5 familias, un amor inesperado y la traición present, hacen de este amor una tragedia.
ahora Melinda no sabe que hacer, el misterioso hombre con el que estuvo una noche está frente a ella, pidiéndole saber el nombre de sus hijos.
2 familias poderosas tendrán que unirse para mantener el orden la paz de una traición, un amor en la tragedia va surgir, el recuentro de un padre con sus hijos, los secretos salen a la luz y la tragedia se hace present.
te animas a leerla, el destino siempre hace de las suyas y nada lo hace fácil.
te invito a conocer la historia de amor de Melinda, en un mundo alterno.
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CAPITULO 11. ¿me aceptas como tú hermano?
Bael la observaba, ella estaba tan decaída, la miraba indecisa, confundido; no podía con ese silencio, le dice tranquilo. – Melinda te dejaré sola, vendré mañana por tu respuesta, piénsalo y ven conmigo a mi casa; déjame conocerte y conóceme, convivamos como hermanos, como mi madre lo quería.
Melinda se sentía devastada, no sabía qué decir a su pregunta, tenía que pensar, sus sentimientos eran un caos entre el dolor de perder a Sara y el odio, coraje por lo que Didier había hecho.
Ella toma su mano antes de que se fuera y desolada le dice. – ¿Puedo preguntarte algo?
Bael tranquilo le dice. – pregunta lo que tú quieras, sin temor ni cohibición.
Melinda llena de odio le dice. - ¿Didier pagará por esto?
Bael con una seriedad le dice. – Toda su familia pagará por lo que su hijo hizo, desearán morir, eso te lo prometo, mira las noticias en unas 5 horas.
Melinda tranquila le dice. – Mañana te espero, gracias.
Bael salió de la casa dejándola sola, después de que se fue, llegaron unos hombres que pusieron las ventanas quebradas, le ayudaron a recoger afuera, dejando el lugar como Sara lo tenía.
Melinda, a pesar de que era muy querida por sus compañeros de trabajo y de la escuela; no tenía ni una sola amiga con quien compartir sus temores, sus ideas, sus sueños, era muy solitaria en su persona.
Con toda la traición vivida nunca más volvió a confiar en nadie, solo tenía conocidos y compañeros con los que se la pasaba bien.
Melinda lloró todo lo que pudo hasta que sus ojos quedaron secos, sin más lágrimas que derramar por el dolor, el cansancio la venció en la madrugada, se quedó dormida.
Eran las 6 de la mañana cuando despertó por unos fuertes golpes que le daban a la puerta, intensos y desesperados.
Se levanta, va a la cocina y toma un cuchillo y se dirige a la puerta, sin abrirla, grita. - ¿Quién es?
Una voz desesperada, suplicante dice – ¡Melinda! Soy Didier, el padre de Didier por favor permíteme hablar contigo te lo suplico.
Melinda sintió tanto desprecio, odio, coraje, era el culpable de la muerte de su padre y toda la desgracia de su vida.
Abre la puerta, lo mira parado frente a ella, a su lado, su esposa, con coraje le dice. – ¿Qué quieren aquí? ¿No han tenido suficiente con todo el daño que me han causado?
Didier (padre) de manera desesperada y suplicante le dice – ¡Melinda! Permítenos hablar contigo, ¿nos dejas entrar?
Melinda, llena de odio y desprecio, les dice. – No pueden entrar y yo no quiero hablar con ustedes, será mejor que se vayan.
La madre de Didier, suplicante, le dice. - Melinda, por favor, ayúdanos por la amistad que hubo entre tu madre y yo, entre nuestras dos familias y…
Melinda enfadada llena de odio le grita. – ¡Cállate! Si por ustedes mis padres están muertos; por lo que veo el bastardo de su hijo no les contó, que me dijo todo lo que hicieron y estoy enterada de su traición hacia mis padres.
Ustedes no merecen siquiera mencionarlos y mejor lárguense, antes que decida cobrarme con sus vidas.
El padre de Didier toma su brazo para evitar que entrara a su casa y los dejara ahí parados; muy molesto, le contesta. – ¡Melinda! Eres tan arrogante como tus padres, pero tú nos vas a ayudar y más te vale que lo hagas si no…
Melinda jala su brazo bruscamente para tratar de zafarse de su agarre, pero él la sostenía con fuerza; le dice furiosa y con odio, mirándolo a los ojos con gran desprecio. – ¿Si no qué? Suéltame o yo misma te dejaré sin mano.
La madre de Didier al ver que no conseguirían nada con sus súplicas y no podrían manejarla a su antojo, ni hacerla que hicieran lo que querían; le dice con voz fuerte y mandona. – maldita mocosa, odié a tu madre como no tienes idea, ellos tuvieron lo que merecían.
Toma con su mano la mejilla de Melinda, con su voz amenazante le dice.
Tú nos vas a ayudar, quieras o no y más te vale que hagas lo que te decimos o vas a sufrir más que lo que nos puedan hacer, entiendes.
La mujer avienta su cara con una brusquedad.
Melinda los mira con desprecio, solo sentía coraje, odio, quería matarlos, hacer lo mismo que le hicieron a su padre.
Levanta la otra mano donde tenía el cuchillo y corta la mano del Padre de Didier, para hacer que la soltara; él suelta su brazo gritando por el dolor causado, tapando la gran cortada que le hizo en la mano.
La madre de Didier mira el gran cuchillo que tenía en la mano, amenazando con encajárselo al que se le acercara; llena de furia, les dice. – será mejor que se larguen o les prometo que los mataré.
La madre de Didier furiosa le dice. – estás loca, ¿cómo fuiste capas de dañarlo?
Se acerca a ella para quitarle el cuchillo, empiezan a forcejear, el papá de Didier le ayuda, hasta que logran dominarla.
La mujer levantó la mano para golpearla cuando escucharon la voz ronca y furiosa de Bael. – No sabía que las familias de bajo nivel podían molestar a las familias principales a la hora que quisiera y que pudieran ofenderlas verbal o físicamente; esto es nuevo para mí.
El padre de Didier y la madre voltearon con miedo, instintivamente soltaron a Melinda, el temor no los dejaba expresar ni una sola palabra, estaban congelados.
Bael se acercó hasta Melinda, se acariciaba el brazo adolorido del agarre de Didier, la mira detenidamente, tenía arañazos en el cuello y parte de su blusa rasgada.
Bael con semblante enfurecido y molesto les dice – veo que ustedes no han aprendido nada, pensaba mantenerlos solo en la pobreza, sin poder y no molestarlos, pero por lo que veo han rechazado mi amabilidad.
La madre de Didier con su voz temblorosa y suplicante le dice. – solo queremos a mi hijo ¿Dónde lo tienen? ¿Qué le hiciste? Todo por esta zorra, nos castigas.
Amo Bael, ¿cómo puede apoyar a basura como esta que…?
Bael no dejó que terminara de hablar cuando la tumbó al suelo de un gran golpe en la cara, con una tranquilidad, viendo a lo lejos, le dice. – tu hijo sufrirá hasta el día que muera por causas naturales, ustedes nunca sabrán donde está. La cuestión aquí en este momento es, ¿qué haré con ustedes?
Melinda le dice. – ¡Hermano!
Bael al escucharla llamarlo hermano, voltea sorprendido. Su rostro, que en muchos años no había reflejado ni una sola emoción, con esa palabra mostró una gran felicidad, tomó su mano y alegre le dice. – eso significa, ¿qué me aceptas?
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