CAPÍTULO II

Sebastián y Martina caminaron por las calles iluminadas de la ciudad, todavía con la adrenalina del concierto recorriéndoles el cuerpo. La noche era fresca y el bullicio de la gente que salía del evento llenaba el aire. Sebastián, con su actitud relajada, le propuso ir a un bar cercano que él conocía.

—Tienen la mejor cerveza artesanal de la ciudad —dijo con una sonrisa encantadora.

Martina aceptó sin dudar. No quería que la noche terminara y la idea de seguir conversando con Sebastián le resultaba irresistible. Cuando llegaron al bar, encontraron un rincón apartado donde podían hablar sin el estruendo de la música en vivo que sonaba en el lugar.

Pidieron un par de cervezas y comenzaron a conversar. Sebastián tenía un magnetismo innegable. Cada palabra que decía parecía tener un peso especial, como si supiera exactamente qué decir para mantenerla interesada. Martina, por su parte, sentía que podía hablar con él sin filtros. Le contó sobre sus sueños, su familia y sus pasiones. Él la escuchaba con atención, asintiendo y sonriendo en los momentos adecuados.

—Eres diferente a otras chicas —comentó Sebastián en un momento, apoyando el mentón en su mano mientras la observaba con intensidad.

—¿Eso es algo bueno o malo? —preguntó ella, juguetona.

—Definitivamente es bueno —respondió él con una media sonrisa.

Las horas pasaron sin que se dieran cuenta. El bar empezó a vaciarse y Martina sintió una mezcla de emoción y nerviosismo. No quería que la noche terminara aún. Miró a Sebastián y, en un impulso, dijo:

—¿Te gustaría venir a mi casa? Mis padres están de viaje y la casa está sola.

Sebastián arqueó una ceja, sorprendido por la invitación, pero su sonrisa se amplió al instante.

—Me encantaría —respondió sin dudar.

Salieron del bar y tomaron un taxi hacia la casa de Martina. Durante el trayecto, el ambiente estaba cargado de una tensión electrizante. Sus miradas se cruzaban constantemente, sus rodillas se rozaban sutilmente y la expectativa en el aire era innegable.

Cuando llegaron, Martina abrió la puerta y encendió algunas luces tenues. La casa estaba en silencio, lo que solo aumentaba la intimidad del momento. Sebastián recorrió el lugar con la mirada antes de volver a centrarse en ella.

—Tienes buen gusto —comentó, admirando la decoración del salón.

—Gracias. ¿Quieres algo de tomar? —preguntó ella, sintiendo cómo su pulso se aceleraba.

—Solo si tomamos juntos —dijo él, acercándose con paso firme.

Martina sonrió y fue a la cocina, sacando una botella de vino. Sirvió dos copas y le entregó una. Sebastián la tomó, pero en lugar de beber, dejó su copa en la mesa y acercó su rostro al de ella.

—No puedo dejar de mirarte —susurró, con voz grave.

Martina sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Antes de que pudiera responder, él se inclinó y la besó suavemente. Sus labios se encontraron con lentitud, explorándose al principio con delicadeza, pero pronto el beso se volvió más intenso, más urgente.

Martina dejó su copa en la mesa y se aferró a su cuello, entregándose completamente al momento. Sebastián la sujetó por la cintura y la atrajo hacia él, profundizando el beso mientras sus manos recorrían su espalda.

El deseo entre ambos se volvió incontenible. Sin decir una palabra, Martina lo tomó de la mano y lo guió hacia su habitación. La luz tenue iluminaba el espacio, creando un ambiente cálido y privado. Sebastián la observó con intensidad antes de volver a besarla, esta vez con una pasión desbordante.

Las prendas comenzaron a deslizarse lentamente al suelo, revelando piel contra piel. Cada caricia era una promesa silenciosa, cada beso, una confesión sin palabras. Se exploraron con ansias, como si cada toque fuera una necesidad. El tiempo pareció detenerse mientras sus cuerpos se encontraban en una danza perfecta de deseo y entrega.

Cuando finalmente se unieron, Martina sintió que el mundo entero desaparecía, dejando solo la sensación de Sebastián contra ella, la calidez de su piel, el ritmo de sus cuerpos sincronizándose en un vaivén que los llevaba cada vez más alto. Sus respiraciones se mezclaban en la penumbra de la habitación, y en ese instante, nada más importaba.

Después, yacieron juntos bajo las sábanas, con los cuerpos aún entrelazados y la respiración agitada. Sebastián pasó una mano por el cabello de Martina, apartándolo suavemente de su rostro.

—Eres increíble —susurró, dejando un beso en su frente.

Martina sonrió, sintiéndose plena, satisfecha y extrañamente conectada con él. No sabía qué pasaría después, pero en ese momento, no le importaba. Había sido una noche mágica, un inicio que no olvidaría jamás.

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Comments

Rita Salazar

Rita Salazar

que te pasa? todas escritores y escritores en todas estas novelas. vuelven a las protagonistas unas perras en celo. Hambrientas a macho. y todas con la misma temática. dame más, dame duro.

2025-04-06

0

Emperatriz Reales

Emperatriz Reales

A quien se le ocurre acostarse en el primer día, de pasapalo llevarlo a su casa

2025-04-04

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