Los días siguientes al rompimiento con Sebastián fueron extraños para Martina. Se sentía ligera, como si una gran carga hubiera desaparecido de sus hombros, pero al mismo tiempo, una sombra de tristeza la envolvía cuando pensaba en cómo había sido engañada. No era solo la traición de Sebastián lo que la lastimaba, sino la de Nora, alguien en quien había confiado ciegamente.
Aun así, Martina no se permitió caer en la melancolía. Decidió que, en lugar de sumergirse en el dolor, se enfocaría en ella misma. Se dedicó a estudiar con más ahínco, comenzó a salir más con sus amigos de la facultad y retomó actividades que había dejado de lado por complacer a Sebastián.
Una tarde, mientras caminaba por el parque después de una clase, su celular vibró con un mensaje. Era de Nora. Con el corazón acelerado, Martina dudó en abrirlo, pero la curiosidad fue más fuerte.
"Martina, sé que estás enojada conmigo, pero me gustaría hablar contigo. No quiero que todo termine así."
Martina resopló. ¿Ahora Nora quería explicaciones? Después de lo que había hecho, después de la burla, ¿esperaba que hablaran como si nada?
No contestó. En su lugar, bloqueó su número. Sabía que nada bueno saldría de esa conversación. Nora no se arrepentía; solo buscaba calmar su conciencia.
Esa noche, su madre entró a su habitación con una taza de té y se sentó en la cama junto a ella.
—Te veo más tranquila, hija. Estoy orgullosa de ti —dijo con una sonrisa cálida.
Martina le devolvió la sonrisa y apoyó la cabeza en el hombro de su madre.
—Me duele, mamá, pero sé que hice lo correcto. Sebastián nunca me valoró y Nora nunca fue mi amiga.
Su madre le acarició el cabello.
—Y eso te hace más fuerte. Ahora tienes la oportunidad de vivir tu vida sin que nadie te frene. Eres joven, hermosa y tienes un gran futuro por delante.
Las palabras de su madre la reconfortaron. No podía cambiar el pasado, pero sí decidir cómo enfrentaría el futuro.
Pasaron las semanas, y Martina comenzó a notar cambios en su actitud. Se sentía más segura, más empoderada. Había dejado de pensar en Sebastián y en Nora con dolor; ahora solo eran figuras del pasado que le habían enseñado una lección valiosa.
Una tarde, mientras tomaba un café en su lugar favorito, escuchó una conversación en la mesa de al lado. Un grupo de chicas hablaba sobre Nora.
—Dicen que está embarazada, pero ni siquiera sabe de quién es el bebé —susurró una de ellas.
Martina sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No porque le importara el destino de Nora, sino porque el karma había hecho su trabajo. Recordó cómo Sebastián se creía el más astuto, el que siempre tenía el control. Pero ahora, quizás, él también era una víctima de su propia arrogancia.
Sonrió para sí misma y tomó un sorbo de café. No le deseaba mal a nadie, pero tampoco le preocupaba el destino de quienes la lastimaron. Lo único que importaba era que ella estaba bien, creciendo, avanzando.
Esa noche, antes de dormir, escribió en su diario:
"Hoy entendí que la felicidad no depende de nadie más que de mí. Lo que viví me hizo más fuerte, y ahora sé que merezco algo mucho mejor. No me detendré. El mundo es mío, y estoy lista para conquistarlo."
Con esa determinación, apagó la luz y se durmió con una sonrisa en el rostro. El verdadero renacer de Martina había comenzado.
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Al día siguiente, Martina despertó con una energía renovada. Decidió darse un capricho y fue al salón de belleza para cambiar su look. Se cortó el cabello y se hizo unas mechas más claras. Cuando se miró en el espejo, se sintió diferente, como si con cada tijeretazo dejara atrás una parte de su pasado.
Después, pasó por una librería y compró un cuaderno nuevo. Decidió comenzar a escribir sobre sus experiencias, no solo para sanar, sino para inspirar a otras chicas que pudieran estar pasando por lo mismo. Mientras escribía las primeras palabras, sintió una emoción que no había sentido en mucho tiempo: libertad.
Más tarde, se encontró con un grupo de compañeros de la universidad en una cafetería. Se sorprendió al notar lo mucho que disfrutaba la conversación sin estar pendiente del celular, sin preocuparse por si Sebastián le escribía o no. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía presente en su propia vida.
Uno de sus amigos, Tomás, se acercó a ella cuando los demás fueron a pedir café.
—Te ves diferente, Martina. Más feliz. ¿Qué pasó? —preguntó con una sonrisa amigable.
Martina pensó por un momento y luego respondió con una sonrisa sincera.
—Me di cuenta de que no necesito a nadie para sentirme completa. Por fin soy libre.
Tomás la miró con admiración.
—Eso es increíble. Se nota que estás en otro nivel. Me alegro por ti.
Esa noche, mientras caminaba de regreso a casa, sintió que la vida le estaba dando una nueva oportunidad. Ya no tenía miedo del futuro, ni de estar sola. Se tenía a sí misma, y eso era más que suficiente.
Días después, decidió inscribirse en un curso de fotografía, algo que siempre había querido hacer pero que Sebastián menospreciaba. En su primera clase, conoció a un grupo de personas apasionadas, que la hicieron sentirse inspirada y llena de vida. Cada click de la cámara era un recordatorio de que ella tenía el poder de capturar y construir su propia felicidad.
Un fin de semana, decidió viajar sola a una ciudad cercana. Caminó por las calles, exploró nuevos rincones y, por primera vez en años, sintió que el mundo estaba lleno de posibilidades. Se sentó en una plaza, cerró los ojos y respiró profundamente. Estaba en paz.
Martina había renacido, y esta vez, nadie podría apagar su luz.
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Comments
Carmen Mena
Felicitaciones Martina, lograste salir de una relación tóxica y alejarte de personas envidiosas y falsas
2025-04-06
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