“Dominic Villin”
Desde que cumplí 80 años vivo rezando; según mis compañeros de ajedrez Félix y Arán dicen que es normal a esta edad de viejos, donde cada día cuenta, cada minuto, cada instante. Y es claro que la muerte no consulta, llega en una fracción de segundo. Félix, por un lado, dice que nos volvemos temerosos a la muerte porque en nuestro egoísmo buscamos la eternidad y la juventud infinita. Por otro lado Arán argumentaba que en realidad queremos paz, no tanto para recibir la muerte sino por lo el después, por esa incógnita que consume al ser humano, el famoso “después”.
Al final de todas esas teorías, estaba yo, un hombre de ochenta años que reza todas las noches antes de dormir en un rincón de su oficina. En otra época no me veías hacerlo. La cuestión no es desde cuando mi fé había vuelto, mucho menos el por qué, sino que ni siquiera sé a qué le pido con tanta clemencia paz en una mente tan desordenada como la mía.
Subrayemos que mi mujer es el equilibrio en mi desorden, al contrario de mí es una mujer que espera el momento justo, piensa y analiza cada momento. Âme así desde que la conozco y vaya que tenerla cincuenta años a mi lado no es como si fuera poco, al menos para saber que tiene una mayor lógica y sentido común.
Para ella la muerte era el fin. No hay un después, no por nada Âme vivía en plenitud sobre el deceso o eso suele decirle a cualquier persona que le pregunta, dice:
-Naturalmente somos materia, no más allá, la muerte es el punto final de una sencilla existencia.-Ciertamente era su manera de pensar y lo ha sido desde hace más de cincuenta años pero cuando la veía bailar, todas sus palabras se esfumaban y tenían sentido.
Esa pasión, esa energía en la que se desenvuelve en sí misma, como si quisiera hacer valer cada segundo. Nunca me lo ha dicho pero el hilo se hallaba solo, comprendí que su propia materia lo era todo y que ella y su energía iban escapando de lo inevitable, pues no cualquiera es valiente para lanzarse a la incertidumbre, al fin y al cabo morir es sencillo, casi sin esfuerzo, mientras que vivir es como una melodía entre teclas blancas y negras de un piano, es así, entre el mal y el bien, entre el frío y el calor, la angustia y la felicidad, entre Âme y yo. Mientras voy rezando, tal vez por ambos, más por mi amada que por mi mismo. Vivo rezando desde que cumplí ochenta, el asunto es que no sé a qué le rezo. Se desprende que la muerte es y será la suma de la incertidumbre de lo bello de la eternidad o el fin de una vida sin causa, sin intención, sin elección o en su defecto, sólo es.
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15 días antes de Xapá
Las primeras semanas de Febrero cruzaban por Palacio, el cual se volvió cada vez más loco. Todo el mundo decía escuchar a un tal saxofonista tocar en las madrugadas, mientras que unos alegaban que estaba desaparecido. El mismo pueblo estaba dividido por opiniones, lo que fue producto de odio y cierta discriminación a los músicos y a vendedores de productos musicales.
La esquina Bartonelli se había envuelto en un silencio permanente y tiendas como la de Âme o como la mía, tuvieron que cerrar por nuestra propia seguridad.
Por consiguiente, mi mujer se encontraba en un estado de nervios constante, algo que nunca había sucedido en estos largos años de matrimonio. Aquella noche no era la excepción, después de una crisis de ansiedad, Âme me pidió un medicamento y una caja para té, decía que lo necesitaba para calmar su inquietud.
Ante todo quiero su bienestar, así que no me opuse. Recuerdo no haber tenido problemas en el camino y mucho menos cuando hice mis compras pertinentes, excepto por la lluvía pero al final un paraguas negro y maltratado me protegia.
Iba caminando por la Avenida Bukowski, realmente no faltaba mucho para llegar a mi hogar, aquella venida era una de las más seguras de Palacio, pues el CRP y la fábrica estaban cerca, por consiguiente era vigilado las 24 horas del día desde la avenida Bukowski hasta la calle Silvia que es la calle donde se encontraba tanto el centro como la fábrica. De ello resulta necesario decir que iba con calma hasta que dicha tranquilidad se vio interrumpida por alarmas de emergencia prontas del CRP. Pude ver salir bastantes patrullas y un par de ambulancias. Después el silencio volvió a ser protagonista.
En aquel momento sólo se me pudo ocurrir que alguna de las manifestaciones de Palacio se había salido de control. Fue así como continué mi camino entre charcos hasta llegar a mi hogar.
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-Bien, Evolet, ¿Qué necesitas?.- finalmente suelto las palabras molesto por la nueva actitud de la chica.-Me apoyo en el marco de la puerta mientras que Evolet me extiende el mismo sobre de la invitación del otro día.
-¿Irás?-Su mirada está llena de tristeza cuando me la dirige, inevitablemente el dolor de cabeza regresa.
-¿Qué he hecho? .-Le espeto. Evolet frunce el ceño confundida.
-Nada, sólo quiero que vayas a la boda…-le interrumpo.
-No hablo de la boda.-tomo su mano.- ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así? -Instintivamente la atraigo a mí llevando mi agarre a mi pecho.- ¿Por qué tus ojos son tristes? ¿Por qué?
