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Kozłowski

Kozłowski

Status: En proceso
Genre:Escena del crimen / Casos sin resolver
Popularitas:23.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Oriana Rivera Macías

Kozłowski es un hombre muy interesante, tan interesante que te dan ganas de llorar con su vida.

Aunque parezca alguien normal, ha pasado por muchas cosas en su vida, cosas que han provocado que poco a poco su mente sea distinta a las demás.

Sin saber las personas con quién están tratando, poco a poco irá surgiendo su verdadero ser.

NovelToon tiene autorización de Oriana Rivera Macías para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 11

Ese día se había quedado con la cara pegada a una vidriera, mirando con deseo y fascinación una muñeca Barbie encerrada en una caja rosada. Se parecía mucho a su madre, y también era idéntica a las que salían por la televisión. Llevaba pintura en su rostro, una brillante sonrisa blanca, un sedoso cabello rubio bien peinado y un bolso rosa colgando de su hombro. Al lado tenía un auto rosado que venía junto a ella, también le pareció genial.

Miró a ambas direcciones, derecha e izquierda, pero no encontró a su madre a su lado. Siguió buscando por las tiendas de ropa, pero no había ninguna pista de la mujer. Pasaron horas y no logró encontrarla, el centro comercial cerró y los guardias en vez de ayudarlo lo echaron fuera del lugar.

Se quedó caminando por horas buscando a sí madre, no sabía ni siquiera como llegar solo a casa. Comenzó a llover y prosiguió a buscarla en una plaza. Allí vio a un hombre acostado, durmiendo con tranquilidad sobre un banco. La lluvia caía sobre su rostro, pero no parecía inmutarse, estaba dormido como un tronco.

Se quedó unos minutos mirando al desconocido, luego se acercó y lo tocó hasta que despertó.

Parecía ser un buen hombre, con una sonrisa extraña pero extrañamente agradable. Le recordaba a su maestro, la única persona en el colegio que le mostraba simpatía. Llevaban el mismo color de cabello; castaño oscuro casi negro, y expresiones casi iguales, o semejantes de algún modo. Su maestro tenía un rostro más relajado que el desconocido.

Su madre debía de estar en ese tren, estaba seguro de que era así. No dejó que el miedo lo invadieron.

...

Richard sonríe, los sonidos de los huesos pequeños ser aplastados por el gran tren son música para sus oídos. Un ojo sale disparado de las vías y se cae frente a su pie. Lo aplasta con la suela de sus zapatos y agranda su sonrisa.

Ve como termina de pasar la máquina y se acerca a inspeccionar como quedó.

—Interesante.— menciona. En las vías está el cuerpo destruido, las extremidades están descuartizadas y repartidas por el suelo, sus entrañas revueltas y enredadas, y a su cabeza le faltan los ojos en sus cuencas. Piensa con diversión cuantos vagones pasaron por encima de ese chico.

Abandona el lugar luego de soltar risas y camina de nuevo hacia su departamento. En las oscuras calles desoladas puede reírse a carcajadas. Lo ocurrido le dejó emociones muy interesantes, tan nuevas y jóvenes que quería explorarlas.

Tal vez fue casualidad del destino, pero cuando entró a un callejón para fumar unos cigarrillos que compró en una tienda de jornada completa, encontró el cuerpo de una mujer rubia tirada contra la pared. Sus piernas estaban abiertas y chorreando de sangre, dándole pistas de que había sido abusada. Habían varias marcas en su piel pálida, el contraste de los moretones era tan notable que le dio la idea de que ese tono de piel blanco era el de una muerta. Sus ojos estaban en blanco, una catarata de sangre salía de su boca y su cuello estaba cortado, su cabeza a penas no se desprendía por ese corte profundo. Unas ratas hambrientas comían sus piernas, sus chillidos eran grotescos, le daban más asco que el mismo cadáver. Su maquillaje estaba corrido por la lluvia y sus propias lágrimas ya secas, su labial se distorcionó hacia un costado y le habían arrebatado sus pestañas postizas. El vestido de marca barata se notaba roto, dejando ver por un gran hueco su corpiño manchado de sangre con una bala directa en su corazón.

