— Melisa espera. — La llamé pero me ignoró. — Melisa por favor. — Tomé su brazo. — Tú sabías que ésto podía pasar. — Ella me observo y negó con la cabeza. Luego jalo su brazo.
— ¿Qué sabía? ¿Qué sólo me veías cómo la opción de repuesto? ¿eso debo saber?
— Eres mi amiga, mi socia.
— Yo quería más. Y tú, me has cambiado por una colegiala. — Dijo con rabia.
— No te cambie, entré tu y yo nunca ha habido nada.
— ¡Por qué tú no has querido! — Gritó con desesperación. — Pero siempre has sabido de mis sentimientos por ti. — Sus ojos se pusieron llorosos. — Te has comprometido con una niña de 21 años, la pregunta es por qué. ¿La amas? ¿o es que te casas con ella para que te dé su virginidad?
— No sé de qué hablas.
— Te escuché hablando con Ramiro. Dijiste que es la primera vez que conoces a alguien virgen con esa edad y belleza.
— No es lo que piensas. ¿Creés que me casaría con ella por una razón tan tonta?
— No lo creó. Si esa fuera la razón te habrías casado conmigo hace mucho tiempo
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Deséame suerte.
Al día siguiente recibí una invitación del señor Benavides para su desfile de modas. Pensé que ya había pasado. Estoy tan inmersa en mi soledad que no me doy cuenta de cómo se va el tiempo.
Cómo sea decidí que iría. No pierdo nada. Además esto no tiene nada que ver con la empresa Gutiérrez. Por tanto no creó que me encuentre con Diego.
Busqué entre mis cosas un vestido de gala, pero me tope con la sorpresa de que ya los he usado todos. No puedo repetir en un evento tan importante. Llamé a la boutique dónde suelo comprar mi ropa y pedí que me trajeran los mejores modelos. También trajes para hombres. Después llame al salón de belleza y pedí que me mandaran estilistas.
Los primeros en llegar fueron los trajes de gala. Le pedí a Rodrigo que eligiera uno.
— Señorita yo soy su guardaespaldas. No un invitado. — Puso excusas el.
— De hecho vas cómo mi pareja.
— ¿Qué? ¿Yo?
— No tengo a nadie más. Y tú eres muy guapo. No creó que tengas problemas. A menos que haya una novia celosa por ahí. — Por qué de haberla no voy con el. Escenas de celos son las que menos necesito.
— No tengo novia.
— Eso es perfecto. Ponte el traje.
— Está bien.
Pasaron unas horas y estuve lista. Me veía bonita después de tanto tiempo. O eso me dijeron las chicas que me arreglaron.
Baje y llamé a Rodrigo. Mientras esperaba revise las notificaciones en mi celular. Escuché pasos y supuse que era el.
— ¿Ya estás listo? — No escuchaba una respuesta así que lo mire. — Te estoy hablando.
— Disculpe. ¿Me decía?
— ¿Estás listo?
— Si.
— Muy bien. Vámonos.
— Voy a sacar el auto.
— No es necesario. Contraté un chófer. Te dije que vas cómo mi pareja.
— Me siento muy afortunado de ir con usted. — De nuevo lo observe.
— ¿Eso por qué?
— ¿Me promete no despedirme si le digo?
— Lo prometo.
— Usted es muy hermosa, y tiene un cuerpo muy sensual. — ¿Será en serio o estará de payaso? No sé pero su comentario me gusto.
— No estás despedido. — Comenté un poco sería. — Vamos.
...Diego....
Al final Benavides se salió con la suya. Tuve que aceptar que tres diseños de mi empresa llegarán a sus manos. Me quedé con los mejores, auques eso no me quitaba el mal humor. No quería venir a su evento. Pero Emily me convenció. Ella nunca ha estado en un lugar así, tenía muchas ganas de venir. Y yo ganas de complacerla. Al llegar fuimos fotografiados.
— No pensé que estos eventos eran así.
— ¿Estás nerviosa?
— Un poquito. No se si me pueda acostumbrar a todo ésto.
— Claro que podrás. Yo te ayudaré. — Ella sonrío.
— Gracias.
— No hay de que mi amor. — Le di un beso en los labios. Al separarme de ella seguía con esa bella sonrisa. — Hay que entrar.
— Si.
...Melisa....
