es una historia conmovedora y apasionada que explora temas como el amor, la identidad y la aceptación. La novela sigue la vida de Orange y Geovanni, dos amigos de la infancia que se reencuentran años después y reavivan una conexión profunda que evoluciona hacia un romance intenso.
La trama gira en torno al descubrimiento de la sexualidad y la lucha por la aceptación en una sociedad conservadora. Orange, un joven introvertido, se siente atraído por Geovanni, un hombre seguro de sí mismo y físicamente atractivo.
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Romance En La Feria Del Pueblo
El enero se pintaba de colores vibrantes y aromas embriagadores. La feria de San Antonio Abad, una tradición arraigada en el corazón del pueblo, se aproximaba. Las calles, antes polvorientas y quietas, se transformaban en un derroche de alegría y fervor. Adornadas con papel picado de todos los colores y serpentinas que ondeaban al viento, las fachadas de las casas lucían sus mejores galas. Los niños, con los ojos brillantes de ilusión, corrían de un lado a otro, ansiosos por los juegos mecánicos y la deliciosa gastronomía que les esperaba.
Misael y Geovanni, unidos por una amistad forjada en la cancha de fútbol y los juegos de la infancia, se encontraban en la plaza principal. El sol del mediodía los envolvía en un cálido abrazo mientras observaban a los artesanos locales exponiendo sus productos. Geovanni admiraba un elaborado retablo de madera, mientras que Misael se deleitaba con los dulces típicos hechos a base de maíz.
"¡Mira, Misael! ¡Qué belleza! Podría pasar horas observando los detalles de este retablo", exclamó Geovanni, su voz llena de admiración.
Misael asintió con la cabeza. "Es increíble el talento que hay en nuestro pueblo. Y pensar que muchos de estos artesanos también se dedican a sembrar maíz en sus tierras".
"Así es, amigo. Nuestras raíces están profundamente ligadas a la tierra y a nuestras tradiciones. ¿Recuerdas cuando éramos pequeños y ayudábamos a nuestros abuelos a sembrar maíz durante la temporada de lluvias?"
Geovanni sonrió al recordar aquellos días. "Claro que sí. Era agotador, pero también muy divertido. Y las tortillas hechas con el maíz que nosotros mismos habíamos cultivado sabían mucho mejor".
Mientras conversaban, el sonido de las campanas de la iglesia resonó por todo el pueblo, anunciando el inicio de la misa en honor a San Antonio Abad. La gente comenzó a congregarse en el templo, vestida con sus mejores ropas. Misael y Geovanni se unieron a la multitud, rezando y agradeciendo por las bendiciones recibidas.
Al caer la noche, la feria alcanzó su punto máximo. Las calles se iluminaron con faroles de colores y los puestos de comida desprendían aromas tentadores. Los juegos mecánicos giraban y se elevaban hacia el cielo, llenando el aire de risas y gritos de emoción.
Orange, quien había estado ausente durante algunos días, apareció de repente junto a Geovanni. "Pensé que me había perdido toda la diversión", dijo con una sonrisa pícara.
"Te estábamos esperando", respondió Geovanni. "Tenemos algo planeado para ti".
Los tres amigos se dirigieron hacia la iglesia, donde se había instalado un pequeño escenario para los fuegos artificiales. Se escondieron detrás de una de las columnas, ansiosos por presenciar el espectáculo.
Cuando el reloj marcó las doce, el cielo se iluminó con una explosión de colores. Los fuegos artificiales dibujaban intrincadas figuras en el firmamento, mientras que el sonido de las detonaciones retumbaba en el aire. Orange y Geovanni se tomaron de las manos, sus miradas se cruzaron y una chispa de complicidad los unió.
Misael, desde lejos, observaba la escena con una mezcla de alegría y nostalgia. Recordaba los momentos que había compartido con sus amigos en esta misma feria, año tras año. Y a pesar de los altibajos que había experimentado, sentía una profunda gratitud por pertenecer a esta pequeña comunidad.
La feria de San Antonio Abad era mucho más que una simple celebración. Era una oportunidad para reencontrarse con las raíces, fortalecer los lazos de amistad y celebrar la vida en todas sus formas. Y para Misael, Geovanni y Orange, esta noche especial sería un recuerdo imborrable.
