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Entre Café Y Secretos.

Entre Café Y Secretos.

Status: Terminada
Genre:Yaoi / Completas / Yuri
Popularitas:2.8k
Nilai: 5
nombre de autor: 2AO'LBTG

En Tokio, Shiro, un joven de 18 años, se muda a un pequeño café con un pasado misterioso. Al involucrarse en la vida del café y sus peculiares empleados, incluyendo al enigmático barista Haru, Shiro comienza a descubrir secretos ocultos que desafían su comprensión del amor y la identidad. A medida que desentraña estos misterios, Shiro se enfrenta a sus propios sentimientos reprimidos, aprendiendo que el verdadero desafío es aceptar quién es realmente. En esta emotiva travesía, el mayor secreto que descubre es el que lleva dentro.

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Capítulo 1: Reflejos Distantes

Shiro siempre había odiado las mañanas. No por el hecho de madrugar, sino por lo que representaban: una nueva oportunidad para ser alguien que no era. Se levantó de la cama, su cuerpo aún entre las sábanas revueltas de la noche anterior. Miró hacia la ventana, donde las primeras luces del amanecer comenzaban a filtrarse entre los edificios grises de Tokio, creando un contraste entre la calma matutina y el bullicio que se avecinaba.

Su reflejo lo observaba con los mismos ojos vacíos de siempre. Los mechones de su cabello negro caían desordenados sobre su frente, ocultando parcialmente la cicatriz que había marcado su rostro desde la adolescencia. Todos decían que esa cicatriz lo hacía más interesante, pero para él era solo un recordatorio de todas las batallas que había librado consigo mismo. Las cicatrices, tanto visibles como invisibles, eran su carga constante, el precio de su lucha interna.

"¿Qué harás hoy, Shiro?" se preguntó en silencio. Como si al formular la pregunta, alguna parte de él pudiera dar una respuesta diferente a la habitual. La monotonía de su vida era un ciclo que parecía inquebrantable, un bucle interminable de días iguales. Con un suspiro resignado, se preparó para otro día más, uno en el que tendría que seguir ocultando su verdadero yo bajo una capa de normalidad.

El tráfico de la mañana era tan caótico como siempre. La multitud de rostros desconocidos se movía a un ritmo frenético por las calles de Tokio, como hormigas apresuradas hacia sus respectivas obligaciones. Shiro caminaba entre ellos, invisibilizado por la monotonía de la ciudad, una gota en un mar de indiferencia.

Haru, su mejor amigo, lo esperaba en la estación del tren. Siempre llegaba temprano, con una sonrisa a medias y los auriculares puestos, escuchando alguna banda de rock alternativa. "Llegas tarde", dijo Haru al ver a Shiro acercarse, su tono era ligero pero con una chispa de reprimenda.

Shiro forzó una sonrisa, esa que llevaba practicando años frente al espejo. "El tráfico, ya sabes." Se preguntaba si Haru alguna vez notaría la falta de autenticidad en sus palabras, pero prefería mantener las cosas así, sin profundizar en el verdadero trasfondo de su desdicha.

Ambos caminaron juntos, como lo hacían cada mañana, sin decir mucho más. Haru era de esas personas que no necesitaba llenar los silencios con palabras, algo que Shiro apreciaba más de lo que podía admitir. Su presencia era una constante en un mundo de incertidumbres, una ancla en el tumulto de su vida. A pesar de su cercanía, Shiro aún guardaba sus mayores secretos para sí mismo, por miedo a lo que incluso Haru pudiera pensar. La ironía de su vida era que estaba rodeado de personas, pero se sentía completamente solo.

"¿Hoy tienes clases todo el día?", preguntó Haru mientras salían de la estación.

Shiro asintió, aunque no estaba seguro si realmente importaba. Su mente estaba en otra parte, en aquel rincón de su interior que siempre intentaba ignorar. "Sí... todo el día. Luego tal vez pase por la cafetería cerca de la universidad."

Haru le lanzó una mirada de curiosidad. "¿La cafetería de siempre? ¿La que tiene al chico raro que te sirve el café?"

Shiro se tensó. No esperaba que Haru recordara aquel detalle. "Aki no es raro, es solo… tranquilo."

"Tranquilo, raro, como sea." Haru soltó una carcajada. "Deberías hablarle más. Pareces interesado en él."

Shiro se quedó en silencio. Haru no tenía idea de cuánto de cierto había en esas palabras. La realidad era que Aki, con su calma y su presencia enigmática, era uno de los pocos lugares donde Shiro encontraba un respiro en su vida agitada. "Nos vemos más tarde", dijo finalmente, despidiéndose mientras caminaba hacia la universidad.

