una mirada una obsesión o amor a primera vista? su ángel misterioso o su demonio personal? que será de la vida de Mariana y Mauricio viconti.
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Capítulo Uno La risa que lo condenó
El motor de la camioneta negra blindada rugía en bajo, como un lobo respirando con paciencia antes del ataque. Estaba estacionada frente a una escuela secundaria cualquiera, de un pueblo cualquiera. Mauricio Viconti, sin embargo, era todo menos común.
Apoyado contra el asiento, su mirada oscura observaba el edificio con aparente indiferencia. Sus tatuajes asomaban por el cuello de la camisa impecable, y cada uno de ellos tenía una historia que nadie se atrevía a preguntar. Porque él no era hombre de explicaciones. Era ley y sentencia en el mundo que gobernaba desde las sombras.
Nadie lo miraba a los ojos.
Nadie se atrevía a interrumpirlo.
Nadie… hasta ella.
—Va a empezar en cinco minutos —le murmuró Lucio, su mano derecha, sin dejar de revisar el reloj—. ¿Entramos?
Mauricio no respondió. Estaba quieto. En tensión. Como si algo invisible lo hubiera dejado clavado ahí, al otro lado del vidrio polarizado.
Y entonces, la vio.
Salía de la escuela riendo con otras dos chicas. Llevaba el uniforme arrugado, medias a la mitad, el cabello rizado suelto, y en sus brazos apretaba un cuaderno grueso, desgastado en las esquinas. Daba pasos grandes, sin delicadeza, como si el mundo no la mirara. Y aún así, era imposible no verla.
—¿Quién es esa? —preguntó Mauricio, con una voz tan baja que sonó como un pensamiento.
Lucio frunció el ceño, girando para seguir su mirada.
—¿La chica? ¿La del cuaderno? No sé. ¿Una alumna? ¿Qué pasa?
Mauricio no apartaba los ojos.
Ella reía. Fuerte. De verdad. Con esa risa sin filtro que parece música y provoca vértigo. Había algo salvajemente puro en su forma de moverse, de hablar con sus amigas, de tirar el cabello hacia atrás como si el viento le debiera obediencia.
Y entonces, como si el universo jugara su carta más peligrosa, Mariana —aunque él no sabía aún su nombre— se detuvo.
Y miró hacia la calle.
Hacia él.
Fue solo un segundo. Medio segundo. Quizás ella solo se detuvo por el sonido de un pájaro, o por una palabra de su amiga.
Pero Mauricio sintió el mundo detenerse.
—¿Qué edad tiene esa chica? —preguntó, sin apartar la vista.
Lucio lo miró con cautela.
—¿Importa? Es menor, seguro. ¿Por qué la mirás así, jefe?
Mauricio no respondió. Solo ladeó la cabeza, estudiándola. Ella reía otra vez, caminando en dirección contraria, perdiéndose entre el gentío adolescente.
Pero ya estaba grabada en su cabeza. Como una imagen bendita… o una condena.
El cuaderno en sus manos, los bordes gastados por el uso, fue lo último que vio antes de que desapareciera.
Y lo supo.
Lo supo con la certeza con la que firmaba una sentencia de muerte.
—Lucio —dijo con calma, como quien pide un café—, averiguá todo sobre ella.
—¿Perdón?
—Nombre, dirección, familia, a qué hora se duerme, con quién habla, qué dibuja. Quiero saber si llora cuando está sola. Quiero saber qué escucha, qué sueña, qué la asusta.
No perdás el rastro. Nunca.
Lucio lo miró con una mezcla de sorpresa y respeto temeroso.
—¿Y si ella se aleja?
Mauricio sonrió por primera vez en días. No una sonrisa amable. Una que nacía del centro del pecho, de ese lugar donde todo lo que tocaba se volvía suyo.
—No se va a alejar.
Algún día, ella va a venir a mí. Por su propia voluntad.
Pero no sabrá que todo ya estaba escrito.
Lucio asintió, tragando saliva. Porque sabía lo que eso significaba.
Y entonces, sin más, Mauricio bajó de la camioneta y se dirigió a su reunión de sangre, amenazas y dinero sucio…
Con el dibujo de una adolescente latina de curvas suaves y risa escandalosa tatuándosele en el alma.
La tormenta había comenzado.
pero de todas está me GUSTO 😍 MUCHO ....
SIN TANTO Capitulo sencilla Pero bonita ❤️ ;
solo pudo decir GRACIAS 🫂