Los fuegos artificiales se apagaron lentamente, dejando tras de sí un cielo estrellado y un silencio expectante. Geovanni, aún embelesado por el espectáculo, se volvió hacia Orange. "Increíble, ¿no crees?"
Orange asintió, sus ojos brillando. "Nunca había visto algo así. Fue mágico".
"Entonces, ¿qué te parece si seguimos celebrando?" propuso Geovanni, su voz suave y seductora. "Hay un montón de juegos mecánicos que todavía no hemos probado".
Orange sonrió. "Me encantaría".
Se dirigieron a la zona de los juegos mecánicos, donde la música atronadora y las luces destellantes creaban una atmósfera de euforia. Subieron a la montaña rusa, sintiendo la adrenalina correr por sus venas mientras el carro ascendía y descendía a toda velocidad. Luego, se subieron a la rueda de la fortuna, disfrutando de una vista panorámica del pueblo iluminado.
"Esta noche es perfecta", susurró Orange mientras se balanceaban suavemente en el aire.
"Lo sé", respondió Geovanni, acercándose un poco más. "Me siento tan feliz de tenerte aquí conmigo".
Después de los juegos mecánicos, Geovanni invitó a Orange a cenar en un puesto de comida tradicional. Compartieron tacos al pastor, quesadillas y refrescos, riendo y conversando animadamente.
Mientras comían, un grupo de jóvenes comenzó a bailar en la cancha de fútbol, al ritmo de una banda local. La música era contagiosa y pronto, otros se unieron a la fiesta.
"Vamos, Orange", dijo Geovanni, tomándolo de la mano. "No podemos perdernos esto".
Se abrieron paso entre la multitud y se unieron al baile. La música llenó sus cuerpos de energía, y se movieron al compás de la melodía, sintiendo la conexión que los unía.
A medida que Geovanni y Orange bailaban, los murmullos de la gente comenzaron a hacerse más audibles. Algunos los miraban con curiosidad, otros con desaprobación. "Mira a esos dos, tan juntos", susurraba una mujer mayor. "Siempre supe que había algo raro entre ellos", comentaba otro hombre.
Geovanni y Orange intentaban ignorar los comentarios, pero era inevitable sentir las miradas juzgadoras. Orange se sentía incómodo, pero la presencia de Geovanni lo tranquilizaba.
"No les hagas caso", le susurró Geovanni. "Lo importante es que nosotros estemos bien".
Y así, continuaron bailando, demostrando a todos que su amor era más fuerte que cualquier prejuicio.
La noche avanzaba y la fiesta parecía no tener fin. Geovanni y Orange bailaron hasta que sus pies ya no pudieron más. Se sentaron en un banco a descansar, observando a los demás bailar.
"Nunca me había divertido tanto", confesó Orange.
Geovanni sonrió. "Me alegro mucho de que te estés divirtiendo. ¿Sabes? Siempre he querido pasar más tiempo contigo".
Orange se quedó mirando fijamente a Geovanni, sintiendo su corazón latir con fuerza. "Yo también, Geovanni. Me gusta mucho estar contigo".
Se hizo un silencio incómodo, roto solo por el sonido de la música a lo lejos. Geovanni se acercó lentamente a Orange y susurró a su oído: "Si quieres, puedes quedarte en mi casa esta noche. Podemos seguir la fiesta".
Orange sintió un escalofrío recorrer su espalda. Era la primera vez que Geovanni le decía algo así. Sintió una mezcla de nervios y excitación.
"Me encantaría", respondió en voz baja.
Y así, bajo un cielo estrellado y con el corazón lleno de esperanza, Geovanni y Orange se dirigieron hacia la casa de Geovanni.
La habitación, envuelta en una penumbra suave, era un santuario de sensaciones. La piel de Orange, cálida y suave, se erizaba bajo las caricias de Geovanni. Cada roce era una invitación, cada susurro, una promesa.
Los besos se intensificaron, profundos y exploratorios. Las lenguas se enlazaron en un baile sensual, mientras las manos de ambos se movían con una familiaridad que solo el deseo podía otorgar. Geovanni, deslizando sus manos por la espalda de Orange, llegó a la pretina de su bóxer. Con una sonrisa traviesa, la deslizó hacia abajo, revelando una imagen que hizo que Orange se estremeciera de placer.
