El Silencio de la Sustituta.

Safira.

Él me besa en la frente, entra al auto y se va. Espera, él besó mi frente. Sonrío por eso. Hizo café y me lo trajo.

Aquí es tan hermoso. Me levanto y me pongo de frente al chalet. Es tan acogedor con sus ventanas de vidrio. Entro a la sala y veo una chimenea y el sofá donde él quería dormir. ¿Cómo se le ocurrió? Él es demasiado grande para estar allí. Sigo caminando y llego a la cocina. Todo está tan ordenado. Abro las puertas de los armarios y encuentro todo allí. Las cierro. ¿Será que él viene aquí con frecuencia? ¿Trae a alguien aquí de manera regular? Un hombre como él no se queda solo, debe tener varias mujeres a su alrededor.

Dejo el vaso en el fregadero y voy al cuarto. El chalet no es grande, solo tiene una habitación y una cama. Soy curiosa, así que decido abrir el guardarropa y veo su ropa. No veo ninguna prenda femenina. Paso mi mano por sus camisas y elijo una para usar después de bañarme. Voy al baño y, después de un rato, salgo. Me pongo su camisa y una de sus calzoncillos. Me miro en el espejo. Observo mis piernas, están blancas. Tanto tiempo sin tomar sol y ni siquiera me doy cuenta.

Salgo del cuarto y voy a la cocina para hacer el almuerzo. Veo un equipo de música. Amo la música, casi no la escucho. Mi madre no me dejaba y cuando conseguí un aparato que reproducía mp3, Samira lo cogió y lo rompió. Decía que no tenía derecho a escuchar música, que no podía cantar porque no hablaba.

Me acerco a él y aprieto el botón para que empiece a sonar una canción romántica, empiezo a dar vueltas por la cocina bailando al ritmo lento de la música. La canción habla del amor, del amor para toda la vida. Qué bien se siente ser amado y dar amor, yo siempre di amor pero solo recibí dolor a cambio. Papá, a pesar de todo, nos amaba, me amaba a mí. Creo que él fue el único. No quiero pensar en ese día, no quiero recordarlo, y tampoco puedo contar lo que vi. Dejo caer un plato y se rompe. ¡Dios mío, ¿qué estás haciendo, Safira?! Intento juntar los pedazos y termino cortándome la mano. Veo la sangre correr por mis dedos y recuerdo el día en que intenté suicidarme. El corte no dolía tanto como mi corazón. Fue un acto de desesperación después de todo el tormento que mi hermana y mi madre me hicieron pasar. Después de todo eso, todavía me dejaron en casa y fueron a gastar el dinero que yo había trabajado duro para obtener.

Ella no necesitaba dinero, ella tiene dinero, no sé cómo, pero lo tiene. Su placer era humillarme, pisarme, torturarme tanto física como mentalmente.

Lo único que quería de esa casa era una foto que tengo con mi padre, está escondida en el fondo del suelo debajo de la alfombra cercana a la cama. Tuve que esconderla porque mi madre quemó todas las fotos que teníamos de papá. La que escondí fue la única que quedó.

Salgo de mis pensamientos cuando veo las gotas de sangre ensuciando el suelo. Me levanto y abro el grifo, poniendo la mano debajo del agua y presionando para detener la sangre.

Encuentro una toalla y la envuelvo. Busco un botiquín de primeros auxilios. Creo haber visto uno en el cajón del armario y ahí está. Cuando lo retiro, veo una foto de Ale; no debería estar rebuscando entre sus cosas.

Tomo la maleta, limpio la herida y hago una cura. Me han lastimado tantas veces, que sé cómo cuidarme sola. Cuando voy a dejar la maleta en su sitio, no resisto y cojo la foto. Él está abrazando a una mujer que parece más que una modelo: piernas largas, pelo impecable, ropa elegante, sonrisa perfecta.

Guardo la foto junto con la maleta y vuelvo a la cocina. Cojo los pedazos y los tiro a la basura, limpio todo, preparo la comida y como. Como ya sé que él no vendrá a almorzar, me echo en el sofá, apago la música y enciendo la TV, buscando una película para ver. Cojo una manta para tapar mis piernas, que están al aire. Es gracioso que no me siento incómoda aquí y con las piernas desnudas, incluso me siento bien; como si mis piernas estuvieran más livianas. Balanceo mis pies, uno a la vez, parezco una tonta. Elijo una película y sigo viéndola hasta que me duermo.

Alejandro.

Entiendo. Aquí está la versión reescrita del párrafo en español, manteniendo la misma estructura:

Entré a besarla en el coche para ir a la fábrica. La besé por impulso, estoy perdiendo el juicio cerca de esa conejita, su forma dulce, tierna e inocente está acabando con mi cordura. Pienso en cómo voy a dormir porque allí solo hay una cama. Recuerdo que tengo un colchón en mi habitación, en algún lugar del armario donde lo guardé hace mucho tiempo para acampar. Llego a la empresa, paso por la oficina, mi secretaria no está, tomo el teléfono de mi sala y llamo a casa.

Alejandro: James, ¿podrías pasarme con Margarita?

James: Sí, señor.

Margarita: ¿Dime, chico? ¿Dónde estás tú y la niña? No los vi esta mañana, y la habitación de Samira está igual que la dejé ayer.

Alejandro: Ya te contaré algunas cosas sobre el señor Pablo.

Margarita: Dios mío, esta mañana estaba con una cara nada buena.

Alejandro: Necesito que cojas algunas cosas de Samira, su teléfono celular que está en la habitación, haz una maleta y toma también ese colchón que está en mi habitación. Vamos a estar un tiempo en la cabaña que mi madre me dio, más tarde pasaré a recogerlas.

Margarita: Está bien, cuando vengas, todo estará listo.

Alejandro: Gracias, Margarita.

Cuelgo el teléfono. ¿Qué estará haciendo ella ahora? Abro el cajón y saco el contrato, necesita firmarlo. Lo guardo de nuevo en el cajón, voy al baño, y cuando vuelvo, alguien está sentado en mi silla con las piernas cruzadas.

Alejandro: Cristal.

Cristal: Hola, baby. Te he estado extrañando mucho.

Se levanta y se acerca a mí para besarme.