El día transcurrió como todos los demás. Las clases, los profesores monótonos, las notas rápidas en su cuaderno. Todo era tan predecible, tan terriblemente igual. Pero Shiro aguardaba algo diferente, algo que hacía que su corazón latiera un poco más rápido: la visita a la cafetería.

La campanilla sobre la puerta sonó suavemente cuando entró, y el olor a café recién hecho llenó el aire, envolviéndolo en una sensación de confort familiar. Allí estaba Aki, detrás del mostrador, concentrado en limpiar unas tazas. Su cabello castaño claro caía en suaves ondas, y sus ojos, de un tono profundo y sereno, le daban un aire enigmático. Aki parecía ser un refugio en medio del caos, un oasis de tranquilidad en un mundo que constantemente empujaba a Shiro hacia el abismo de su propia incertidumbre.

"Bienvenido de nuevo, Shiro," dijo Aki con una sonrisa sutil. Esa era otra cosa que siempre sorprendía a Shiro; Aki nunca parecía forzar las palabras ni las emociones, todo en él era natural. Era como si Aki supiera exactamente qué decir y cuándo decirlo, sin necesidad de máscaras ni adornos.

"Hola, Aki," respondió Shiro, acercándose al mostrador. "Lo de siempre, por favor."

Aki asintió y comenzó a preparar el café sin necesidad de preguntar más. Había algo en su manera de moverse, en la precisión de sus gestos, que atrapaba la atención de Shiro. Cada vez que entraba a la cafetería, el ruido del mundo exterior parecía desaparecer, dejándolo solo con sus pensamientos y con la presencia calmada de Aki.

"Hoy parece que tuviste un día largo", comentó Aki mientras colocaba la taza frente a él.

Shiro asintió. "Sí, un poco. ¿Y tú?"

Aki sonrió levemente. "Lo de siempre. Mucho trabajo. Aunque las tardes son más tranquilas."

Hubo un breve silencio, cómodo pero a la vez cargado de cosas no dichas. Shiro bebió un sorbo de café, dejando que el calor del líquido le calmara los nervios. Quería hablar más con Aki, pero las palabras se le atragantaban en la garganta. Cada conversación con Aki era una oportunidad perdida para conectar más profundamente, para desentrañar los secretos que ambos guardaban con tanto celo.

"Gracias por el café", murmuró finalmente, levantándose para marcharse.

"Cuando quieras, Shiro," respondió Aki, siempre con esa tranquilidad desconcertante.

Shiro salió de la cafetería y, al cruzar la puerta, sintió el aire frío de la tarde sobre su piel. Todo volvía a la normalidad, al caos de la ciudad y a la rutina diaria. Pero algo había cambiado. A pesar de su miedo, de su constante lucha interna, en esos breves momentos con Aki sentía que podía ser él mismo, aunque solo fuera por un instante. Esa pequeña burbuja de paz y autenticidad era un consuelo en su vida de sombras y disimulo.

Al llegar a su apartamento, la sensación de vacío lo invadió una vez más. El lugar era pequeño, con muebles simples y un par de fotos antiguas en las paredes que parecían contar historias de un pasado que no podía alcanzar. Se dejó caer en el sofá, agotado, mirando nuevamente su reflejo en la ventana. La cicatriz en su rostro seguía allí, un testigo silencioso de su lucha interna. Cada línea en su rostro era un recordatorio de las batallas que aún no había ganado.

"¿Cuánto tiempo más vas a seguir escondiéndote?" pensó, la pregunta resonando en su mente con una claridad inquietante.

El teléfono sonó de repente, sacándolo de sus pensamientos. Era un mensaje de Haru: "¿Salimos mañana? Necesitas distraerte un poco."

Shiro suspiró y dejó el teléfono a un lado sin responder. No tenía ganas de salir, ni de distraerse. Lo único que quería era encontrar la paz que tanto anhelaba, esa que parecía tan lejana. Pero quizás, solo quizás, esa paz no estaba tan distante como pensaba.

Y mientras el cielo de Tokio se oscurecía, Shiro cerró los ojos, imaginando un mundo donde pudiera ser libre de verdad. Un lugar donde las cicatrices, tanto visibles como invisibles, no dictaran su destino y donde pudiera encontrar un sentido auténtico a su existencia.

1
Elizabeth Moreno
que secretos guardara el cafe
Elizabeth Moreno
parece que sufrio mucho
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