Los ojos de Orange se agrandaron al ver la masculinidad de Geovanni, firme y erguida. Era una visión que lo había cautivado desde la primera vez que lo había visto, y ahora, al tenerlo tan cerca, la sensación era aún más intensa. Con un movimiento suave, Geovanni se colocó sobre Orange, sus cuerpos ajustándose perfectamente. Los besos descendieron por el cuello de Orange, dejando un rastro de fuego en su piel.
Geovanni se levantó y, de una mesita de noche, tomó una botella de aceite de masaje. Con movimientos suaves y circulares, comenzó a masajear la espalda de Orange, haciendo que los músculos se relajaran y la tensión se disipara. El aceite, tibio y aromático, envolvía sus cuerpos en una sensación de lujo y bienestar.
Con cada caricia, la excitación de Orange aumentaba. Geovanni, sintiendo la respuesta de su amante, comenzó a moverse lentamente, sus caderas encontrando el ritmo de las de Orange. El contacto era eléctrico, cada roce enviaba una corriente de placer por sus cuerpos. Los gemidos se volvieron más intensos, y la habitación se llenó de un aire cargado de deseo.
Orange, con los ojos cerrados, asintió levemente con la cabeza, dando a Geovanni el consentimiento para tomar el control. Geovanni interpretó esa señal y comenzó a moverse con más confianza, guiando a Orange a través de un mar de sensaciones.
"Eres tan hermoso", susurró Geovanni, su voz ronca por la excitación.
"Tú también", respondió Orange, su respiración entrecortada.
Los besos se trasladaron al cuello de Geovanni, mientras sus manos exploraban el cuerpo de Orange, descubriendo nuevos lugares de placer. La anticipación crecía con cada caricia, con cada movimiento.
Geovanni sonrió, sus ojos brillando de deseo. "Me encanta tu olor", murmuró, volviendo su atención a Orange. Orange sonrió, sintiendo una oleada de placer al escuchar las palabras de Geovanni. Se acercó a su amante y lo besó apasionadamente.
En ese beso, se condensaron todos los deseos, todas las caricias y todas los susurros de la noche. Era un beso que hablaba de complicidad, de confianza y de un amor profundo y sincero.
Se separaron lentamente, sus frentes tocándose. "Quiero que esto dure para siempre", susurró Orange, su voz ronca por el placer.
Geovanni asintió, acariciando suavemente la mejilla de Orange. "Yo también, mi amor. Yo también."
Se quedaron así por un rato, simplemente disfrutando de la compañía del otro. La habitación estaba llena de un silencio cargado de significado, interrumpido solo por sus respiraciones entrecortadas.
Los cuerpos de ambos se tensaron, anticipando el momento culminante. Geovanni se movió con una sincronía perfecta, sus caderas encontrando el ritmo de las de Orange. Cada estocada era una invitación, una promesa de un placer indescriptible.
Los gemidos se intensificaron, llenando la habitación de un sonido que era a la vez íntimo y salvaje. El sudor se deslizaba por sus cuerpos, creando una sensación de unión aún más profunda.
En ese instante, el tiempo se detuvo. El mundo exterior se desvaneció, y solo existían ellos dos. Con un último gemido, ambos alcanzaron el clímax, fundiéndose en una ola de placer indescriptible.
Un abrazo cálido y reconfortante:
Después del clímax, cayeron rendidos en un abrazo cálido y reconfortante. Los corazones les latían al unísono, mientras la calma se apoderaba de ellos.
"Eres increíble", susurró Orange, acurrucándose contra el pecho de Geovanni.
Geovanni sonrió, besando la cabeza de Orange. "Tú también, mi amor. Tú también."
Se quedaron así por un largo rato, simplemente disfrutando de la compañía del otro. No necesitaban palabras para expresar lo que sentían. En ese momento de íntima conexión, sabían que su amor era eterno.
excelente historia diférente enamorada de tu trama 💯♥️♥️♥️🌹🇨🇴🤩🇨🇴🇨🇴🇨🇴🌹🌹