–Así que esta es la Barbie...Le hice un favor a ese pequeño. — aspira el humo de su cigarrillo y lo mantiene en su boca un momento antes de soltarlo.—El mundo es tan cruel.

Se da vuelta y sigue caminando hacia su destino, fumando su cigarrillo gustoso. Haberse tomado el tiempo de comprar la caja de cigarrillos luego de cometer in crimen era maravilloso.

Por primera vez, la luz del sol en el amanecer chocó contra sus ojos y no le molestó. Su mirada brilló con la luz y miró al frente como si no le importara que sus ojos ardieran.

Entra a su departamento y los caniches no ladran, debieron de quedarse profundamente dormidos hace horas. Entra a su instalación y se cambia de ropa en su cuarto, sus prendas estaban mojadas y desalineadas. Para ir al trabajo, hizo su misma rutina de ayer: se puso una camisa blanca, unos pantalones negros, un saco marrón claro y una corbata roja, lo único que no podía sustituir.

Sale afuera y camina por las calles rodeado de la fastidiosa multitud. Su gran sonrisa y sus ojos llenos de brillo son raros, pero a nadie parece importarle. Su ánimo estaba de maravilla, como si su cuerpo no supiera que tendría que estar encerrado en un edificio por más de diez horas seguidas y sin descanso.

Luego de unos minutos, ya está parado en frente del edificio. Entra y de inmediato se acerca su puesto de trabajo, su buen humor se derrumba al tocar la computadora y ver como se prende con lentitud. Pierde toda su energía al segundo, sus facciones pierden las ganas de mantener su expresión alegre y su sonrisa cae.

"Es otro fastidioso día de trabajo más... mi momento de felicidad fue corto, pero por lo menos lo tuve." Piensa con desgano, casi había entrado dando saltos al inicio y ya andaba con sus pensamientos depresivos de nuevo. Unas horas de trabajo más y sus horas de poco sueño le jugarían otra mala pasada y lo harían alucinar de nuevo.

Recuerda lo que pasó en la plaza y se queda confundido, había visto sombras oscuras y el piso deformarse, pero jamás había tenido alucinaciones tan impresionantes como aquellas. Vuelve a pensar en el té que bebió, por accidente debió haberle puesto alguna pastilla extraña o algo raro había sucedido. No estaba tan loco para tener esa clase de alucinaciones,  quería pensar. Hace días no dormía bien, de seis horas pasó a cuatro, y desde hace tres días no dormía más de dos horas, pudo haber sido la causa de todo eso.

—¿Por qué tan feliz, polaco?—Thomas se acerca y apoya una de sus manos en la mesa. Sus ojos celestes abiertos como platos le asustan, pero era algo usual en las personas de ojos claros. La necesidad de mostrar con orgullo el color de ojos es raro a veces.

–Tuve una buena noche, y no fue como las que piensas.–aclaró al finalizar, sabiendo que podría malinterpretarse de forma sexual por su compañero. Igualmente preferiría que pensara en eso en vez de un asesinato planeado.

Thomas ríe y se aleja al escuchar que lo llaman desde lejos, Richard mira los papeles encima de su escritorio y suspira. Otro día pesado, y recién era martes. Duda si el miércoles debe de tomar las horas extras, quiere ir a tomar algo en la cafetería cerca de su departamento y relajarse, no estar atareado e trabajo todo el día. Sabe que está trabajando todo el tiempo, su busca de dinero genera eso. Solo quiere tener una buena vida llena de lejos, piensa en tomar un curso de abogacía, no es tan tarde para él, supone, hay varios que recién van por el primer año de sus estudios y tienen más de treinta y cinco años.  Él aún tiene veintinueve, tiene mucho camino por delante.

El sonido de su teléfono lo saca de sus pensamientos, intenta silenciarlo, pero al ver que el número que lo llamaba no era de spam lo atendió. No era común que lo llamaran, pero tal vez era un familiar. Los odiaba a todos, odiaba hasta compartir apellido, pero no era tan estúpido,  sabía que si era amable con su familia ganaría herencia.

