Maite es una chica de quince años que se enfrenta a una dura decisión, dejar a su sobrino en un orfanato, o cuidarlo como si fuera su hijo.
Un incidente con una cartera haría que su vida cambie de un día para otro, provocando no solo una nueva oportunidad de trabajo para que mejorar su condición de vida, al igual que el niño que la llama mamá, sino que también hará que cruce caminos con un hombre que tiene mucho que ver con él.
No obstante, sus personalidades y formas de ser son tan opuestas que el llevarse bien será algo difícil.
¿Podrá surgir al más allá que solo la conexión que los une con respecto a su hijo?
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Capitulo 2
Al día siguiente, Maite está limpiando una mesa, y aparece la mujer del orfanato.
— Hola. Qué sorpresa verte aquí. Pensé que trabajabas en el orfanato. — Dice ella pareciendo sorprendida.
— Tengo dos trabajos.
— Qué trabajadora.
— Gracias. ¿Qué le sirvo?
— Un te helado por favor.
— Ya se lo traigo. — Maite se marcha y cuando se da la vuelta la mujer ya no está. Se acerca a la mesa y ve la cartera de la mujer. Ella se apresura a salir para alcanzarla. — Señora. ¡Señora! — Grita un par de veces, pero no logra alcanzarla. — ¿Y ahora que hago? — Se pregunta. Piensa en esperar a verla en el orfanato, o que vuelva. Tal vez lo haga por la tarde. Guarda la cartera y continúa con su trabajo hasta terminar. Cómo la mujer no aparece, Maite abre la cartera y encuentra una tarjeta de presentación, ahí viene su número y el nombre de una empresa. Maite llama y una mujer atiende el teléfono.
— Constructora Herrera, buenas tardes.
— Buenos tardes. ¿Se encuentra la señora Patricia Herrera?
— ¿Quién la busca?
— Soy Maite, la señora Patricia dejó su cartera en la cafetería donde trabajó.
— ¿Qué cafetería es?
— La Dulce gusto.
— Entiendo. La comunicó con mi jefa. Un momento.
— Está bien. — Maite espera unos segundos.
— Hola.
— Buenas tardes. Señora Patricia soy Maite, hace un rato olvidó su cartera en la cafetería.
— Qué tonta. No me había dado cuenta. ¿Será que puedes traermela?
— Señora yo...
— Perdóname. Qué desconsiderada soy. Es que te juro que tengo mucho trabajo.
— No se preocupe. Yo se la llevó.
— Gracias, aquí te espero.
Maite toma un taxi y le pide que la lleve a la constructora Herrera. El taxista la observa y eso la incómoda.
— ¿A dónde me dijo que va?
— A la constructora Herrera.
— Está bien. — El inicia su camino. — Discúlpeme señorita. Lo que pasa es que la mayoría de los pasajeros que me piden ir ahí visten de una forma diferente. — Maite se observa unos segundos. Ve sus jean rotos, una blusa de tianguis, tenis de segunda mano, y el cabello atado en una coleta. Claro que esa no es la forma en que esas personas iría a su trabajo.
— Me imagino. — Dice ella.
Unos minutos después llega a la empresa, el lugar le parece familiar, pero no sabe por qué, ella entra y ve a la gente caminar de un lado a otro, todos van con sus trajes elegantes y ropa cara. Ella se impresiona, pues parece que toda la gente que va a la cafetería trabaja ahí. No sabe a dónde dirigirse, por lo que va con la recepcionista.
— Buenas tardes.
— No estamos contratando personal para limpieza. — Dice ella mirandola con desdén.
— Vine para entregarle algo a la señora Patricia Herrera.
— Puede dejarlo aquí. Se lo haremos llegar.
— No. Se lo entregaré personalmente. Llamé y diga que soy Maite.
— ¿Quieres venir a darme órdenes?
— Si no la llama usted la llamaré yo. Espero que no la regañé, quién sabe. Quizás hasta la despida. — La recepcionista se enfada un poco y decide llamar. Habla unos segundos.
— Está bien. — Ella cuelga. — Pase. Puede tomar ese elevador. La oficina está en el último piso.
— Gracias. — Maite no puede creer como las personas se vuelven tan superficiales, pues la chica la menosprecia por trabajar en una empresa. — Y eso que no tiene un cargo importante. "No me imagino si fuera una ejecutiva." piensa ella. — Si me ve con ropa de marca seguro que no me trata así. — Dice Maite enojada mientras entra al elevador. Antes de que esté se cierre un hombre de traje negro, muy bien arreglado lo detiene, , esté entra y la observa de reojo. Maite siente que sus fosas nasales se llenan con el olor del perfume que el usa. El olor es tal que ella se tapa su nariz.
— ¿Qué hace una empleada de limpieza en mi elevador? — Pregunta el con un tono déspota.
— Si quiere puedo bajarme. — Dice ella. Pues tampoco está muy contenta con la compañía del hombre. De hecho está por bajar pero el elevador se cierra y ella pierde su oportunidad.
— No te pregunté si te puedes bajar. Te pregunté que haces aquí.
— No tengo por qué darle explicaciones. Y para que lo sepa yo no trabajo aquí. — El suspira indignado.
— ¿Cómo te atreves a...? — El elevador se queda quieto de un momento a otro. El se empieza a poner nervioso, se afloja la corbata y se quita el saco. Su respiración se vuelve pesada y Maite empieza a asustarse.
— ¿Señor se encuentra bien? — El no responde por unos segundos. — ¿Señor?
— No me toques mugrosa. Se útil y pide ayuda. — Maite se apresura a tocar el botón, alguien del otro lado contesta y ella le dice que están atrapados en el elevador. El hombre del otro lado responde que los sacarán lo más rápido que puedan. David continúa con un mal semblante. Ella se da cuenta de que el tiene claustrofobia. Maite en una ocasión estuvo encerrada en un elevador con un niño del orfanato, el se asustó y ella lo calmó con una canción. No sabe si eso funcionaria con esta persona. Pero lo intenta.
— ¿Señor que canción le gusta?
— ¿Cómo me puedes preguntar algo tan estúpido? — Reclama el enojado.
— Por favor dígame qué canción le gusta. — El se niega a responder. A ella no le queda de otra que improvisar. Pero no recuerda ninguna canción, sólo las que le canta a su hijo. "No tengo más opción" se dice ella y empieza. — Encontré al patito Juan, E e e, en la esquina del zaguán, e, e... — David la mirá cómo si ella estuviera loca, luego de unos segundos se le forma una sonrisa en el rostro, Maite continúa cantando la canción hasta que termina, el parece haberse distraído con el canto, su respiración es normal y su semblante es bueno. Ella suspira aliviada, pues el elevador de nuevo empieza a funcionar. Al llegar al último piso David sale del elevador y se va a su oficina, antes de llegar se encuentra con su hermana.
— ¿Estás bien? — Pregunta Patricia.
— ¿Tuviste algo que ver con el elevador?
— ¿Cómo puedes pensar así de mi?
— No sería la primera vez que intentas hacerme daño.
— Yo nunca...
— No empezemos... — El se va.
siempre dije q Patricia se traía algo.
creo mentiras para q su hermano dejara a Carolina no le importaron los sentimientos de el. Ella es una manipuladora y todo lo hace a su conveniencia. tal como sus padres