"Fantaseo Con Esas Curvas" es una novela que narra la historia de un hombre que, a pesar de los estereotipos y las normas sociales, se enamora perdidamente de una mujer con sobrepeso. Alejandro, un joven exitoso y atractivo, ha pasado toda su vida rodeado de mujeres delgadas y "perfectas" según los cánones de belleza establecidos. Sin embargo, un día conoce a Sofía, una mujer con curvas generosas que cautiva su corazón desde el primer momento. A medida que su relación avanza, Alejandro debe enfrentarse a sus propios prejuicios y a la presión de su entorno, que no entiende cómo puede estar enamorado de alguien que no encaja con los ideales de belleza tradicionales. Sofía, por su parte, lucha por aceptarse a sí misma y superar sus inseguridades, mientras descubre que el amor verdadero puede encontrarse en los lugares más inesperados.
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Capitulo 11
Sofía
Antes de que pueda caer rendida, siento los labios de Alejandro sobre los míos, transmitiéndome una ternura y una pasión que me dejan sin aliento.
Correspondo a su beso con una entrega total, dejando que mi cuerpo se funda con el suyo en una danza de intimidad y conexión. Es una sensación abrumadora, pero a la vez, tremendamente reconfortante.
Cuando finalmente nos separamos, Alejandro me regala una mirada llena de adoración y cariño.
-Descansa, mi amor -susurra, depositando un suave beso en mi frente-. Mañana será otro día maravilloso que podremos disfrutar juntos.
Asiento lentamente, sintiéndome más segura y protegida que nunca. Con Alejandro a mi lado, sé que nada ni nadie podrá dañarme.
Me acurruco contra su pecho, dejando que el calor de su cuerpo me envuelva, y me entrego a los brazos de Morfeo, sintiéndome más plena y realizada que nunca.
Al despertar a la mañana siguiente, me toma unos instantes recordar dónde me encuentro. Pero cuando veo a Alejandro observándome con esa mirada llena de adoración, una sonrisa se dibuja en mi rostro.
-Buenos días, mi amor -susurra, acercando su rostro al mío para depositar un suave beso en mis labios.
-Buenos días -respondo, sintiendo cómo la emoción se apodera de mi voz.
Permanecemos así durante unos instantes, simplemente disfrutando de la mutua compañía y de la calidez de nuestros cuerpos entrelazados.
-¿Qué te parece si preparamos un delicioso desayuno? -propone Alejandro, acariciando suavemente mi mejilla-. Tengo ganas de cocinar algo especial para ti.
Asiento, sintiendo cómo mi estómago ruge en señal de aprobación. Alejandro ríe divertido y, tras depositar un último beso en mis labios, se levanta de la cama.
Juntos, nos dirigimos a la cocina y, entre bromas y pequeños roces, preparamos un desayuno digno de un rey. Tostadas recién hechas, fruta fresca, yogurt y un delicioso café con leche. Es una comida sencilla, pero repleta de amor y dedicación.
Mientras disfrutamos de nuestro festín, no puedo dejar de observar a Alejandro con una mezcla de asombro y admiración. Es increíble cómo, en tan poco tiempo, ha logrado ganarse un lugar tan especial en mi corazón.
-¿En qué piensas, mi amor? -pregunta, al notar que me he quedado ensimismada.
-En ti -respondo, sintiendo cómo un leve rubor se apodera de mis mejillas-. En lo afortunada que me siento de tenerte a mi lado.
Alejandro me regala una sonrisa radiante y, dejando a un lado su plato, toma mi mano entre las suyas.
-Sofía, tú eres la que me ha hecho sentir más vivo que nunca -murmura, con una intensidad que me deja sin aliento-. Jamás pensé que encontraría a alguien como tú, alguien que me desafiara a ser una mejor versión de mí mismo.
Siento cómo mis ojos se llenan de lágrimas, y aprieto suavemente su mano, intentando transmitirle todo el cariño y la gratitud que siento hacia él.
-Alejandro, tú también has cambiado mi vida -respondo, con la voz entrecortada por la emoción-. Has sido el único que se ha tomado el tiempo de conocerme, de entender mis miedos y de estar a mi lado sin juzgarme.
Él se levanta de su silla y, rodeando la mesa, se acerca a mí. Con una delicadeza infinita, toma mi rostro entre sus manos y deposita un beso en mi frente.
-Te amo, Sofía -susurra contra mi piel-. Y haré todo lo que esté en mis manos para que nunca vuelvas a dudar de ello.
Sonrío, sintiendo cómo una oleada de felicidad me inunda por completo. Alejandro es, sin duda, el hombre más maravilloso que he conocido, y me siento profundamente afortunada de poder compartir mi vida con él.
Terminamos nuestro delicioso desayuno entre risas y bromas, disfrutando de esa complicidad y esa conexión que parece unirnos cada vez más.
Cuando por fin nos levantamos de la mesa, Alejandro me toma de la mano y, con una sonrisa traviesa, me guía hacia la puerta principal.
-¿A dónde vamos? -pregunto, sintiéndome repentinamente emocionada.
-Es una sorpresa -responde, guiñándome un ojo-. Confía en mí.
Y sin decir nada más, salimos de la cabaña, dejando que nuestros pasos nos lleven por los senderos que se pierden entre los árboles.
Caminamos durante unos minutos, disfrutando del apacible sonido de la naturaleza a nuestro alrededor. Finalmente, Alejandro se detiene frente a un claro, y no puedo evitar soltar una exclamación de asombro.
Ante nosotros, se extiende un pequeño lago de aguas cristalinas, rodeado por una vegetación exuberante y colorida. Es un lugar hermoso y tranquilo, que parece sacado de un cuento de hadas.
-¡Alejandro, es precioso! -exclamo, sintiendo cómo la emoción se apodera de mí.
Él me regala una sonrisa satisfecha y, sin decir una palabra, comienza a quitarse la ropa.
-¿Qué estás haciendo? -pregunto, sintiendo cómo mis mejillas se sonrojan.
-¿Qué te parece si damos un refrescante chapuzón? -propone, lanzándome una mirada traviesa.
Antes de que pueda responder, Alejandro se lanza al agua, salpicándome con pequeñas gotas que brillan como diamantes bajo el sol.
Suelto una carcajada y, sin pensarlo dos veces, comienzo a desvestirme también. Hace tanto calor que la idea de refrescarme en ese maravilloso lago resulta tentadora.
Una vez que he terminado de quitarme la ropa, me adentro lentamente en el agua, sintiendo cómo el frío líquido acaricia mi piel. Alejandro se acerca a mí, envolviéndome entre sus brazos, y ambos nos dejamos llevar por la sensación de bienestar y plenitud que nos embarga.
Pasamos horas nadando y jugando en el lago, riendo y disfrutando de la mutua compañía como un par de niños. Es una experiencia mágica e inolvidable, y me siento profundamente agradecida de poder compartirla con Alejandro.
Finalmente, cuando el sol comienza a declinar, decidimos regresar a la cabaña. Nos secamos y nos vestimos, y Alejandro me toma de la mano, guiándome de vuelta a nuestro refugio.
Una vez allí, preparamos una cena sencilla pero deliciosa, y nos acomodamos en el sofá frente a la chimenea.
Mientras ellos sean felices, los demás les resbale.