No Soy Un CEO Despiadado

Sacudí la cabeza al salir del restaurante, miré mi camisa blanca que ahora se encontraba arruinada por completo. Me mordí el labio inferior mientras pensaba en lo ridícula que era mi situación. Justo cuando estaba por subirme a mi auto me di cuenta de la presencia de aquella mujer que parecía haberse convertido en mi estrella de la desgracia.

Al principio no le tome importancia a sus acciones, después de todo, el intercambio que tuvimos minutos atrás no terminó de la mejor manera. Sin embargo, en cuanto me di cuenta de lo desesperada que se veía mientras trataba de detener los taxis circundantes, no pude evitar acercarme a ella.

— ¿Necesita ayuda? — le pregunté — Ningún taxi se detendrá, este es un lugar exclusivo.

Ella me miró, sus ojos cafés estaban de un color rojo debido a las lágrimas que había derramado, a su lado había un joven tratando de consolarla. No sabía la razón, pero ver su rostro cubierto de lágrimas me hizo sentir mal.

— Por favor, me puedes llevar al hospital, mi hermana, mi hermana está mal, necesito llegar, por favor…

— Está bien, te llevaré — el dije.

El joven que estaba a su lado soltó un suspiro de alivio en cuanto me escuchó decir aquello.

— Por favor, cuide de Fernanda, señor Hidalgo. Fer, tengo algo que atender. Te estaré llamando para saber de la situación de tu hermana. Pero, ánimo, vas a ver que ella va a mejorar.

— No te preocupes, Zeus. Atiende no más tus asuntos — la voz se le quebró — Si, Angélica estará bien.

Zeus sonrió de manera triste antes de alejarse con pasos rápidos.

— Traeré mi auto, señorita, esperé aquí, por favor.

— Está bien.

Solté un suspiro y fui rápidamente por mi auto. Aún no podía procesar lo que estaba pasando, el trayecto hasta el hospital fue silencioso, no estaría mintiendo, ya que, los sollozos de Fernanda rompían por completo el silencio. En más de una ocasión quise preguntarle lo que estaba mal con su hermana, Pero me abstuve de hacerlo, ya que no quería verme entrometido. Así que conduje con la mente en blanco, solo cuando llegué al hospital pude reaccionar. Debido al estado nervioso de la joven a mi lado, decidí acompañarla. Temía que le pudiera pasar algo.

— No es necesario que me acompañe. No quiero quitarle más de su tiempo.

— Lo hago porque es lo correcto. Aunque usted y yo no somos amigos, hemos intercambiado palabras, lo que nos hace conocidos. No puedo dejarla sola en el estado en el que se encuentra. Está hecha un manojo de nervios. No se preocupe que no me está quitando tiempo. Me iré en cuanto llegue algún otro familiar para que la acompañe.

— No vendrá nadie. Mi hermana y yo solo nos tenemos la una a la otras.

Su confesión me dejó estupefacto. No supe qué decir. Pero también una sensación de afinidad se instaló en lo profundo de mi interior, quizás el saber que yo no era la única persona que estaba pasando por un momento difícil hizo que olvidará por completo todos los malos ratos que esta mujer había traído a mi vida.

Fernanda se adelantó a la recepción y preguntó sobre la situación de su hermana.

Un médico se acercó a ella, él era un hombre joven. La mirada en su rostro estaba llena de seriedad.

— ¿Qué pasó con mi hermana, Andrew? ¿Qué tiene?

— Lo siento, Fernanda. Angélica está en cuidados intensivos. Fue encontrada desmayada en el baño en su propio vómito, estaba vomitando sangre. Tu hermana necesita un trasplante de médula. El tratamiento no está funcionando, sus células cancerígenas se están extendiendo de una manera agresiva.

Tuve que sujetar a Fernanda porque cuando terminó de escuchar lo que el doctor dijo, ella casi se derrumba en el suelo.

— Cielo, ¿qué vamos a hacer Andrew? Sabes el tipo de sangre especial que tiene mi hermana, he estado tratando de encontrar a un donante durante los últimos años, pero es una tarea imposible. Dios, si pudiera me daría toda mi médula, cambiaría mi salud por la de ella. Ella aún es una niña, ha estado encerrada en este hospital durante mucho tiempo sin mejorar, debes salvarla… debes salvarla.

Contuve el aliento al ver lo desecha que se encontraba, podía simpatizar con su dolor, la entendía completamente, su angustia, su tristeza, su desesperación, era algo que ya lo había visto en el pasado en alguien más. En mi hermano. Gracias al cielo las cosas mejoraron para él y Andresito ahora estaba sanando de su extraña enfermedad.

— Tranquila, señorita Fernanda. Respire — dije al notar que ella estaba teniendo un colapso.

— Fernanda, desde que tu hermana se convirtió en mi paciente me propuse hacer todo lo posible por salvarla.

El doctor le dio unas palmadas en la espalda.

— Angélica está dormida, si gustas puedes verla desde afuera.

Fernanda estuvo de acuerdo. Ella levantó la mirada haciendo que por primera vez la vea bien. Ella era bonita de una manera sencilla, no era una belleza extravagante nunca antes vista, su belleza estaba en la suavidad de sus facciones. Sus ojos estaban rojos, cálidas lágrimas corrían por sus ojos como si de perlas se tratarán.

Aleje los extraños pensamientos que acudieron a mi mente. Y me concentré en este momento.

— No lloré, se ve fea llorando — me arrepentí al segundo siguiente que dije aquello. De todas maneras, ¿por qué dije eso? — Digo, su hermana estará bien.

¿Por qué soné como un maldito idiota?

Fernanda se alejó de mi lado y torció los ojos. Quise disculparme y explicar, pero opté por callar.

— Muchas gracias por su ayuda, señor. Ahora puede irse, yo… iré a ver a mi hermana.

Tras decir aquello giró sobre sus talones y caminó rápidamente. Quise detenerla. Pero no había nada que pudiera decir.

Solté un suspiro y me dirigí hacia la recepción.

— Disculpe, me gustaría pagar las facturas de la hermana de Fernanda, me gustaría pagar por su tratamiento y cualquier otro gasto que tenga en el futuro, también quiero hacer una donación al hospital…

Aunque sabía que estaba siendo un entrometido, pero no podía detenerme. La situación de la niña me recordó a la situación de Andresito, ningún niño merecía sufrir de esta manera.