Atiende la llamada y escucha una voz familiar atrás del teléfono, suena el tono de una mujer afligida y deprimida. Por sus errores al pronunciar las palabras podía asegurar que había estado llorando como desgraciada.

—¿Sí? Habla Richard Kozłowski, ¿Quién habla?...Ah... okey... sí...¿Mañana? A las 12, bien. Estaré allí.

—¿Algún funcionario más te denunció?—Charlie, el viejo gordo amado del edificio, se acerca a él con diversión,  haciéndole recordar el problema que tuvo una vez con un funcionario que lo denunció tres veces y se enteró de ello por llamada telefónica.

—No.—niega, concentrando su atención en la computadora. Lee el texto en la pantalla y se para a agarrar unos papeles encima del escritorio.

–¿Entonces...?–Charlie lo mira con duda, frunce una ceja y divaga sobre la expresión tranquila del muchacho. Podía percibir que por su rostro tranquilo no había escuchado una mala noticia, o alguna que le daba igual.

Pasa hoja por hoja, mirando por un instante si todos los papeles estaban en orden.

Camina hacia otro compañero y le entrega la montaña de papeles.  Este le da una mirada de sorpresa y enojo al ver la cantidad de papeles que debe editar, Richard sonríe con burla y se acerca a su escritorio. Le gustaba que los demás reflejaran los mismos sentimientos que él, era entretenido.

—Nada importante, mi mamá murió.—su respuesta sale de sus labios con rapidez y desinterés, como si fuera la cosa más simple que haya dicho en su vida. Realmente era una alegría, pero no quería demostrarlo en frente de los demás trabajadores. Ya era suficiente con sentir la mirada de Charlie sobre él,  juzgando su alma.

El hombre divorciado no sabe si la persona en frente de él es un robot sin sentimientos o solo no es capaz de expresarse bien. Charlie siguió mirándolo con sorpresa, y Richard le devolvió una mirada de confusión y amargura, el de apellido italiano parecía estar haciéndole juicio por sus pecados con esos ojos.

No cree que sea tan común que alguien no se sienta triste por escuchar la muerte de su madre, al menos debía de mostrar en su rostro que estaba deprimido, pero ni siquiera siente una mínima sensación de tristeza. Siente alegría.

Nunca tuvo apego maternal, ni siquiera paternal. Nunca se sintió apegado a ningún familiar, siendo sincero, o los odiaba o les daba igual su existencia.

A veces, muy pocas, sentía un poco de alegría estando con su familia, pero luego un desastre ocurría y le hacía recordar las razones por las que los odiaba.

Recordar los pocos momentos en los que era feliz le daban rabia porque siempre terminaban mal. Era tan ingenuo de pequeño que cuando trataba mal a sus padres se sentía mal y se disculpaba como idiota, mientras ellos le arruinaron la vida sin decir un solo perdón.

¿Debería llorar por la noticia de muerte? No le interesaba su madre en lo más mínimo, solo le atraía la herencia. Iría todo el dinero para él, al ser el único hijo que quedaba vivo, y por los pocos años de vida que le quedaban a su padrastro, le correspondía todo el dinero.

Con solo pensar en los fajos de billetes mostró una pequeña sonrisa, no era como si su madre hubiera sido millonaria en vida, no tuvo un trabajo bien visto por su padre y por su padrastro, quien pensaba que su trabajo era patético y que el dinero que ganaba era justo. Fue niñera toda su vida, los mocosos que cuidaba eran de familias ordinarias y no recibía una gran cantidad de dinero al cuidarlos más de un día, pero herencia era herencia. Su madre quería repartir el dinero en partes iguales, entre el hijo mayor y el menor, pero todo se dio vuelta. Richard debía aprovechar ese dinero, su padre murió sin dejarle un euro y su padrastro ni en su tumba le dejaría un centavo.

A Richard le causa gracia, ganaría dinero gratis de la persona que más había odiado en su vida. Era hermoso, tendría el dinero de esa infeliz en sus manos ¿Qué más podría hacerlo feliz? Era lo único que amaba de su madre: su herencia.

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MARCELA Ramos
Malo
MARCELA Ramos
Muy malo
Gisela Molina
va bien
Yuri Zamira Gonzalez Castaño
Bueno
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