Klea es policía en Interpol, destacada en la región de Almería para mejorar la gestión de registros de los migrantes.
Alejandro es juez en la dependencia policial en Almería y tiene una relación tóxica con Victoria, pero le gusta mucho a Klea.
Ambos van a compartir una vida como perro y gato, silencio y burlas, odio y sarcasmo, hasta que la llegada de Kader hace los cambios pertinentes.
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Migración
-La humanidad desde tiempos remotos ha realizado grandes olas migratorias, sea por comida, por clima, guerras y hasta por trabajo. – la agente habla con paciencia.
- No podemos ser misericordiosos con todos, hay muchos que deben ser expulsados por ser requisitoriados, muchos son radicales, hasta delincuentes. Mujeres que piensan que por parir en otro país se les va a dar todo, se equivocan. – es el juez que tiene roces con la agente.
- Pero no se les puede dar trato inhumano a todos, hay que saber observar y escuchar antes de juzgar. – ella empieza a mostrar incomodidad.
- Tú tienes que limitarte a realizar tu trabajo, ni que fueras madre Teresa de Calcuta. – se burla de ella – Por Dios, agente Vergara, no sea ridícula.
- ¡Tu me fait chier! - se dirige con el más mínimo respeto. [Equivalente a cómo me jodes]
- ¡Oye! Háblame en español, porque ese idioma no lo entiendo.
La agente abandona la oficina del juez con una cara de pocos amigos y todos aquellos que la ven se ríen tapándose la boca con la mano. Todos son leales al juez por ser la máxima autoridad en esta dependencia policial fronteriza ubicada al sur de España, ésta está especializada en movimiento migratorio, es decir es una oficina de extranjería.
La ubicación está cerca de una playa en la calle Marruecos, Almería. Su distancia es algo retirada de la playa San Miguel.
Klea Vergara es una agente de la ley y el orden en la capital, destacada en la oficina de extranjería en Almería por sus habilidades con los idiomas, puesto que la mayoría de los migrantes ilegales hablan entre francés, inglés, árabe, turco, entre otras lenguas.
Todos se burlan de ella por su carácter empático, carismático, pero con nada de tonta, ella simplemente usa la diplomacia y la inteligencia. Ella es altamente calificada y es lo que la mayoría de sus colegas confunde, su táctica es un don por no decir secreto, las cualidades con las habilidades muchas veces son mezcladas y se prestan para malentendidos. Klea entiende perfectamente eso, los aguanta y los perdona porque no es su culpa tener que estar rodeada de idiotas.
- Miren, ahí viene la buena samaritana. El día de hoy aprenderán a ser compasivos. – se burla el juez que ha seguido a Klea hasta el corral o sala de espera dónde atienden a los extranjeros. Él está acompañado de su novia.
- Ya estuvo bueno, burlón. – ella enfoca su mirada a los extranjeros.
- Soy el juez, que no se te olvide. – le señala por la espalda.
- Estoy aquí para hacer mi trabajo, no para respetar caras. - lo manda a rodar con bastante azúcar.
- Si no fuera por el dominio de tantos idiomas que tanto nos hace falta, hace rato te hubiera despedido.
- Hágalo, favor que me hace. – se mantiene firme, y su mirada sigue enfocada sobre los extranjeros.
- Eso veremos. - se retira con su novia teniéndola por la cintura.
El juez está colérico, Klea le habla dándole la espalda, la mayor falta de respeto que un juez puede recibir, no le queda de otra que volver a su oficina.
- ¡Oye! Te has ido de boca con el juez, te pasaste. – Se lo restriega en cara una colega.
- Tenemos migrantes que atender. - la pone a callar.
- Respeta las reglas si quieres tener un buen día. – le recalca diciéndole al oído con voz alta, tomándola por sorda.
- Aquí veo solo turistas, ¿dónde están los ilegales? – le cambia el tema con rotunda facilidad.
- ¡Uy, que seria! Le gustan los negros apestosos. – la colega hace gestos desagradables.
- Ellos necesitan ayuda. – su mirada es desafiante.
- Son todos negros, apestosos, dan asco, son delincuentes, radicales y hasta terroristas. – habla de los migrantes como si fueran portadores de peste.
- Se supone que eso es nuestro trabajo, pasar por filtros a todos ellos y se van separando. Hay algunos que están enfermos, tienen hambre, hay quienes están desesperados y hasta deprimidos. – ella los defiende.
- No te iguales a una santa, eres tan tonta que no deberías ser policía, estarás en problemas.
Klea salió de la oficina para buscar a los migrantes ilegales y ellos, todos estaban bajo el intenso sol.
-Ni creas que le daremos agua, o sombra. Los negros tienen buena resistencia al calor.
Siguen los ataques, ellos son implacables. Klea les hace una señal que los atenderá enseguida, ingresa al local por un cuaderno y una portátil para avanzar con el trabajo de registro de los nuevos migrantes.
Así fue el día de hoy, uno más para Klea, pero uno menos para su estadía. Ella va recibiendo y registrando datos básicos para un primer filtro, toma datos personales y el motivo por el que está en España. Conforme va entrevistando ella va descartando un posible sospechoso, poniendo etiquetas de colores en el sistema.
Los agentes locales van guiando a los registrados a un albergue, pero son tantos que Klea solo puede registrar unos setenta migrantes. El resto debe esperar hasta mañana para continuar con sus respectivos registros.
- Klea, deberías trabajar en la iglesia y dirigir obras de caridad. – la encara una rubia delgada muy elegante.
- No lo había pensado. Buena idea. – le sigue la corriente.
- Eres un caso perdido, hoy también te comportaste como mujer barata ante mi novio.
- Usted es perfecta para internarse en un convento y pudrir la vida de las monjas.
Klea marcó su tarjeta y se fue sin decir una palabra más, la novia del juez fue de inmediato a verlo y a quejarse.
- ¿Sabes lo que me dijo la estúpida de la agente? – estaba furiosa.
- ¿A poco tú también fuiste atacada? – le parece extraño, pero su mirada tiene una pizca de gracia.
- Ella me dijo que yo sería perfecta para pudrir la vida de las monjas.
El juez se ríe, se pareció una gracia de parte de Klea.
- No estoy riendo, Alejandro. Me ha ofendido. – se sulfura como si su novio la hubiera ofendido con esa frase – eso no es gracioso.
- Querida, te sulfuras por lo que una poca cosa te dijo. Eres increíble, pensé que eras inteligentemente suficiente para ignorarla.
- ¿Me estás tildando de tonta? – su cuerpo tiembla de furia.
- Te quejas por todo, nada es de tu agrado. Emocionalmente me cargas de quejas, eres demasiado dependiente de un hombre.
- Soy una mujer de verdad, soy educada para los negocios, me gustan las cosas bien hechas, soy una mujer cara. - se defiende con estos argumentos bastante interesantes para los oídos del juez.
- Una mujer de negocios no se rebaja a ese nivel, querida. Esa clase de mujer siempre ignora, es independiente y no se queja. A ti te educaron para tener marido consentidor. - se ríe en cara de a sulfurada.
- Soy mujer de negocios, soy criada para negocios y ser tratada como dama, soy delicada y no rústica o mejor dicho primitiva.
Alejandro se ríe con ganas.
-Ya sé lo que ocurre contigo. Te está afectando mucho la abstinencia de placer ¿Verdad?
La novia se quedó quieta y callada algo avergonzada. El juez tiene tanto trabajo, que casi no se ven, casi no salen, no intiman.