Eliza, una noble empobrecida, está desesperada por pagar sus deudas cuando recibe una oferta inesperada: convertirse en espía para Lady Marguerite en el ducado del Duque Richard. Sin embargo, su misión toma un giro inesperado cuando el duque, consciente de las amenazas que rodean a sus hijos, le propone un matrimonio por contrato para proteger a su familia. Eliza acepta, consciente de que su vida se complicará enormemente.
Tras la muerte del duque, Eliza se convierte en la tutora legal de Thomas y Anne, y asume el título de Duquesa de Gotha. Pero su posición es amenazada por Alexander, el hijo mayor del duque, un hombre frío y calculador respaldado por la poderosa familia de su difunta madre. Alexander de Ghota.
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capítulo 2
Eliza inhaló profundamente antes de abrir las puertas talladas y entrar en la sala del duque.
El aire estaba cargado con el aroma de maderas nobles y cera de vela. A pesar del ambiente
cálido y lujoso, Eliza no pudo evitar sentir un escalofrío. El duque Richard, un hombre de
semblante severo y mirada penetrante, estaba sentado detrás de un gran escritorio de caoba,
rodeado de libros antiguos y mapas.
Su piel pálida y ojos hundidos revelaban los estragos de su enfermedad.
—Lady Eliza —anunció el mayordomo, haciendo una ligera reverencia antes de
retirarse.
Eliza avanzó con pasos medidos, tratando de no mostrar su nerviosismo. Hizo una profunda
reverencia frente al duque, quien la observó con una mezcla de curiosidad y desdén.
—Lady Eliza —dijo el duque con voz grave—, tengo entendido que busca el puesto de
niñera para mis hijos.
—Así es, su excelencia —respondió Eliza, manteniendo la cabeza baja en señal de respeto.
—Levante la cabeza, quiero verla bien —ordenó el duque.
Eliza obedeció, encontrándose con su mirada penetrante. Sintió que estaba siendo evaluada
no solo por su apariencia, sino por algo más profundo, algo que ni siquiera ella entendía
completamente.
—¿Por qué debería confiar en usted? —preguntó el duque, sus ojos brillando con
desconfianza.
Eliza respiró hondo, buscando las palabras adecuadas. —Aunque mi familia ha caído en
desgracia, aún conservo mi título y mi educación. He sido criada con los mismos valores
que usted desea inculcar en sus hijos. Además, no tengo más motivación que servirle
fielmente y asegurar el bienestar de los niños.
El duque se reclinó en su silla, observándola en silencio durante unos largos momentos.
Finalmente, asintió con la cabeza.
—La seguridad de mis hijos es primordial. Necesito saber si realmente es digna de
confianza. Por eso, además de esta entrevista, habrá una serie de pruebas que deberá pasar.
Antes de que Eliza pudiera responder, una figura entró en la sala. Era una mujer de aspecto
severo y elegante, con el porte de alguien acostumbrado a dar órdenes. Sus ojos, fríos y
analíticos, escrutaron a Eliza con intensidad.
—Ella es la señora Blackwood, jefa de seguridad del ducado. Supervisará las pruebas que
deberá completar —anunció el duque.
La señora Blackwood hizo una leve reverencia antes de dirigirse a Eliza. —Las pruebas
comenzarán de inmediato. Sígame, por favor.
Eliza hizo una reverencia al duque antes de seguir a la señora Blackwood por los
intrincados pasillos del castillo. Llegaron a una sala amplia y luminosa, donde varias
mujeres esperaban su turno. Eliza reconoció a algunas de las candidatas que había visto al
llegar. Todas parecían igual de nerviosas y ansiosas.
—Señoras, bienvenidas a la segunda fase de la entrevista —anunció la señora
Blackwood—. Cada una de ustedes será evaluada en varias competencias: conocimientos
académicos, habilidades prácticas y pruebas de integridad. Sólo la mejor será seleccionada
para cuidar a los hijos del duque.
La primera prueba fue un examen escrito. Las candidatas se sentaron en largos bancos de
madera, con plumas y pergaminos dispuestos frente a ellas. Eliza se sintió transportada a
sus días de estudio, aunque esta vez la presión era mucho mayor. Respondió preguntas
sobre historia, literatura y matemáticas, usando todo su conocimiento acumulado.
Después del examen, las candidatas fueron llevadas a una cocina donde debían demostrar
sus habilidades culinarias. Mrs. Thorn supervisó esta prueba, evaluando cada movimiento
con ojo crítico. Eliza preparó un sencillo pero delicioso platillo, recordando las lecciones
que había recibido en su juventud.
