Martina despertó con la sensación de haber pasado la peor noche de su vida. Su cuerpo estaba agotado de tanto llorar y su mente era un torbellino de pensamientos inconexos. Miró su teléfono sin muchas expectativas, pero allí estaba un mensaje de Sebastián: "Buen día, amor. Te extraño".
El cinismo de esas palabras le revolvió el estómago. La noche anterior lo había visto con Nora, riendo, tomados de la mano, como si ella no existiera. Y sin embargo, ahí estaba, fingiendo que todo estaba bien.
Su primer impulso fue confrontarlo, pero en el último segundo dudó. ¿Qué le diría? ¿Que lo había visto? ¿Y si encontraba una excusa? Sabía que era hábil para manipularla, para hacerle creer que todo estaba en su cabeza. Lo había hecho antes, en pequeñas discusiones en las que terminaba pidiéndole perdón por cosas que ni siquiera eran su culpa.
Suspiró y dejó el teléfono a un lado. No tenía fuerzas para responder.
Horas después, su madre la llamó a almorzar. Intentó disimular su tristeza, pero su hermano Julián no tardó en notar que algo andaba mal.
—Estás callada —comentó, observándola con el ceño fruncido mientras servía su plato.
—Solo estoy cansada —mintió Martina, removiendo la comida con el tenedor sin real interés en comer.
Julián no pareció convencido, pero no insistió. Sabía que cuando estuviera lista, hablaría.
—¿Y Sebastián? Hace tiempo que no lo veo por acá —preguntó su madre con naturalidad, sin notar la incomodidad inmediata en el rostro de su hija.
Martina tragó saliva antes de responder.
—Está con cosas de la facultad, supongo —dijo en voz baja.
—Ese chico no me gusta, Martu —soltó Julián de repente, ganándose una mirada fulminante de su madre.
—Julián, no empieces —lo reprendió ella.
—Solo digo lo que pienso. No me gusta cómo la trata —insistió, mirando a Martina directamente—. Siempre tiene una excusa para no venir, para no hacer planes en familia. No parece un buen novio.
Martina apretó los labios y bajó la mirada. En otro momento habría defendido a Sebastián, pero esta vez se quedó callada. Porque, aunque le doliera, Julián tenía razón.
El resto del almuerzo transcurrió en silencio. Martina se retiró temprano a su habitación y se dejó caer en la cama. Sebastián le había escrito varias veces, incluso la había llamado, pero ella ignoró cada intento de contacto. No estaba preparada para escucharlo. No quería escuchar su voz y sentir cómo sus argumentos enredaban su mente.
Por la tarde, Nora también le envió un mensaje: "Martu, ¿todo bien? No hablamos en todo el día".
Martina apretó los dientes. ¿Acaso tenía el descaro de actuar como si nada? ¿Después de lo que había visto?
Finalmente, decidió responderle con la misma frialdad que sentía en el pecho: "Sí, todo bien, solo un poco ocupada".
Nora le contestó casi de inmediato: "Bueno, avisame si querés vernos".
Martina apagó la pantalla de su teléfono con frustración. Se sentía atrapada en una red de mentiras, pero aún no sabía cómo salir de ella.
Esa noche, al acostarse, tomó una decisión: observaría con atención. No se apresuraría a enfrentarlos hasta estar segura de lo que tenía que hacer. Por ahora, jugaría el mismo juego que ellos. Pero en su interior, una parte de ella ya empezaba a cambiar. Algo dentro de Martina despertaba, una fuerza que aún no entendía por completo, pero que poco a poco empezaría a guiarla hacia su propia liberación.
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Comments
Emperatriz Reales
Así es tienes q ser astuta, y alejarte , ese tipo no te merece y esa mal amiga menos , piérdase de ese par de malvados
2025-04-04
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