Arianna Sterling es una joven con una apariencia destacada y un gran secreto: es la presidenta y heredera de un poderoso conglomerado familiar con lazos a la realeza. Según una tradición familiar, debe pasar varios años alejada de su familia y riquezas, viviendo como una persona común para demostrar su fortaleza. Durante este tiempo de anonimato, enfrenta enemigos ocultos que amenazan con destruir todo lo que le pertenece. A medida que se adapta a esta nueva vida, Arianna descubre que alejarse de la opulencia y el poder conlleva desafíos que pondrán a prueba su inteligencia y su corazón.
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ENCUENTROS Y DESAFIOS
—Buenos días —saludé, sintiéndome un poco más animada que de costumbre.
—Buenos días, Ari —respondieron mis compañeras, Alis y Elizabeth, con sonrisas en sus rostros.
Era un nuevo comienzo, y aunque el día prometía ser largo, sabía que contaba con su apoyo.
Las tres éramos asesoras en la tienda de lujo, y a pesar de nuestras diferencias, nos llevábamos bastante bien. Era un pequeño consuelo en un entorno que, a menudo, podía ser tenso y competitivo.
—Justo a tiempo —dijo la jefa de la tienda, Rebeca Monsalvo, con un tono cortante que dejaba claro que no estaba de humor—. Cámbiense rápido, ya es hora de abrir.
La rigidez de su voz era palpable, y me pregunté si alguna vez había tenido un día en el que no se sintiera molesta por algo.
—Parece que hoy no está de humor —comentó Alis en voz baja, mientras nos apresurábamos a cambiar de ropa.
—¿Y cuándo lo está? —respondió Elizabeth, con una risa sarcástica que hizo que todas soltáramos una pequeña risa.
A veces, nuestras risas eran lo único que nos mantenía unidas en un ambiente que podía volverse hostil. Rápidamente, terminamos de prepararnos y abrimos la tienda justo a tiempo. Como era una tienda de lujo, la mayoría de nuestros clientes pertenecían a la alta sociedad, personas a menudo muy quisquillosas y, en ocasiones, maleducadas.
A medida que avanzaba la mañana, el flujo de clientes aumentó. Cada uno de ellos tenía sus propios caprichos y exigencias. Una mujer elegantemente vestida, que olía a un perfume de alta gama, se acercó a mí con una expresión de desdén.
—Este vestido no tiene el color que esperaba. ¿No tienen algo más... exclusivo? —dijo, haciendo un gesto despectivo hacia la prenda que tenía en la mano.
Traté de mantener la calma mientras le explicaba las características del vestido. Justo en ese momento, Elizabeth se acercó para ayudarme. La clienta, algo impresionada por la atención, terminó probándose el vestido y, para nuestra sorpresa, decidió llevarlo.
—A veces, solo necesitamos un poco de paciencia —murmuré a Elizabeth después de que la clienta se fue, sintiéndome un poco más aliviada.
Más tarde, la tienda se llenó de un grupo de mujeres que hablaban en voz alta, llenas de risas y comentarios. Una de ellas, que parecía ser la líder del grupo, se dirigió a mí con un aire de superioridad.
—Querida, necesitamos la mejor ropa de esta temporada. No podemos decepcionar a los demás en la gala de mañana. —Sus palabras sonaban casi como un desafío.
Con una sonrisa profesional, la conduje hacia nuestra colección de vestidos de gala. Mientras le mostraba algunas opciones, noté que Rebeca nos observaba desde la distancia, sus ojos fijos en mí como si esperara un error.
Después de un par de horas, la tienda había logrado mantener un buen ritmo de ventas. Me sentía satisfecha, a pesar de la presión constante de Rebeca. Las risas y las bromas entre Alis y Elizabeth me ayudaban a sobrellevar el ambiente tenso.
Finalmente, cuando la tienda cerró por el día, el aire se sintió más ligero. Rebeca nos reunió para hacernos un breve resumen sobre el rendimiento del día.
—Buena labor, pero aún hay margen de mejora —dijo, sin entusiasmo Rebeca—. Mañana será crucial, así que no quiero que se relajen.
—Sí, claro —respondimos todas, a sabiendas de que siempre había algo más que hacer en su lista de expectativas.
Salí de la tienda, sintiendo la brisa fresca de la tarde, y me sentí aliviada de que el día finalmente había terminado. Mientras iba hacia mi apartamento, reflexioné sobre lo que había sucedido. Había sido un día de trabajo agotador, pero también gratificante. Había lidiado con clientes difíciles y había aprendido a mantener la calma bajo presión.
Al llegar a mi apartamento a las 7 p.m., sentí una mezcla de cansancio y satisfacción. Abrí la puerta, y lo primero que vi fue a un hombre sentado en mi sofá, lo que rompió de inmediato la tranquilidad de mi día.