La prueba final fue la más desafiante. Cada candidata fue llevada a una sala separada y
entrevistada nuevamente, esta vez por un panel compuesto por la señora Blackwood, el
mayordomo principal y un par de nobles influyentes del ducado. Las preguntas fueron
directas y penetrantes, destinadas a revelar cualquier posible deslealtad o falta de carácter.
—¿Qué haría si descubriera que alguien intenta envenenar al duque? —preguntó uno de los
nobles, sus ojos fijos en Eliza.
—Informaría inmediatamente a la seguridad del castillo y tomaría medidas para proteger al
duque y a sus hijos —respondió Eliza sin titubear.
Otra pregunta la sorprendió por su intensidad. —¿Alguna vez ha sido tentada a traicionar a
alguien por dinero?
Eliza sintió que la sala se volvía más fría. —Nunca traicionaría a alguien en quien confío.
La lealtad y el honor son principios que valoro por encima de todo.
Finalmente, las pruebas llegaron a su fin. Las candidatas fueron llevadas de regreso a la
sala de espera mientras el panel deliberaba. Eliza sintió que pasaban horas antes de que la
señora Blackwood regresara con una expresión inescrutable.
—Lady Eliza de Gotha, el duque ha decidido otorgarle el puesto de niñera —anunció con
solemnidad—. Por favor, sígame.
Eliza sintió una mezcla de alivio y temor mientras seguía a la señora Blackwood de regreso
al despacho del duque. Al entrar, el duque levantó la vista de unos documentos y asintió
ligeramente.
—Felicidades, Lady Eliza. Espero que demuestre ser digna de esta confianza.
Eliza hizo una reverencia profunda. —Haré todo lo posible para cumplir con sus
expectativas, su excelencia.
El duque hizo un gesto hacia la puerta, donde apareció Mrs. Thorn.
—Mrs. Thorn le mostrará sus aposentos y le presentará a los niños. Espero que se adapte
rápidamente a sus nuevas responsabilidades.
Eliza siguió a Mrs. Thorn por los pasillos del castillo, los muros de piedra, fríos y
majestuosos, adornados con tapices y retratos familiares que contaban la historia del
ducado. Los ojos de los antepasados parecían seguirla mientras caminaba.
Finalmente, llegaron a una sala de juegos, donde Thomas y Anne jugaban juntos. Thomas,
un niño de ocho años con ojos vivos y cabello oscuro, levantó la vista primero. Anne, de
cinco años, con rizos dorados y ojos grandes y curiosos, se escondió tímidamente detrás de
su hermano.
—Niños, esta es Lady Eliza, vuestra nueva niñera —anunció Mrs. Thorn.
Thomas miró a Eliza con una mezcla de curiosidad y desconfianza, mientras Anne
observaba desde su escondite.
—Hola, Thomas. Hola, Anne —dijo Eliza con una sonrisa amable—. Estoy aquí para
cuidar de vosotros y asegurarme de que estéis bien.
Los niños intercambiaron miradas antes de que Thomas asintiera lentamente.
—Está bien —dijo Thomas—, pero mamá siempre decía que no debemos confiar en
extraños.
Eliza sintió un nudo en el estómago ante la mención de la madre de los niños. La sombra de
la segunda duquesa parecía todavía presente en el castillo.
—Eso es muy sabio, Thomas —respondió Eliza—. Espero que con el tiempo, dejemos de
ser extraños y nos convirtamos en amigos.
Eliza pasó el resto del día con los niños, jugando y conversando con ellos. Lentamente,
empezó a ganar su confianza.
Mientras tanto, observaba cuidadosamente el entorno y a los
sirvientes, recordando su misión. Lady Marguerite había sido clara: debía recopilar
información sobre las relaciones y la dinámica en el castillo.
Por la noche, mientras los niños dormían, Eliza se permitió un momento de reflexión.
Sentada junto a la ventana de su pequeña habitación, miró el oscuro horizonte del ducado.
La tensión en el castillo era palpable, y sabía que cualquier paso en falso podría ser
peligroso. Pero también había algo más, una sensación de pertenencia y propósito que no
había sentido en mucho tiempo.
El sonido de pasos la sacó de sus pensamientos. Era Mrs. Thorn, quien se acercó a ella con
una expresión seria.
—Lady Eliza, el duque desea verla en su estudio —dijo con voz firme.
Eliza sintió un nuevo nudo en el estómago, pero asintió y siguió a Mrs. Thorn por los
pasillos oscuros y silenciosos. Al llegar al estudio, el duque la esperaba, su figura
imponente iluminada por la luz tenue de una lámpara.
—Lady Eliza —dijo el duque, su voz resonando en la habitación—, hay algo más que
necesito discutir con usted.
Eliza tragó saliva, preparándose para lo que vendría. Sabía que este era solo el comienzo de
su desafío en el ducado, y que cada día traería nuevas pruebas y secretos por descubrir.