Elena nunca había imaginado que su vida cambiaría de manera tan drástica al cumplir diecisiete años. Criada en una tranquila ciudad costera, sus días transcurrían entre las aulas del instituto y las tardes en la biblioteca local, donde su amor por la historia y el arte florecía. Sin embargo, todo dio un giro inesperado cuando su padre, un renombrado historiador, recibió una oferta de trabajo que no podía rechazar.La oferta provenía de Adrian, el misterioso dueño de una galería de arte en la lejana ciudad de Ravenwood.
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Capítulo 11: Recuerdos del Renacimiento
Elena se encontraba en su habitación, los últimos rayos del sol de la tarde colándose por las pesadas cortinas. Su mente estaba llena de fragmentos, destellos de otra vida, una vida que comenzaba a recordar con más claridad. Se tumbó en su cama, cerrando los ojos y permitiendo que las imágenes fluyeran libremente, llevándola de vuelta a una época lejana, al Renacimiento.
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Era una tarde cálida en Florencia, el aire estaba lleno del aroma de los mercados y las risas de la gente que llenaba las calles adoquinadas. Elisa, como se llamaba entonces, era una joven de dieciocho años, hija de un noble mercader. Su vida estaba llena de obligaciones y expectativas, pero ella siempre encontraba la manera de escapar, al menos por un rato, a los jardines escondidos y bibliotecas olvidadas de la ciudad.
Fue en una de esas escapadas cuando lo vio por primera vez. Adrian estaba de pie junto a una fuente en un jardín oculto, su figura alta y esbelta envuelta en un manto oscuro. Sus ojos, de un azul profundo, la miraban con una intensidad que hizo que su corazón se acelerara. Había algo en él que la atraía, una fuerza que no podía explicar pero que la hacía querer acercarse.
"Buenas tardes," dijo Elisa con una sonrisa tímida, su voz rompiendo el hechizo del silencio.
Adrian se volvió hacia ella, su expresión suavizándose al verla. "Buenas tardes, mi señora. No esperaba compañía en este lugar tan apartado."
Elisa se sonrojó, bajando la mirada por un momento antes de volver a encontrar sus ojos. "Este es uno de mis lugares favoritos. Vengo aquí para escapar del ruido y la agitación de la ciudad."
"Un refugio secreto," murmuró Adrian, su voz como un susurro en el viento. "Me alegra que nuestros caminos se hayan cruzado aquí."
Desde ese día, Elisa y Adrian comenzaron a encontrarse regularmente en el jardín. Sus conversaciones eran profundas y llenas de una conexión que iba más allá de las palabras. Elisa se sentía viva en su compañía, como si cada encuentro fuera una chispa que encendía algo dentro de ella.
Una tarde, mientras el sol se ponía, Adrian la miró con una seriedad que nunca había visto antes. "Elisa, hay algo que debo decirte. Algo que no puede esperar más."
Elisa sintió un nudo en su estómago, su corazón latiendo con fuerza. "¿Qué es, Adrian? Puedes confiar en mí."
Adrian tomó su mano con una delicadeza que la sorprendió. "No soy como los demás, Elisa. Hay un secreto que llevo conmigo, uno que podría cambiarlo todo entre nosotros."
Elisa sostuvo su mirada, su voz firme. "No me importa lo que sea. Nada podría hacerme cambiar lo que siento por ti."
Adrian suspiró, sus ojos llenos de una mezcla de esperanza y temor. "Soy un vampiro, Elisa. Un ser condenado a la eternidad, viviendo en las sombras."
Elisa se quedó en silencio por un momento, procesando sus palabras. Finalmente, habló, su voz llena de determinación. "Eso no cambia nada. Te amo, Adrian, y nada podrá separarnos."
Adrian la miró con una mezcla de sorpresa y alivio, sus ojos brillando con una emoción que rara vez mostraba. "Te amo, Elisa. Siempre te amaré."
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Elena despertó de su recuerdo con una sensación de paz y nostalgia. Las imágenes del pasado eran tan vívidas, tan reales. Sabía que esos recuerdos eran verdaderos, que su amor con Adrian había comenzado en el Renacimiento, en un tiempo y lugar donde todo parecía posible.
Sus encuentros secretos continuaron, cada uno más intenso que el anterior. Compartieron risas, susurros y promesas bajo la luz de la luna, lejos de las miradas curiosas de la sociedad. Su amor floreció en las sombras, un secreto guardado con cuidado pero vibrante en cada momento que pasaban juntos.
Una noche, mientras paseaban por las estrechas calles de Florencia, Adrian la llevó a una torre antigua, un lugar que él había convertido en su refugio. Desde la cima, la vista de la ciudad era impresionante, las luces de las velas y antorchas brillando como estrellas sobre la tierra.
"Quería mostrarte esto," dijo Adrian, su voz suave en la quietud de la noche. "Este es mi lugar de soledad, donde vengo a recordar quién soy y soñar con lo que podría ser."
Elisa se acercó a él, tomando su mano. "Ahora es nuestro lugar, Adrian. Un lugar donde podemos soñar juntos."
Se abrazaron bajo el cielo estrellado, sus corazones latiendo al unísono. Pero su felicidad no duraría para siempre. Las sombras que envolvían a Adrian comenzaron a alargarse, trayendo consigo peligros que no podían prever.
Un día, mientras estaban juntos en el jardín, un grupo de hombres armados apareció, liderados por un cazador de vampiros que había estado siguiendo a Adrian durante años. En el caos que siguió, Elisa fue herida, su vida pendiendo de un hilo.
Adrian la llevó a su refugio, desesperado por salvarla. "No te dejaré morir," susurró, sus ojos llenos de lágrimas. "Te convertiré, y estaremos juntos para siempre."
Elisa, débil pero consciente, asintió. "Hazlo, Adrian. No quiero perderte."
Adrian la mordió suavemente, compartiendo su sangre con ella. Pero algo salió mal. La transformación no fue completa, y en su intento de salvarla, la perdió. El dolor de esa pérdida lo destrozó, y desde ese día, juró nunca más permitir que alguien más entrara en su corazón.
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Elena se levantó de la cama, sus ojos llenos de lágrimas. Los recuerdos de su vida pasada la habían conmovido profundamente. Ahora entendía el dolor de Adrian, su lucha interna y el motivo detrás de su frialdad inicial. Pero también sabía que su amor había sido real, y que esa conexión aún existía.
Decidida, salió de su habitación y se dirigió a la galería. Necesitaba hablar con Adrian, decirle que recordaba, que entendía y que estaba lista para enfrentar su destino juntos.
Al llegar, lo encontró en su despacho, mirando un retrato de Elisa. Sin decir una palabra, se acercó a él y tomó su mano.
"Recuerdo todo," dijo suavemente, sus ojos encontrando los de él. "Nuestro amor, nuestra promesa. Estoy aquí, Adrian. No dejemos que nada nos separe de nuevo."
Adrian la miró, su expresión de sorpresa transformándose en una sonrisa llena de amor y esperanza. "Entonces, lucharemos juntos," respondió, abrazándola con fuerza. "Y esta vez, no dejaremos que nada ni nadie nos separe."
Y así, con sus corazones renovados y su amor más fuerte que nunca, Elena y Adrian se prepararon para enfrentar los desafíos que les aguardaban en Ravenwood, sabiendo que, juntos, podían superar cualquier cosa.