y Liang lo noqueó con un solo golpe en la sien.

—¡Victoria para la Clase 9! —anunció el juez sorprendido.

Siguió Huo Jie, quien, con su estilo impulsivo, sorprendió con una nueva técnica que había perfeccionado bajo la presión del maestro Gao. Su contrincante era más ágil, pero Huo improvisó una secuencia de ataques poco ortodoxa, usando hasta su entorno. Se lanzó contra una columna, rebotó con los pies, y cayó sobre su oponente con una descarga elemental. Ganó, exhausto pero orgulloso.

—¡Eso es por todas las veces que nos llamaron inútiles! —gritó, alzando los puños.

Los murmullos entre las clases crecían. ¿La Clase 9 estaba... ganando?

Luego subió Lin Yueran.

No necesitó más de un minuto.

Su enemigo, un estudiante de la Clase 3, no alcanzó a tocarla. Yueran se movía con una elegancia letal, como un vendaval. Un golpe, dos pasos, una mirada, y su oponente cayó desmayado, impactado por una oleada interna de energía que ni siquiera comprendió.

Los jueces quedaron boquiabiertos. La multitud aplaudía. Yueran bajó del estrado en silencio, pero su mirada se desvió unos segundos hacia el portón… donde aún no aparecía Han Fei.

Duan Ming sonrió con arrogancia. Su turno llegó, y su rival fue simplemente destrozado. No hubo estilo, ni misericordia, ni sentido del espectáculo. Fue una paliza seca, brutal, sin piedad. Su oponente cayó desfigurado, tosiendo sangre, mientras Duan lo miraba como si ni siquiera valiera su esfuerzo.

—Pelea aburrida… —susurró mientras se marchaba—. Espero que Han Fei no se haya acobardado…

El murmullo crecía. Solo faltaba un combate: Han Fei vs. Liu Zhong de la Clase 2. Los jueces ya levantaban el acta de descalificación.

—Han Fei, de la Clase 9… última llamada. Si no aparece, será descalificado.

Y justo entonces, las puertas del campo de práctica se abrieron de golpe.

Todos voltearon.

Una figura apareció entre la bruma matinal.

Vestía el uniforme reglamentario… hecho jirones.

Su cuerpo estaba cubierto de vendajes toscos, atados a la carrera. Su cabello estaba revuelto, y bajo sus ojos se veían ojeras marcadas por noches sin descanso. Avanzaba cojeando, pero con la espalda recta. Una energía apenas contenida temblaba bajo su piel.

—Perdón… ¿aún estoy a tiempo? —dijo con una sonrisa cansada.

Hubo un silencio sepulcral… y luego un estallido de murmullos.

—¡Es él! ¡Es Han Fei!

—¿Dónde demonios estuvo?

—¿Qué le pasó?

El maestro de ceremonias dudó… pero tras un vistazo a los jueces y la confirmación del instructor, asintió.

—Llega justo a tiempo. ¡Prepárate para el combate!

Han Fei subió al estrado. Su oponente lo miró con desdén, pero también con una chispa de duda.

Los ojos del director brillaron.

El maestro Gao, desde lo alto, apretó el puño con una leve sonrisa. Y en las sombras, el maestro misterioso, oculto tras un encantamiento de ocultación, observaba en silencio.

“Ahora empieza… el verdadero resurgir”, murmuró.