Corona De Luciérnagas

Esperó pacientemente en el bosque, era fresco y con agua cristalina. Los animales se habían adueñado de todo ese lugar, se podía ver más brillante, quien fuera el ser de luz, se podía reflejar que estaba más que feliz en esos momentos. Se había preparado toda su vida para cumplir lo que ella pensaba era su propósito en ese mundo, su abuela siempre le contaba historias sobre esos seres poderosos. Siempre ayudaban a todos aunque algunos no lo merecían del todo, incluso se acercaban a las personas que sabían no tenían salvación por el peso de sus pecados. Tristán era uno de los pocos afortunados, ya eran muchas las ocasiones que ese ser de luz le curaba sin darse cuenta. Las luciérnagas eran parte de ese ser, pero nunca lo había visto aunque se acercara o esperara en las sombras. Llegó a la conclusión de que a ese niño le ayudaba solo por eso, por ser solo un niño con mala suerte desde el inicio.

-No me iré de aquí hasta encontrarte ser de luz...- dijo Ágata mientras se acomodaba una máscara de plata junto con toda una armadura del mismo material que la máscara.

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La pequeña no podía decidirse entre una capa o una capucha , no sabía los gustos de ropa de él, dudaba que los tuviera de todos modos. La diseñadora y vendedora le había puesto el ojo por su dinero, no dejaba que su decisión fuera más fácil. Le había mostrado más de un vestido lleno de joyas y polvo de oro y plata que hacían que brillaran tanto como el sol. Esa mujer era morena, tenía la nariz chata y su cara expresiva, su cabello era lacio y negro, mientras que sus ojos eran cafés oscuro, su vestido era color amarillo con bordados dorados. Tenía un collar de perlas y un anillo de oro con una esmeralda en medio. No le importaba todo lo que le estaba mostrando, ya estaba por llegar a su límite de tolerancia, así que la detuvo antes de pegarle en la cara por ser una molestia en sus compras y decisiones.

- Lo siento señora, pero no vine a comprar algo para mí, es para un amigo.- dijo mientras gritaba del estrés en su mente.- Busco una capa o capucha, aún no me decido...

- Hay mi niña, tuviste que decirlo antes, tengo una capucha con capa larga, se le puede quitar lo de arriba y ser solo una capa.- Tomó una caja nueva y lujosa que tenía detrás de un escritorio y fue corriendo hacia ella.- Esta la acabo de terminar, es de color negro y con un dragón tipo serpiente detrás color plateado y bordado.

Sus ojos se iluminaron al verla, ya no tendría que decidir entre dos cosas. Era muy elegante y larga, de una tela resistente.

-Me la llevo, ¿Cuánto cuesta?...

-Querida... ¿Qué tan importante es ese amigo para ti?.

-Mucho, ¡daría todo por él!.- dijo sin titubear

La mujer vio una oportunidad de tener todo el dinero que ganaba de cien vestidos de lujo en una sola prenda, no tendría que trabajar y tratar de convencer a la gente de comprar su esfuerzo por casi un año entero.

-No sé si venderlo... Es muy valioso y mágico.- Se agachó para acercarse a la pequeña y susurrarle al oído.- Dicen que quien lo lleve puesto nunca morirá a manos de sus enemigos, si es dañado... Esto lo cura de inmediato.

-¿Cuánto quiere?... ¡Le daré todas las monedas que tengo aquí!.- dijo sacando su bolsa y mostrando las monedas de oro.

-Mm... Trato echó jamás desecho.

La mujer tomó la bolsa y la pequeña la caja que contenía la capa. Shahiem se fue corriendo lo más rápido que podía para darle el obsequio a Tristán, no sabía que había caído en una estafa tan obvia. Pudo llegar a la mansión de inmediato, pero su madre la jaló desde un arbusto, llevaba un vestido morado y joyas negras. No parecía haber una amenaza alrededor, pero se le hacía extraño el comportamiento de su madre. Su madre era una persona muy egocéntrica además de ser la más presumida de toda su familia, a esa mujer primero la veían muerta y luego deshacían su orgullo. No tuvo que pensar más del asunto del arbustos, sabía que era por el regalo que tenía para Tristán.

-Hija, no me importa si te gusta el esclavo, por mí te puedes quedar con cualquiera... Pero déjale un poco de dignidad a tu pobre madre, que nadie te vea.

Le dio un bolso color blanco lleno de monedas de oro y un beso en la frente, eso siempre quería decir que se fuera lejos por el simple hecho de no ser su favorita. Talvez era uno de tantos días que le compraría regalos a su hermana menor, ya estaba acostumbrada, pero eso no quería decir que no le doliera. Siempre quiso el amor de su madre, pero nunca lo tendría.

- Descuida mamá, saldré todo el día, regreso en la tarde a las ocho.- dijo Shahiem mientras entraba a la mansión.

-Mejor regresa mañana a las once de la noche por favor.