-Demian, realmente no sé de qué hablas.-suelto un suspiro frustrado e irritado, ¿Cómo es que yo sólo veo el cambio de actitud?.- Demian.- su voz intenta ser comprensiva, llevo su mano a mi rostro cerrando los ojos para no tener que hacer contacto visual.- ¡Demian! -Se suelta y lleva ambas manos a mi rostro haciéndome abrir los ojos por dicho movimiento tan impulsivo. Segundos después siento una de sus delicadas manos a mi frente.- Estás ardiendo, tienes calentura.- me empuja hacia el interior de la casa sin ser agresiva hasta llegar a mi sofá, como si fuera reflejo me acuesto.
-Deberías irte, déjame morir aquí.- me pongo el brazo en mis ojos, escucho a Evolet resoplar.- Sigue ignorandome, duele menos.-Probablemente si tenía la temperatura alta, ni siquiera soy muy consciente de lo que digo, sin duda voy a arrepentirme después. A lo lejos escucho los pasos de la pelinegra caminar por mi casa y escucharla buscar entre mis cajones. Segundos después llega con mi pastillero.
-No has tomado tu tratamiento de hoy.- Quita mi brazo de mis ojos para ponerme un trapo en la frente húmedo.- Tómate las pastillas, pareces un niño pequeño, Cabot.
-Lo soy.- la miro alegando y tomando el pastillero.- Además, ¿Cómo sabes de mi tratamiento?.- La chica me mira unos pequeños segundos a los ojos, como si buscara una respuesta adecuada, para motivar a que conteste, le hago un movimiento con la cabeza.
-Intuición.-Se encoge de hombros y me quita el trapo, después me da un vaso de agua.- Tómate las pastillas.
-Cambias de tema.-le reto.
-Sólo no toco el que a ti te interesa, tómate las pastillas.- Suelto un reproche entre dientes pero termino por ceder.
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-Estoy aquí, chaparra.- Anuncié mi llegada.- Te traje tus pastillas, cielo.-dejo la bolsa negra en el comedor. Fue entonces vi a mi mujer colocando una manta a un chico mucho más joven que nosotros, estaba mojado de pies a cabeza, no podía ver su rostro en aquel momento.
-¿Âme? -Pregunté atónito, ella se acercó y entre susurros me dice:
-Escapó del CRP, lo están buscando, está muy asustado.- Puedo ver como mi esposa se lleva una de sus cansadas manos a la boca para no soltar algún sollozo.- Dominic, creo que experimentan con él.- Âme estaba a nada de romper en llanto, estaba muy sensible.- Tenemos que ayudarlo, amor.- me abraza con fuerza y cuando lo hizo supe que aquel muchacho iba a cambiarnos la vida.
-Esta bien, esta bien, chaparrita, tómate el medicamento y tu té, yo hablaré con él.- le di un beso en la frente, ella tomó la bolsa que traje y fue a su habitación.
Me senté a lado del chico y antes de que podría pronunciar alguna palabra, él habla:
-¿Usted es dueño de la tienda “Les Rois Du Monde''?, la tienda de música de la esquina Bartonelli, ¿Cierto?.- Fue ahí cuando vi el rostro del chico, estaba pálido y sus ojos avellana tenían ojeras bastante pronunciadas. Vi una herida en su brazo derecho.- Suelo ir ahí a comprar instrumentos o accesorios.- sonrío un poco.
-¿Cómo te llamas, chamaco?-le pregunto intentando ubicar su rostro en mi tienda alguna vez.
-¿Todo va a estar bien? -El muchacho de unos veinte años tenía sus manos aferradas a lo que parecía ser una boquilla de saxofón, sus manos temblaban pero su cuerpo estaba rígido, claramente tenía miedo. Recuerdo haberlo tomando del hombro y susurrar un:
-Todo va a estar bien, chico, dime, ¿Cómo te llamas? ¿Tienes algún familiar?
-Soy D-demian, Demian Cabot y realmente estoy aturdido, no recuerdo mucho de estos últimos días, Yo...Yo....- Demian empezó a temblar de nuevo, realmente no podía ni imaginarme lo que el chico pudo estar viviendo en el CRP, más aún si la conclusión de Âme era verídica.
Mi esposa llegó momentos después y se sentó al otro lado de Demian y lo consoló como si fuera su propia madre, le dijo:
-Esta bien, mi niño, estoy aquí, estarás bien.- lo acurruco contra su cuerpo hasta que Demian cayó rendido.
Después de aquella noche, no lo volví a ver, a la mañana siguiente había desaparecido, sólo había dejado una nota y la boquilla de saxofón que decía:
“Gracias por el calor y cariño de una noche, siento las molestias. Demian Cabot.”
No regresó los días posteriores. Âme, concluyó que lo habían encontrado y llevado nuevamente al CRP. Mi mujer estaba desolada y se sentía culpable por no haberlo ayudado.
No supimos nada de Demian hasta días después.
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Canción de inspiración:
"People Watching"- Conan Gray
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Spotify: La melodía de una melancolía - Playlist
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Comments
Armyes
Auuuu, le desgraciaron la Vida a Demian, que Sera lo que le hacen??? 😮😯😮
2022-08-01
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