Sin duda lo peor que te puede pasar en un evento es que alguien más tenga el mismo vestido que tú, pero para empeorar la situación ese alguien más debe ser la persona que te robó al amor de tu vida.
— Sácame de aquí por favor. — Le pedí a Rodrigo.
— Si. — Estábamos por irnos cuándo alguien me llamo.
— Melisa que gusto verte. — Benavides era el inoportuno.
— Hola. — Lo saludé con un beso en la mejilla. Tuve que fingir que todo estaba bien. Aunque por dentro estaba ardiendo de rabia. Mañana arreglo cuentas con la imbécil que envío el vestido. — Esté lugar luce muy bien. Lo felicito.
— No tan bien cómo tú. Te ves divina.
— Gracias. — Sonreí forzadamente.
— Señor perdón por molestarlo, pero tenemos un problema. — Llegó una empleada.
— Esta gente no sabe hacer nada bien. Discúlpame un momento.
— No hay problema. — Lo que quiero es que se vaya. Así podré irme también.
— Disfruta.
— Claro. — El se fue. — Vámonos ya. — Tomé el brazo de Rodrigo.
— Melisa. — Benavides de nuevo me hablo. ¿Cómo volvió tan rápido?
— Dígame. — Otra vez sonreí falsamente.
— Me hace falta una modelo. ¿Me harías ese gran favor?
— ¿Yo? — Me señalé con el dedo.
— Por favor.
— Hace siglos que no me paro en una pasarela.
— Lo que bien se aprende nunca se olvida. Y tú eras la mejor. Seguro que sigues siéndolo.
— Lo siento yo...
— Melisa por favor. Te necesito con urgencia. No te niegues. — Insistió el. Era mi oportunidad de darle un giro a las noticias. Mañana hablarán de mi regreso a las pasarelas, y no de mi vestido repetido.
— Bien. Lo haré.
— Excelente. Vamos.
— Rodrigo viene conmigo.
— ¿No te sientes segura dejándolo entre tantas mujeres? — Benavidez se rió, pero yo no entendí el chiste.
— ¿Cómo?
— Tranquila, en éste lugar no hay mujer más bella que tú. Rodrigo no sería tan tonto. — Creó que ahora sí entendí lo que quería decir.
— Lo que pasa es...
— Vámonos ya.
— Lo siento. — Tomé la mano de Rodrigo. — No puedo irme sin el.
— No confía en ti al parecer. — Benavides observó a Rodrigo. Esté no dijo nada. — Está bien, puedes llevarlo. — Los tres nos fuimos a los camerinos, Rodrigo se quedó afuera para no poner incómodas a las otras modelos. Una por una fueron saliendo a desfilar. Yo estaba temblando de miedo. Hace mucho que no hago ésto.
Salí a ver cómo iban las demás y me encontré con Rodrigo. El me observó con una sonrisa.
— Sin temor a equivocarme le puedo asegurar que usted es la más hermosa.
— Gracias.
— Se ve nerviosa.
— No he modelado en varios años. ¿Cómo estarías tu?
— Si tuviera ese cuerpo y ese rostro sin duda lo que me sobraría es tranquilidad.
— ¿Te han dicho que tienen una gran facilidad para hacerle halagos a las mujeres?
— Tal vez.
— ¿Cómo puedes seguir soltero siendo tan encantador?
— Por la misma razón que usted.
— ¿Amas a alguien y no eres correspondido?
— Así es. Ella no se da cuenta de mis sentimientos.
— Quizás no eres muy claro.
— No lo he sido. Temo perderla.
— El que no arriesga no gana. Te daré un consejo, dile lo que sientes. De esa manera en el futuro no te preguntarás qué hubiera pasado si le hubieras dicho.
— ¿Y si ella me rechaza?
— Es mejor vivir con el rechazo de una persona, a vivir con los sentimientos atorados en el corazón.
— Melisa ya es tu turno. — Interrumpió Benavides.
— Deséame suerte.
— Suerte. — Dijo Rodrigo. Yo sali a modelar mi el vestido. Estaba muy nerviosa, pero mostré seguridad hasta que termine.
— ¿Cómo lo hice?
— No se mucho de modelaje, pero le aseguro que fue maravillosa.
— Gracias. Me voy a cambiar y nos vamos.
— Está bien.