La pequeña asintió y entró con una sonrisa falsa en su cara. Al entrar se dio cuenta de que todos sus primos estaban platicando en la habitación de su prima Clarisa, era normal eso, ya que ella era la hija del "hombre" de esta casa. Por lo menos ellos no serían un obstáculo para entregar su obsequio, pero solo faltaban sus tíos. Caminó hasta el jardín trasero para encontrarse con Tristán, pero no estaba por esos lugares, únicamente estaban sus tías. No quería hablar con ellas para nada, pero necesitaba saber dónde se encontraba él. Parecía que se habían puesto de acuerdo con los colores de sus vestidos, eran morados al igual que el de su madre, miró hasta la ventana de la habitación de su prima, todas estaban de morado menos ella. Sus tías notaron eso al igual que su presencia en ese lugar.

- ¿Se puede saber que hace esta piojosa aquí?.- dijo su tía Sara, ella era la esposa de su tío Noah.

- Tranquila, solo estoy aquí por mi niñera así que no te esponjes.

La esposa de su tío David fue un poco más amable, solo le señaló los establos. Simplemente, se despidió con una reverencia y se fue lo antes posible de ahí.

-Tus tíos también están ahí.- comentó su tía Sara mientras echaba perfume por dónde había pasado.

No sabía por qué hacía eso, no apestaba a nada, se había mantenido aseada todo el tiempo para estar presentable ante los ojos del chico que le interesaba. Cuando llegó al establo le miraron los caballos sin hacer el mínimo ruido, pero sus tíos no la escucharon al entrar. Tristán estaba limpiando a un caballo negro e era magnífico. No tardó mucho en notar su presencia, parecía asustado y enojado de verla parada frente a él. Esa no era la reacción que esperaba de su parte, pero no le importó, ya estaba decidida en darle su regalo. Se quedó sin palabras al verlo acercarse tan rápido, le jaló de su brazo derecho hasta la paja apenas puesta para el caballo, la llenó de él hasta que no fuera visible para nadie. No entendía por qué le trataba de esa manera, de su familia se lo esperaba menos de él.

-¿Por qué estás aquí?.... Me traerás problemas que no quiero en estos momentos.- dijo Tristán mientras le apretaba el vestido rojo que tenía, sus lágrimas cayeron en su falda.

-Vine aquí para darte un regalo muy bonito.- Ella solo sacó su mano para tocarle su cara y limpiar sus lágrimas.

-¿Un regalo para mí?..

-¡Tristán!.- dijo una voz masculina muy familiar para ellos.

-Escucha Shahiem, el regalo luego me lo das, pero no tienes que hacer ruido ni moverte... Pase lo que pase no hagas nada...- Susurró mientras acomodaba la paja de nuevo y caminaba hacia esa voz.

Caminaba con miedo hasta su amo, sabía lo que pasaría una vez estuviera a un metro de distancia de él. Su amo solo le exigió su caballo negro y a su hermano uno blanco. Nada más eso le dijeron, no sabían siquiera los nombres de las razas de los caballos, pero él obedeció y fue por ellos lo más rápido posible. Adentro del establo había un lugar exclusivo para los caballos cuando quisieran correr o en ese caso, las visitas quisieran dar una tras otra vuelta en ese campo lleno de arena. Su amo tomó a su caballo al igual que su hermano, pero únicamente el hermano del amo había subido al caballo.

-No veo ningún escalón todavía para poder subirme a mi corcel.- dijo mientras lo miraba con odio añejado.-Te dije que una vez estuvieras curado, no tendrías excusas.

Se puso como un escalón para su amo, se pudo oír sus costillas romperse al igual que su espalda. No gritó de dolor, no le convenía hacerlo, esperó a que su amo comenzará a cabalgar con su caballo a la par de su hermano. No podía moverse bien, al menos no le había ido tan mal después de todo. Unas manos pequeñas y cálidas le rompieron esa ilusión. Había salido aún con las advertencias que le había dado. Su amo solo tomó el látigo para alcanzar su piel pálida. Cerró los ojos para no ver el cómo lo hacían, esperó sentir un dolor nuevo, pero no sintió nada, solamente escuchó el latigazo.

- Tío necesito que alguien me acompañe hoy y mañana, mi mamá me ordenó salir e irme lejos por este tiempo.- miró a su tío disgustado.- ¿Puede uno de ustedes acompañarme?.

-Yo estoy... ocupado.- dijo su tío Noah rápidamente.

Mientras su tío David pensaba en las vergüenzas que pasaría con una pequeña poco educada en cualquier lugar. No había olvidado la última vez que había ido de visita a su casa y la había llevado a un restaurante caro.

-Yo no puedo...¡Tristán!... acompaña a esta niña y que no regrese tan pronto... Llévala a la cabaña que tengo en el bosque lejos de aquí...

Shahiem accedió y se llevó a Tristán arrastrándolo, antes de irse de los corrales tomó su regalo para dárselo en un lugar más hermoso y cómodo. Él solo le indicaba el camino más rápido para llegar.